Estaba celebrando un nuevo logro. Las fiestas ya habían regresado a casa, sólo que ahora eran más privadas. Exclusivas de California.
Isabel se encontraba a mi lado.
—No sé qué tienes en mente, pero parece que ya estás mejor.
La miré.
—Me siento bien.
—Así debes sentirte siempre, cariño.
Cuando Isabel se fue, me encontré con un chico.
—Hallie, debo admitir que esta fiesta es una de las mejores.
Isaac estaba frente a mí con un coctél de color rojo y esa sonrisa que poco me hacía creer en él.
—Gracias Isaac, esta noche todos celebramos.
—Hablando de celebración, me dieron un mensaje para tí.
Me sorprendí.
Extendió una tarjeta blanca y la sostuve entre mis manos.
—¿Quién te entregó el mensaje?
—Una chica que se encontraba en el recibidor.
Tu obsequio te espera en donde siempre se entrega.
Sonreí.
—Gracias Isaac. Ahora, si me permites, debo ir a molestar a los demás. Que te diviertas.
Caminé por la fiesta mientras hablaba con mis amigos. Me acerqué al fuego donde encendían sus cigarrillos y dejé caer la nota con el mensaje. En segundos se consumió.
—¿Qué fue eso?
—Era un billete.
Los chicos me miraron. Una mujer se acercó para sentarse en mis piernas, pero evité ser su mueble. Terminó a mi lado con su brazo en mis hombros.
—En el siguiente fin de semana nos vamos a incendiar en el desierto.
—¿Nos prenderemos fuego?
—Yo creo que sí—pensé en la chica de ojos cafés—...hablando de fuego, esta noche me despido de ustedes—.
—¿Ya te vas a dormir?
—Ujum, seguro—sonreí—que continúe la jodida fiesta hasta morir.
Me dirigí a las escaleras para comenzar subir.
Aquí inicia el drama.
Como en las películas, me sentía una chica estrella. Llevaba mi corona y en cada escalón que avanzaba, recordaba todo. Tenía un imperio a mis pies y la verdadera reina me esperaba en la habitación.
Aquí termina el drama.
Toc toc.
Entré al lugar que tanto me gustaba, y entre la oscuridad vi a la hermosa mujer.
Caminó hacia mí mientras descubría la ropa que llevaba y el deseo recorrió mi cuerpo.
Podría caer de rodillas ahí mismo.
Su mirada se detuvo en la mía y sonrió con malicia. Yo sólo logré decir su nombre.
—Dua...
—Bienvenida a tu historia porno...mi amor.