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—Oh si, vamos, más rápido nena.

No sé si era por el efecto de esas pastillas que me dijeron que funcionaban "para el dolor de cuerpo" pero yo ahora alucinaba con su desnudez.

—Joder, joder...

Sujeté sus caderas y continué con "mi trabajo" por atrás. Mis manos presionaron ese gran trasero que tenía. Y terminé provocando un grito en la habitación.

—Cielos, ¿te desgarré algo?

Ella negó y cayó en la cama para girar sobre su cuerpo y verme. El sudor en su piel era jodidamente ardiente. Sus piernas me aprisionaron e intentó tirarme en la cama para posicionarme debajo de su cuerpo.

Sujetó mis manos arriba de mi cabeza y su pecho desnudo tocó el mío.

—Maldita sea, no te muevas mucho—me pidió.

—Jódeme lento, de ladito si quieres.

—¿Siempre dices estupideces mientras te tiras a alguien?

—Algo, eh oye—el paraíso estaba presionándome contra la cama—después de hacerlo, ¿podemos ir por un juguito? Tengo sed.

Ella evitó responderme. Colocó sus labios sobre los míos, y su lengua entró a mi boca. Me ahogué.

Dua, ¿así se llamaba verdad? Bueno, la chica de la tanga roja que ahora estaba desnuda arriba de mí, besaba como el jodido infierno.

—Hazlo perra, córrete para...

Me arrancó un gemido enmedio de mis palabras. Ay no, qué vergüenza. Se supone que yo era la que iba a domar a la alta mujer que tenía frente a mi.

Terminamos casi al mismo tiempo y el suspiro me lo robó entre la boca.

—Oye, ¿cuánto te miden los dedos?—sujeté su mano para calcular los centímetros, ella me miró extrañada.

—No lo sé, ¿por qué?

—Creo que me rompiste algo, uff que noche.

Ella estaba riendo a mi lado.

the hills › dua lipaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora