Fiesta. Sexo. Fiesta. Drogas. Fiesta. Más sexo.
Mi vida se mantenía entre ese ambiente, parecía que los fines de semana eran para siempre.
Dua se encontraba a mi lado. A ella la estaba arrastrando a ese estilo de vida, y no parecía quejarse en nada, pero ¿estábamos bien?
El humo recorrió mis pulmones y la sustancia se adhirió a mi sangre. Cuando exhalé, mis amigos parecieron celebrarlo.
—Bebé, me encantas.
Besé a Dua y ella abrazó mi cuerpo antes de ir por más vino. Desde la barra podía seguir sus pasos.
Todo parecía estar bajo algún efecto de una lente de cámara. Y escuché que un vaso cayera al suelo.
Las voces se distorcionaron, todo estaba cambiado.
Todos desaparecieron.
Miré a mi lado. Papá estaba apoyado en la barra de la cocina, con los ojos rojos inyectados con furia. Le estaba gritando a mi abuela.
—¡Jane, maldita Jane!...¡Llámala y dile que se haga cargo de su estúpida hija! ¡Hazlo mamá! Llama a Jane.
El alcohol estaba en el suelo.
Mi padre estaba llorando. Mi padre estaba furioso destruyendo todo a su paso.
Mi abuela se encontraba asustada, protegiendo con sus brazos a una pequeña niña.
—¡Maldita Jane. Maldita Jane. Mil veces maldita!
Mi padre continuaba gritando. La niña ya estaba llorando. Mi abuelo había llegado a casa.
—¡Ya no soporto esta jodida vida! ¡Ya no la soporto!
—Hijo.
—¡Déjame solo, vete! ¡que te vayas!
Mi abuelo intentó acercarse a él y mi padre levantó la mano. No, no puede estar pasando.
Huí del lugar. Comencé a esconderme. No quería verlo. Tenía miedo. Mis ojos estaban cubiertos por la lluvia. Eran lágrimas.
—Hallie.
No. Es por mi culpa. Todo es por mi culpa.
—Hallie.
Mi nombre, ¿quién me llama? Tengo miedo. Tengo que huir.
Me encerré en el baño y coloqué el seguro antes de escuchar los golpes en la puerta desde afuera.
Papá está aquí.
—Hallie, cariño.
No reconozco esa voz.
Todo gira a mi alrededor. Se hunde y se expande. Cierro los ojos y no se desvanece nada.
—Amor, abre la puerta.
¿Quién es?
—Hallie, ¿estás bien?
No sé quién es. No puede ser mamá. Ella me abandonó junto a mi padre cuando nací. Nunca tuve un abrazo de ella. Nunca vi el color de sus ojos. Nunca conocí su sonrisa. No puede estar aquí porque ella siempre quiso estar lejos de mí.
—Hallie, cariño.
Algo me arrastraba al suelo. Me obligaba a dormir.
Y caí.
Todo se quedó en completa oscuridad.