El hombre le gritó a Dua una vez más. Que valiente, mira grandulón, te comportas o te hechizo con la varita de saúco. Para algo me sirvió ver Harry Potter.
—Déjalo bebé, ya está anciano, tiene mal humor.
—¿Qué me dijiste perra?—el hombre ahora se dirigió a mí.
—Dije guau, dos veces. Amigo, no te estamos haciendo nada, pero ya nos vamos que no traje mi aerosol para "eliminar rabiosos".
—Largo de aquí, malditas hijas de puta.
—Si amigo, ya sé, soy una hija de puta, pero ¿qué más puedo hacer? Oye, ¿quieres un whiskey?
El hombre avanzó hacia nosotras.
—Vamos que el trol ya está molesto.
Abrí la puerta para que Dua entrara y vi que ella le enseñara el dedo de enmedio al hombre. Siento orgullo.
Subí al asiento piloto y vi que ella estaba furiosa. No le habían admitido el paso en un club, el hombre de seguridad estaba demasiado dolido porque intentamos burlarnos de él.
—Bebé, ¿a dónde quieres que vayamos?
—Hall, sólo pisa ese maldito acelerador y vámonos de aquí, joder—. Su tono perra me ponía.
Sonreí, y encendí el auto para hacer gruñir el motor. Aceleré un poco para huir por la ciudad.
—Hay unas colinas en las afueras de Beverly, la vista es impresionante y puedo ser tuya mientras me haces ver estrellas, ¿qué dices?
—Estoy sensible.
—Mi bebé merece cariño, ¿verdad?—aparté mi mirada del camino para verla.
—Hall, mira hacia adelante, o vamos a morir jóvenes.
Regresé mi vista al frente y sonreí. Escuché el encendedor y el olor a cigarrillo llegó hasta a mí.—Quiero ir a Toronto el próximo fin de semana, me encantaría que me acompañaras.
—Hallie, ¿cómo es que sigues conmigo?
—Porque eres tú.
Es verdad.
—Pero estabas acostumbrada a otra vida—. La vida a la que ella se refería se resumía a fiestas, putas y diversión de noche. Con drogas incluidas. Que jodida estoy.
—En parte, sigo con esa vida, la diferencia es que ahora me acompañas, y me gusta tenerte conmigo.
Disminuí la velocidad y miré por el horizonte. Ya estábamos llegando. Si.
—Te vas a aburrir de mí.
Presioné los labios y apagué el auto. No nena, no digas eso. Ella seguía fumando.
—Nena, ¿podrías bajar del auto?
—¿Me vas a dejar tirada en medio del camino?
—Bebé, sólo baja del auto...tengo una sorpresa para tí.