Es increíble, lo terca que puede llegar a ser una persona. He estado alrededor de una hora, tratando de convencer a Kelia que entre a su propio auto. Volviendo a un par de horas atrás. Kelia con la botella sobre su boca, casi derramando todo su contenido a su precioso vestido. Yo me quedé varios segundos sin hacer nada. Mi mente estaba en modo: proceso. Agradezco que nadie vio nuestra discusión. Más bien, mis suplicas a Kelia para que soltara la botella. Soy nuevo en esto, así que no sé cómo controlar a una persona ebria. Ahora es media noche y aún no acaba la fiesta, así que es un verdadero problema evitar que no vaya corriendo por otro vaso de alcohol.
― Vamos, Kelia, solo entra al auto. Hace frío, nos estamos congelando aquí afuera. ― Me abrazo a mí mismo, intentando de mantener el escaso calor en mi cuerpo, y creo que ella debe estar peor, solo lleva aquel vestido rojo, y de vez en cuando tiembla.
― ¿Que? No, la fiesta aún no acaba. ― sus palabras son evidentes de que está absolutamente ebria, cada cuando hipea y arrastra las frases. De pronto introduce mano en su escote con total confianza.
Desvío la mirada, rojo de vergüenza.
― D-dios, Kelia ¿Qué haces? ― digo, con la mirada puesta en el poste izquierdo del estacionamiento. Ah, mira, una polilla se acaba de electrocutar. Veo como cae, inerte. Fuiste bueno, amigo polillita.
― ¿Qué crees que estoy haciendo, idiota? ― me encojo por lo rudo de su voz. Al parecer el alcohol vuelve a Kelia un tanto agresiva. Veo de soslayo como revuelve dentro de su escote, hasta escuchar un suave tintineo. Alza su brazo hasta sacar un par de llaves con un brillante llavero. ― puedes mirar, Peter. ― avisa con voz aburrida.
Dejo de mirar como dos polillas del poste se reproducen con fervor, para concentrarme en Kelia. Esta meneando las llaves en aire con expresión burlona.
― te daré las llaves, sí tú me dejas en paz una vez y te vas.
Frunzo el ceño, algo herido y confundido. De verdad quiere deshacerme de mí, como si fuera un niñito, una carga de la que eliminar para que ella siga divirtiéndose. En un movimiento voluntario mi labio inferior sobresale, analizando que hacer. Como dije soy nuevo en esto. Podría llamar a alguien para pedir ayuda. Humillantemente la primera que aparece en mi cabeza es mi madre. Dios ¿Qué tan falto de amigos debo estar para pensar en mi mamá para cada cosa?
― ¿Entonces como volverás a tu casa? ― me cruzo de brazos por el frío, pero finjo que es para verme más intimidante.
Kelia chasquea la lengua, restándole importancia. ― tch, yo que sé, ahí veré que hago. Perdí toma mi dignidad con Christian y Valerie, tal vez los llame para que me lleven a casa. Mi dignidad ya está por el subsuelo, no me importa enterrarla aún más.
Quedo en silencio con la alusión de mi prima y su novio. No puedo evitar sentirme un poco culpable por los actos pocos nobles de Valerie.
Está bien. Ella ganó. Los mayores siempre tienen razón y los menores dejen agachar cabeza. Suspiro para vislumbrar mi derrota. Bajo la cabeza.
Kelia baja la guardia, y coloca los brazos como jarras en sus caderas. Las llaves quedan flotando en su dedo izquierdo. Noto como se balancean de un lado a otro. Burlones por no tenerlas en mi poder. La chica también suspira y esa es mi señal para correr hacia ella. Bueno, exagero, pero actúo rápido. Planto dos fuertes zancadas hacia ella, distrayéndose por el ruido. Alza unos centímetros los brazos, dando pase libre a las llaves en su mano. Con un giro ágil las quito de su poder y la alzo como un niño pequeño, celebrando mi victoria.
― ¡ladrón! Gritaré a la escuela entera que robaras mi auto, Peter ― se queda en su lugar, hablando con voz firme y lo más elegante que su ebriedad le permite. Me duele que no forcejee conmigo para quitarme las llaves. Eso refleja su confianza en que cederé con sus palabras ¿tan susceptible luzco?
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Menor Que Tú.
Teen FictionSé que pensarás que es una más de las historias cliché, pero en las demás hay un patrón que a pesar de ser populares, hay un patrón que hay que romper y desencadenar. Kelia se ve muy marcada por ese patrón, ideal. El alto, ella bajita. El hombre...