Capítulo 6

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Siento un embriagador calor constante y templado, que me envuelve en una seguridad que no había sentido jamás ¿Donde estoy? Abro los ojos, los rayos chocan con mis ojos haciendo entrecerrarlos un poco para no quedar ciego ¿Qué hora es? Observo el reloj aún costado, ocho de la mañana. Bajo un poco la mirada para encontrarme con Kelia aferrada a mi pecho, sus ojos cerrados y su respiración seguida de diminutos suspiros.

La noche anterior, nos quedamos conversando un poco más después de mi desfrenado desahogo emocional. Invite a que viéramos una película y al parecer es lo único que recuerdo, porque me quedé dormido.

No quiero despertarla, sería lo peor por ahora. Saco con delicadeza los frágiles brazos de Kelia  de mi cuerpo para dejarla yacer sobre el sofá, y colocar una manta sobre ella.

Subo las escaleras, para tomar una ducha y cambiarme ropa mucho más cómoda ¿Querrá Kelia cambiarse también? Vacilante, tomo lo primero que encuentro en mi armario y me la llevo. Me paro ¿Y si le llevo ropa de mi madre? Digo con un nudo en la garganta. No. A Valerie le encanta robarme ropa, supongo que a ella no le molestara andar con ropa tan ancha. Me dirijo a la pieza de mi madre, su cama se encuentra absolutamente ordenada y me invade un sentimiento de vacío.

Me quedo en mi habitación ¿Donde estará? Tal vez fue a pasar la noche donde la Tía Valentin o tal vez se fue de viaje a sí nada más, no quiero pensar que fue así sería muy egoísta de su parte.

–– Hola.

Me giro hacia la puerta para ver a la chica apoyada en el umbral, la cola de su vestido recae sobre el suelo y su cabello esta algo desordenado, provocando una pequeña risa de mi parte. No sé si se ve divertida o adorable, pero con el paso de los segundos mi risa aumenta.

–– ¿Qué?¿De qué te ríes? –– Pregunta, divertida. Se acerca y se sienta en mi cama, sus ojos empiezan a viajar por todos lados, cada espacio de mi habitación, para luego terminar y sonreír. –– Tienes una muy bonita habitación.

–– Gracias. Eh...Kelia, si quieres puedes ducharte, cambiarte. –– hago un ademán a la ropa.–– y tal vez desayunar, si no te molesta.

Se levanta de la cama, y se me acerca para tomar mis manos envés de la ropa, mi ojos buscan los suyos por repentino tacto, pero los de ella sonríen, sus ojos están alegres y melancólicos a la vez.

–– Recuerdo lo de a noche, Peter. –– su manos expanden su territorio, subiendo lentamente por mis brazos desnudos hasta llegar a mis hombros cubiertos por la tela de mi camisa. Mi respiración comienza a agitarse, poniéndome extremadamente nervioso, sus ojos no se despegan de los míos y su tacto trasmiten sentimiento irreconocible. –– Cuentas conmigo ¿Si? –– Asiento, sus dedos suben por mi nuca y acarician mi cabello. Cierro los ojos por el contacto placentero y amainador, para luego sentir los fríos labios de Kelia sobre mi mejilla, un beso dulce y largo, que me recarga de energía positiva y amor.

Abro los ojos  y observo sonreír a Kelia con una sonrisa distinta, pero en el buen modo. Para luego alejarse, tomando la ropa y encerrándose en el baño más cercano. Parpadeo varias veces, tratando de asimilar la situación ¿Acaba de besar mi mejilla? Lo sé, besar mi mejilla no es nada, pero de la manera que lo hizo...fue especial, distinto ¿o yo me habré inventado todo eso? Un efímero escalofrío me recorre, para soltar un alarido extraño. Tal vez debería preparar el desayuno.

Bajo nuevamente las escaleras y dirigirme hacia la cocina. Mis ojos se encuentran con aquella carta donde mi mente no demora en rememorar la noche pasada. 

Dejando la carta en el suelo y de lado. Preparó el desayuno, compuesto de frutas y tostadas, con café. Mis músculos están tensos por lo de anoche, tal vez algo me haga relajarlos. Prendo la radio donde se escucha la dulce voz de una cantante desconocida para mis oídos, para solo lanzarme al sofá y cerrar los ojos, sentir como filtra la música mi interior y lo revive de positivismo.

Menor Que Tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora