Capítulo 8

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Mis ojos se abren de parte en par, sorprendido por toda esta situación. Mis manos algo inquietas, toma de las mejillas a Kelia, para separarnos, sin embargo ella tironea mi camisa aún más. Frunzo el ceño y la miro extrañado ¿Qué hago? Los ojos de Kelia se mantienen forzados y cerrados, mientras que sus labios buscar furtivamente los míos, con una desesperación, pero no de anhelo si no de frustración.

Suavemente me alejo, soltando nuestros labios de uno del otro. Mis ojos viajan a todas partes de su rostro, buscando algo que la delatara y me diera una pista de porque hizo eso. Mi cabeza inconscientemente voltea para encontrame con Christian y Valerie, mi prima mira con rabia destellando a través de sus ojos y Christian sólo con una mirada fría e indiferente. Hay algo en él que no me causa ni la más mínima gracia.

Un sentimiento amargo se instala en mi pecho, mezclando diversas emociones, predominando la rabia.

―¿Ahora buscas refugio y te desquitas con un niño de preparatoria? Wow, Kelia, no tienes límites. ― Vuelvo hacia Kelia que se ve completamente humillada y avergonzada, pero no tiene ningún derecho a sentirlo.

La observo atentamente, con las cejas fruncidas. Tiene un torbellino hecho en su mente, lo suficientemente grande como para prestar atención a Christian. Imitando su condición, solo salgo de aquella ridícula escena, intercalandome entre pasillos, hasta perderme. 

¿Qué fue eso? Probablemente, una acción de despecho. Bufo ¿por qué me tenía que meter a mí en su lío? Estaba bien aconsejarla y animarla entre sus líos ¡Pero no quería ser parte de ellos! Básicamente me uso para llevar a cabo su acto de despecho. Pateo el aire con rabia. Ni siquiera merece tanta atención ese tal Christian. Estúpido. Son todos una bola de egoístas. Que se jodan.

Arrastró mis pies, no quiero volver a la clase de matemáticas, simplemente no quiero. Ya aburrido de arrastrarme por los pasillos, decido sentarme en el suelo, sobre uno de los casilleros.

Tomo mi cabeza, entre mis manos, para revolver el cabello y soltar mis hombros. Me preocupa el hecho de que estaré sólo ¿Qué ocurre si vuelve a pasar? Si vuelve el ataque de pánico, todavía no aprendo a controlar mi mente sobre mi cuerpo, la única forma es algo lo cual pueda aferrarme.

Siento unos ligeros pasos hacia a mí, para luego sentir como su espalda se desliza por los casilleros hasta caer en mi lado. Nunca hemos conversado seriamente, pero parece que ya es hora.

― ¿Estás bien? ― Sonrío, apenado. Me vuelvo hacia ella para ver su trenza caer sobre su hombro de forma delicada y suave. Emily, es la hermana de Dylan, así que un tengo una especie de cercanía, literal, ya que es mi vecina.

―Claro ¿Porque habría de estar mal? ― digo, sintiendo un amargo sabor en la boca. Ella simplemente queda con una ceja alzada y una cara de: ¿En serio?

― Vamos, no tienes que fingir estar bien ― aprieta sus mejillas, para formar una sonrisa, haciendo aparecer dos pequeños hoyuelos en ellos, dando una aire de preocupación y ternura.

― ¿Tan trasparente soy?― Juego con mis dedos.

― Tanto que puedo ver tus órganos. ―  con solo imaginarlo, me produce un cierto asco divertido.

― Puaj ― Digo,  arrugando mi nariz.

Emily ríe, mientras se acomoda mejor en su lugar.

― ¿Qué haces fuera de clases? Se supone que tus salones están al otro lado de la escuela. ― Apoyo mi cabeza sobre los casilleros, para dedicarle una mirada despectiva.

Emily se sonroja levemente, para huir de mi mirada y comentar irónica: ― Que sea dos grados menor que tú, no significa que estos pasillos estén prohibidos para mí.

Río sin ganas, para luego ser expectante de un silencio cómodo. Disfrutando de la tranquilidad de los pasillos en clases.

― Entonces...― Emily rompe el hielo― Solo quería decirte que Dylan y yo somos muy conscientes de lo que te ocurre, tu madre, los viajes, tu padre y los ataques de pánico― me siento sorprendido y avergonzado, que salgan esas palabras, en la boca de otras personas. Hace ver mis problemas tan pequeños y superficiales, pero, a diferecia de como lo veo en mi mente, de mis problemas. Tan grandes y traumáticos. Me hacen sentir que soy débil.

― No queremos ser espectadores de como sufres, así que...¿Por qué no pasas la tarde con nosotros? Sería genial, Dylan también es algo solitario, si no fuera por sus libros y cómics.― sonrío al escuchar lo de Dylan.

Y Dylan se las invierte de lo más social posible.

Pienso. Mantendría la mente ocupada, lejos de mi madre y sus viajes.

― Tal vez... ―No sé porque digo eso, siendo que muero de ganas de ir, arrogancia, tal vez.

― Bien, solo piénsalo, te estaremos esperando. Lleva películas si quieres, nos gustan las de comedia ― Asiento, con una sonrisa en el rostro. Emily se pone de pie, y limpia sus pantalones, para voltearse y darme una sonrisa ―  Adiós.

― Adiós― murmullo, antes de perder de vista esos ojos felinos.

Asistí aquel encuentro, y no me arrepiento. Al llegar, Dylan y Emily me recibieron, vimos una película y luego nos dedicamos a jugar videojuegos, para que luego de unas horas cayeramos sobre nuestro peso del cansancio.

La mañana siguiente nos fuimos juntos a la escuela, hasta llegar a la puerta principal y que la castaña se fuera a una clase en particular, mientras que Dylan y yo compartimos la mayoría de las clases, y química era una de ellas.

― No me dio el valor de decírtelo antes...―la seriedad de su voz, me da el incapie para caminar más lento y escucharlo con más atención―Pero...vi lo que ocurrió ayer en el campo de fútbol, junto a unos árboles.

Me toma tiempo, entender a lo que se refiere, así que sigo indagando ― ¿A qué te refieres? ― preguntó, despreocupado.

Dylan me da una mirada nerviosa ― Ese beso. La nueva profesora de biología y tú...

Mis pies de detienen abruptamente, hasta girarme hacia él. Nadie se puede enterar de eso, la profesión de Kelia y mi reputación están en juego.

― Tranquilo...no diré nada― dice rápidamente al ver mi reacción. Suspiro. No dijo nada más al respecto así que por deducción dejamos el tema hasta ahí.

Seguimos caminando, hasta escuchar unos tacos caminado a lo largo del pasillo, entre los estudiantes, me recuesto en mi casillero. Esperando a que venga hacia mí, se disculpe por lo del beso con sinceridad y que me diga que volvió todo a la normalidad. A medida que los zapatos se hacen más cercanos de nosotros, al verla, ella solo me dirige una limitada mirada, para solo seguir caminando, como si realmente nada hubiera pasado.

Menor Que Tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora