Matemáticas. Me toca matemáticas, creo que el universo abarcó toda la mala suerte esta semana. Mi madre no ha vuelto desde que vi aquella carta, y hoy es lunes, han pasado alrededor de dos días y he tratado de controlar y convencerme que volverá, aunque no puedo decir que la ansiedad no me está carcomiendo al paso de cada minuto.
Tomo mi mochila, y observo el salón, vacío, puedo elegir cualquier lugar, pero no mi compañero. Vacilante tomó el último del rincón, no soy tan alto para que Rowling me vea. Camino hacia allá, mientras escucho la campana, tomo asiento y espero. Rápidamente todo se va acoplando de gente y por último la profesora.
Los que ejercicios no tardan en llegar, así que procedo hacerlos con rapidez, leo el problema final, una y otra vez, pero mi mente no procesa, ni concluye para analizarlo. Nuevamente repaso cada una de las letras, pero nada calza, como si todo en mi mente fuera una mancha bizarra. Confundido por la situación, frunzo el ceño, intento por última vez, pero mi desconcierto me provoca diversos escalofríos por mi espalda. Trato de ajustar mi vista en la página, que ahora no es más que palabras flotando en el pálido papel, flotando de aquí allá, moviéndose y alternándose.
Mi respiración se agita, severamente, para luego volverse incontrolable. Vuelvo a mirar aquella página, ahora no es más que una enorme mancha bizarra. Levanto la vista y veo, siento un nudo de sonidos y rostros, ninguno claro.
― Hey, ¿Estas bien? ― una voz lejana, me habla pero no comprendo ninguna de sus palabras. Mis manos se harán polvo de tanto que tiemblan, junto a mis piernas. Una sensación de aprieto y desesperación, me envuelven, sabiendo inmediatamente que debía salir de ese lugar, no importara como. Me levanto a tropiezos y caigo de lado sobre algo, el hecho de que no distinga absolutamente nada es perturbador. Mis pies inestables caminan hacia la salida, donde de manera abrupta la abro con mi palma.
La respiración desaparece de mis pulmones, sin permitirme respirar, me apoyo sobre una pared del pasillo y observo mi alrededor. Mi lucha por respirar es constante, sin parar, tratando de capturar algo de oxígeno en ellos, la sensación de miedo no tarda de asistir, escapando pequeños gemidos de temor.
― ¡Hey! ¡Hey! ―. La puerta del salón se abre, saliendo de el la imagen distorsionada de Dylan, lo identifique por sus lentes y gorra. Su expresión no es diferente a la mía, yo agarro con mi puño el pecho de mi camiseta, mientras se acerca con rapidez. ― ¿Peter? ¡Peter! ¡¿Que tienes?!
Yo sabía que tenía, simplemente no podía en ese momento controlarlo. Un ataque de pánico no es fácil de controlar si no tienes la persona correcta a tu lado, una que baje todas esas barreras de temor y entable la seguridad en tu interior.
Las manos de Dylan fueron a mis brazos y los bajaron de mi pecho. Mi respiración no podía con más, el miedo de saturaba cada uno de mis poros, arrebatando cada pizca de paz y tranquilidad.
―No pued...No puedo...respirar. ― Nuevamente agarro mi pecho y con mi palma de la mano, zobo mi pecho, como si de otra manera u otra eso me ayudaría un poco.
― Lo sé, lo sé. Bien, ahora repite conmigo― Frunzo el ceño, confundido ¿Que pretende hacer? ― Inhala, exhala. Peter obedece. ― hago lo que dice, sin tener muchos resultados. ― De nuevo, Inhala, exhala ― obedezco, pero niego con la cabeza.
― Esto...No resultará. ― digo, exaltado. La mayoría de las veces que me dan ataques de pánico en público, lo único que me dicen es "Cálmate" "Piensa que no está ahí" ¿Qué? ¿Ellos piensan que con eso desaparecerá? ¿Así por magia?
― Si lo hará, ahora inhala, exhala. ― Repito el ejercicio, tratando de dominar mi mente, logrando amainar un poco mi interior. ― Inhala, exhala. ― El respira tranquilamente y yo trato de imitarlo ― Hey, tu madre está bien ¿Si? Tranquilo. Ella está segura― Ni la menor idea que porque el sabe tal cosa, pero esas palabras me tranquilizaron lo suficiente para calmar mi pulso. Me la imagino en un hotel, feliz, llevando a cabo su trabajo.
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Menor Que Tú.
Teen FictionSé que pensarás que es una más de las historias cliché, pero en las demás hay un patrón que a pesar de ser populares, hay un patrón que hay que romper y desencadenar. Kelia se ve muy marcada por ese patrón, ideal. El alto, ella bajita. El hombre...