Capítulo 24

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Capítulo 23.

Revuelvo mis cosas en la mochila, para separar el pijama prestado de Dylan y colocarlo sobre la cama de Emily. Sigo colocando cosas, hasta que termino por guardar todo y cerrarla.

Después de la confesión de Dylan, decidí quedarme a dormir. En sus ojos vi que se sentía solo al confesar su dilema. No pude simplemente cenar junto a sus padres e irme. Sería como huir, y la verdad es que una parte de mí quería huir. Era nuevo en esto de las confesiones amorosas. Con Emily fue un desastre, casi arruinó mi amistad con Dylan, que luego desencadenó esto. Así que para que no ocurriera lo mismo quiero dejar pasar todo esto. No ignorarlo, pero sí hacer como que nada cambió en nuestra relación. Seguimos siendo amigos, aunque a veces nos tiremos miraditas.

Me quedo con la mochila en la mano. Eso es lo que hacen los amigos ¿verdad? Digo...no sé, me siento algo a la deriva con respecto a Dylan, tendré que fingir como sí nada haya cambiado. No sé que pensará Dylan, pero en la cena de anoche me trató con total normalidad, hasta lo sentí más cercano ahora que sé su secreto.

En la cena. Cada vez que veía el rostro de unos de los señores Black. Mi mente me llevaba a su habitación. Dylan sobre mí, su mano sobre mi cuello y sus labios recorriendo mi piel.

La señora Laura me preguntó varias veces porque tenía la cara tan roja ¿Qué le podía decir?

Ay no señora Laura, no se preocupe, solo estaba recordando como su hijo metía su lengua en mi boca.

Agito mi cabeza para quitar tales pensamientos. De solo recordarlo ya estoy rojo nuevamente.

Tomo el pijama de Dylan, para caminar unos pasos hasta dar con su habitación. Dormí en el cuarto de Emily. No tuve agallas para dormir en la misma habitación que Dylan. Me detengo a observar cómo limpia y ordena su cama, para que con el paso de los segundos note mi presencia.

Me sonríe.

―Hey ―le imito el gesto y agito su pijama en el aire ―te vine a devolver esto― me acerco a él y dejarlo a un costado de su cama.

―gracias―musita.

Vuelvo a mi casa, con la compañía de Dylan. Se ofreció muy amablemente a traerme con la condición de que lo invitara una copa de helado de chocolate. Mientras caminamos unos pasos. Dylan me comenta algo y yo estallo en carcajadas. Saco la llave y abro la puerta. Mi sonrisa se apaga al instante.

Veo hacia el interior, totalmente iluminado por los rayos a través de las cortinas. Mi madre esta con el rostro delirantemente estoico, sus cejas oscuras inmóviles y labios fruncidos. Mi corazón comienza a bombear con fuerza. Esta sobre su silla y debajo de ella, sus tobillos cruzados, con las manos entrelazadas. Pero eso no fue lo peor, por que junto a ella se encuentra el angelical rostro de Kelia, igualmente serio, pero con toques de tranquilidad. Sentada, una al lado de la otra, como si hubieran estado esperándome por horas, mientras se mascullaban elementos sumamente secretos.

Dylan y yo nos paramos en seco junto al umbral de la puerta.

―Peter―introduce mi madre.

Mierda.

―Eh ¿Dylan?―le digo entre dientes, mirándole por el rabillo del ojo.

―¿si? ―musita.

―Creo que me tendrás que cobrar ese helado otro momento.

―Claro.

Eso fue suficiente para verlo salir corriendo hacia su hogar.

Dejo mi mochila a un costado de la sala y me tomo el tiempo de cerrar la puerta lento, para aplazar esta conversación lo mas posible. En ese lapso de segundos, intento crear todas las hipótesis posibles de porqué Kelia está aquí. Después de haber hecho lo que hizo. Verla tan tranquila. Como sí no fuera responsable del balde de lágrimas que derrame por ella. Por su traición. Por no consultarme, por ni siquiera ser digno de su piedad. No puedo llorar aquí. Ni por tristeza. Ni por rabia. Suspiro, para calmar mi fuego interior, y no comenzar a gritar como loco en la sala. Vuelvo a suspirar, más amainado. Me volteo hacia ambas y arrugo mis cejas hacia Kelia, que se muestra muy tranquila.

Menor Que Tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora