Capítulo 25

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Capítulo 25.

Me coloco la ropa más decente que encuentro en mi armario. Una camiseta y un jeans negros. Me pongo una sudadera y peino mi cabello frente al espejo. Me sorprendo echandome perfume, tal vez demasiado como para percibirlo a metros de distancia. Pero no me culpo. Me traicionan los nervios. Más que nervios, es algo de incomodidad, por que no sé si realmente quiera volver a hablar con ella. A solas. Sobre nosotros.

Toda la ira que siento por ella sigue ahí. Estática. Pero en fondo, estando cubierta por un sentimiento de tranquilidad y templanza por todo lo que ha hecho por enmendar su error. Así que dejo que esos sentimientos queden como están, ya que de lo contrario, nuestra convivencia no sería agradable.

Bajo y le doy un vistazo a mi madre antes de salir. Que está con sus lentes para leer y muchos papeles en las manos.

― Mamá, iré. Volveré para el almuerzo―Anuncio.

Mi madre levanta los ojos de los papeles.

―Que te vaya bien.

Le beso en la frente y salgo de casa.

Con Kelia quedamos en la cafetería del centro. En la cafetería Santos. No queda muy lejos de aquí, por lo que decido ir en el trasporte público hacia allí. Una vez llegado, decido mandarle un mensaje a Kelia.

He llegado ¿y tú?

Me responde de inmediato.

No, voy cruzando la calle.

Veo por el ventanal que da a la calle, y efectivamente está cruzando hacia acá. El viento hace ondear su largo vestido floreado, con un corte en el costado, permitiendo que salga su pierna derecha a la vista al caminar.

Entra y me ve al instante. Sonríe y agita la mano. Le respondo el gesto con un movimiento de cabeza. Se me acerca y dice:

―¿Nos sentamos? ―Pregunta, apuntando una mesa al rincón de la cafetería.

Obedezco y nos sentamos.

Oteo su cabello, esta rizado en las puntas de una forma muy natural. Se muy brillante al moverse sobre sus hombros y acariciar su cuello. Creo que le ha crecido unos cuatro centímetros desde que la conocí. Osea hace ya prácticamente un año.

Se mueve con rapidez y saca algo de su bolso de cuero. Lo observo y recuerdo que es el mismo que llevaba el día de la fiesta, también donde nos conocimos.

Coloca los documentos sobre la mesa y me los acerca.

―Ahí está todos los datos, direcciones y fechas para que des el examen de admisión ― Dice.

Los tomo y examino cada papel. Daré el examen en la preparatoria pública de la ciudad. El lunes. En la sala de matemáticas. A las doce horas. Tengo dos horas para realizarlo.

Viajo hacia Kelia y le doy una media sonrisa.― Gracias ―mascullo.

―Te lo debía ― responde antes de ser interrumpida por el camarero, preguntando por nuestro pedido.

Pedimos unos cafés americanos y unos trozos de pastel. Yo de chocolate y ella de lúcuma.

―Bueno, supongo que eso era todo―Digo, intentando parecer sereno.

―No ― confiesa. Arrugo mis cejas. Ella suspira ―Creo que tienes el derecho de saberlo.

Coloca los mechones de cabello detrás de sus orejas. Se ve linda con el cabello así.

―¿Saber qué?― digo, turbado.

Exaspera y entrelaza sus dedos sobre la mesa. Está nerviosa, o más bien, ávida.

―Me iré ―hace una pausa ― a Inglaterra. Haré un intercambio por un año. Me hará bien, supongo ― me estudia con la mirada ― después de todo, hace mucho tiempo que nadie me quiere aquí. Ni yo.

―¿cuando te irás?

― a fin de mes ―responde.

Me quedo observándola. se irá. Fin de mes es en dos semanas más. Me alegra el saber que por lo menos si asistirá al baile de graduación. Pero yo no podré ir, ya que fui expulsado de la escuela.

Solo podría ir de invitado.

―¿Irás al baile de graduación? ― le pregunto.

Ella asiente.

Nuestros pedidos llegan y nos disponemos a comer.

―Te quería invitar ― levanto la mirada de mi café hacia ella ― es injusto que no vayas.

―¿Te refieres hacer pareja de baile? ―Pregunto con la boca llena de pastel.

― Sí ¿por qué no? ― toma un sorbo de su café, sin despegar sus ojos de los míos ― Sería lindo.

Me imagino llegando juntos al baile. Sé que Dylan no aprobaría eso, no después de saber toda la historia. Mi madre le gustaría que fuera con Kelia, por alguna razón le pareció una buena chica. A Valerie le daría igual, como absolutamente todo. Y a Emily, no lo sé, no creo que esté aquí para el baile.

―También haré lo posible para que te gradues. Haré unos movimientos en la escuela. Lograré convencer a la directora. ― Continua.

― Te lo agradecería ― respondo.

―Te lo repito. Te lo debía.

Nos quedamos en silencio unos minutos mientras comíamos, hasta el punto de volverse incómodo, así que rompo el hielo al instante:

― ¿Luego volverás? Me refiero, después de Inglaterra ― Le miro, preocupado. Pero al ver sus ojos, seguros. Sé que dirá que volverá aquí. Eso me provoca un gran alivio.

―Sí, y seguiré trabajando de practicante en la escuela. Trabajando y estudiando al mismo tiempo. Es duro. Pero no imposible. ―Juega con las puntas de sus cabellos.

―Claro ―digo sin saber que de responder.

Medito. Tomaremos caminos separados. Ella se irá a Inglaterra y yo me iré a la universidad. No creo que nos volvamos a ver, al menos no después de un bueno tiempo. Aprieto los labios. Será duro saber que está tan lejos de mí, a tantos kilómetros y que no podré ir tras ella. Pienso en lo que dijo Dylan. Que éramos una pareja tóxica. Se supone que las parejas tóxicas se compone de dos individuos tóxicos. Entendía porque Kelia era tóxica. Sí, porque ella me lastimaba y luego me pedía perdón como si no me estuviera rompiendo el corazón, porque era egoísta y por sobre todo, porque ella no me amaba como yo lo hacía.

Hasta ahora no me había dado cuenta cuál era mi toxicidad, pero creo que la descubrí. Era dependiente. Tan dependiente que la perdonaba sin pensar en el daño que me estaba haciendo. Siempre de algún modo estaba tras ella o pensaba en ir tras ella. Siendo consciente del daño, pero no queriendo verlo. Y sobre todo, porque la amaba demasiado aún para imaginarme mi mundo sin ella.

Era tóxico lo que estaba pensando. Logré dimensionarlo. Pero no puedo seguir pensando así. No es sano.

Vuelvo a ella. Tan guapa y atenta a mis movimientos que siento nostalgia por ella. Por nosotros.

―Acepto ir contigo al baile― Le anuncio y me responde con una sonrisa.

Pongo como nota mental que desde ahora, por más que quiera a Kelia, no puedo volver a caer en sus redes. En ser nuevamente dependiente de ella.

―Nos la pasaremos genial.

Menor Que Tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora