UNIDOS II

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Pasó hace casi una semana. Una voz retumbó en su cabeza como un martillo mientras estaba acurrucada en el hombro de Damian. Advirtiéndole de lo que se avecinaba.

Lo ignoró. Bueno. Intentó ignorarlo. Pero esas palabras quedaron calcadas en su mente. Repitiéndose una y otra vez. Sin parar.

Hola de nuevo, niña. Bonita familia. Qué pena que pronto todos desaparezcan...

-¿Mamá?

-¿Hhmm? - despertó de su trance para mirar al niño curioso que la miraba.

-Nada - el chico copió la sonrisa de su padre en sus labios y volvió a apartar la cabeza - solo estabas ausente - aclaró mientras ella giraba el volante.

Rachel se obligó a sonreír ante la viva imagen de Damian para volver a centrarse en la carretera.

"Pronto todos desaparecerán... "- esbozó una mueca.

-¡Mamá!

Un grito ahogado de ayuda le llegó desde el jardín mientras preparaba el almuerzo. Se detuvo al instante para escuchar.

-¡Mamá! -volvió a oír más alto esa tranquila voz.

-¡SAM, MERY! - gritó tirando la cuchara y corriendo hacia el jardín.

Rachel se detuvo en el marco de la puerta para volver a respirar. Las palabras de su padre volvieron inmediatamente a su cabeza. Nada peor que el grito angustiado de tu hijo para sacarte de tus cabales.

Buscó con desesperación con la mirada a los niños.

Sam estaba parado en medio del jardín. Parecía totalmente relajado. Con los ojos mirando hacia arriba y unas finas lágrimas cayéndole por las mejillas.

-¡Sam! - gritó al verlo. Pero su hijo no se giraba hacia ella. Solo miraba hacia arriba.

Avanzó unos pasos hacia él mirando hacia dónde Sam miraba.

Mary flotaba en el aire. Con sus grandes ojos verdes sustituidos por cuatro ojos rojos afilados de los que caían dos lagrimas.

La niña se mantenía inmóvil, con los brazos extendidos y a unos cuatro metros del suelo. Rodeada de un aura roja y negra con toques verdes.

-Mamá... - balbuceó.

-¡Mary...!  Oh, Dios, no...

Rachel corrió hacia Sam y lo volteó.

-Sam, escúchame - dijo firme limpiandole las lagrimas con la mano-llama a tu padre. Tu hermana estará bien.

El niño asintió, se limpió la cara con la manga de su chaqueta y corrió hacia la casa.

Rachel lo vió desaparecer por el pasillo, se giró hacia su hija. Totalmente fuera de sí.

Apretó los puños y se elevó en el aire.
Voló hacia la niña, que seguía reclamando a su madre.

-Ya estoy aquí, Mary. Tienes que tranquilizarte - la cogió por las muñecas- Tienes que luchar. No dejes que esto te gane.

Las lágrimas del rostro de la pequeña fueron detuviendose. Los ojos rojos de su frente se difuminaron y volvió el verde.

Mary se lanzó inmediatamente a los brazos de su madre para romper en lágrimas en su hombro.

Rachel analizó la situación mientras le acariziaba su corto cabello y descendían al suelo lentamente.

"Solo ha sido una falsa alarma...Están bien... "

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