—Tienen todo lo que necesitan en el refrigerador, pueden ir al mercado si se les acaba, hay suficiente dinero en la tarjeta que les dejaremos, Matt estará unos días con ustedes y espero que lo cuiden bien —papá habla revisando su celular y arrastrando la maleta a la entrada—. De todas formas Callie será nuestros ojos y oídos, no hagan tonterías, chicos.
—Hay un botiquín de primeros auxilios en el baño, la televisión no tiene control parental pero les juro que sí me entero que estuvieron viendo esa serie sangrienta llena de pornografía no los dejaré ver tele nunca más —advierte mi padre mirándonos seriamente. Hunter y yo estamos frente a él derechos y firmes como dos solados rumbo a la guerra—. Pueden invitar a sus amigos el fin de semana pero nada más, los días de semana son para estudiar. Harán sus tareas y nada de llegar tarde.
—Y cero chicas a la casa, Hunter Dallas —farfulla papá mirándolo amenazante—. Lo sabremos sí lo haces, y de regreso te pondremos un bóxer de castidad y le daremos de comer al perro de los vecinos con la llave, quiero que respetes esta casa.
—¡Sí, señor! ¡Nada de traer chicas a la casa! —hace un saludo militar y regresa a su posición.
—Y Harriet, lo mismo para ti, sabes lo que pensamos —me miran a mi—. No te metas en problemas.
—¡Señor, sí, señor! —hago mi respectivo saludo y me mantengo firme.
—Permiso para descansar, Señor —solicita Hunter.
—Ya dejen de payasear —papá rueda los ojos y nos da un cariñoso abrazo a ambos—. Cuidense, mis bebés. No duden en llamarnos, ¿de acuerdo?
—Los amo —mi padre nos besa la cabeza y toma su maleta para ir hacia la puerta y lanzarnos un ultimo beso antes de partir.
Hunt y yo nos despedimos con la mano y cuando escuchamos que el auto ha emprendido marcha saltamos entusiasmados. Es la primera vez que estamos solos en casa por tanto tiempo, nunca habíamos pasado ni doce horas sin nuestros padres.
—Hunter, tenemos que hacer una fiesta, sí no hacemos una como en las películas voy a llegar a la vejez arrepentida, lo juro —digo rápidamente.
—Ya habrá tiempo, no te preocupes —ríe tirando de mi muñeca para apegarme a él y rozar su nariz con la mía—. No creo que hayan impedimentos ahora.
—¿Eso crees? —río antes de que se acerque para besarme.
—¿Qué hacen? —ambos giramos la cabeza hacia Matty, él está junto al sofá mirándonos con curiosidad.
Volvemos a vernos, Hunter petrificado y yo conteniendo una risa.
—¿Qué hacen? —imito su tono de voz en un susurro para que solo Hunt me oiga.
—Tienes un moco —masculla bajo—. Sep. Dejame ayudarte, hermanita, para eso estoy.
Me río con ganas y me alejo de él para ir con Matt.
—¿Ya no tengo nada? —le pregunto acercandome a él.
Niega con la cabeza:—Nop. Te ves bien, Harriet.
—Gracias, cielo. ¿Quieres algo de comer? —le pregunto acariciando su cabello. Él asiente entusiasmado y sonrío para tomarlo de la mano y dirigirlo a la cocina, pasando al lado de Hunter, hasta aquí siento su frustración.
Le preparo un sándwich a Matt mientras él me observa con atención desde la mesa meciendo sus pies en el aire, Hunter no tarda en llegar y recostarse del marco de la muerta sumándose a Matt para mirar como hago algo tan básico como poner lechuga, queso y tomate entre dos rebanadas de pan.
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El secreto de los Dallas.
Teen FictionCualquiera diría que ser hija de una pareja homosexual en medio de Minnesota es el sueño, pero no cuando son dos sobreprotectores que te tienen bajo su lupa las veinticuatro horas, al menos es lo que se repite Harriet a diario. Su vida está restrin...