16| Reese y Owen [Especial]

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Reese abraza a su prometido por la espalda, acariciando suavemente su vientre y dejando descansar el mentón en su hombro, Owen sonríe pacíficamente cuando le deja deja un beso corto en la cien. Están en una pastelería viendo el catalogo que les ofrecen para escoger un pastel, sin negar que todos son hermosos ellos desean algo más original, luego de ojearlo unos minutos más realizan el pedido dando los detalles que quisieran cambiar e incluir en su pastel.

—Que sea de chocolate —le susurra Owen mirándolo por el rabillo del ojo.

—¿Chocolate? Lo tradicional es la vainilla —le responde igual forma.

—¿Hablaremos de lo tradicional?
Reese lo mira con la boca entre abierta y observa como su enamorado refleja una sonrisita de cejas alzadas.

—Chocolate entonces —le sonríe con resignación, se gira al chico que está tomando su pedido y este lo anota en una libreta.

—¿Algo más que deseen en su pastel? —pregunta amablemente, como hubiese deseado Reese que no dijera eso.

—¡Fresa! —exclama Owen prácticamente dando un salto hacia él, logrando que se le escapara una pequeña risa.

—Claro, pero tiene un costo adicional —aclara el joven trabajador de la pastelería.

—Costo... ¿adicional? —murmura el más alto de la pareja, conservando un poco de cordura mientras su prometido ya está pensando de que tamaño querrá las fresas.

—Sí, ¿no hay problema? —pregunta una vez más.

Reese toma inspira profundo y echándole un vistazo a su entusiasmada pareja decide decir:—Añadalas.

Y ahí está el hombre del que Owen se enamoró en su adolescencia, más de lo que las palabras pueden describir, es atento y cariñoso, siempre consitiendolo aunque en ocasiones sea a pisotones, no era difícil caer en sus encantos.

Los murmullos a su derecha hicieron les llamaron la atención, al darse cuenta, una pareja de adultos del vecindario los miraban con espanto, similar a las miradas que recibían los perros callejeros o las noticias de desastres en los periódicos. La tensión les sube por el cuello a ambos, por más que intentaran ignorar las miradas discriminadoras les resultaba inútil.

—Sí eso es todo creo que ya podemos irnos —susurra Owen alejándose lentamente de su pareja. No quiere admitir lo incómodo que le resulta ser visto como un bicho raro siendo ya un hombre adulto, no está para momentos así.

—¿No quieres que pidamos los dulces que servirán? Es mejor hacerlo todo ahora —sugiere Reese sin prestarle demasiada atención al publico expectante, no es como sí no estuviese acostumbrado a tantos ojos sobre él.  

—No... puedes hacerlo tú, yo esperaré en el auto.

Entonces sale del local, haciendo suspirar al hombre pálido con quién se casaría en cuestión de semanas, decide hacerle caso. Entiende lo mal que puede sentirse a veces en momentos así, por eso encarga docenas de mini donas, profiteroles y los dulces que le ofrece la tienda, todos con chocolate para que Owen esté complacido. Al acabar, se dirige a la puerta en silencio dejando que el resto de los visitantes continuaran con su parloteo.

—Van a casarse, ¿qué te parece? Otra mancha en un pueblo honrado como éste. Hombres como esos... ni siquiera deberían ser llamados así. Son solo maricas —oye decir a un cuarentón que lo señala con la barbilla.

Y todo queda en silencio, Reese queda petrificado de espaldas a ese hombre, repitiendo una y otra vez sus palabras mentalmente. No tiene sentido, pero parece no importar ahora.

Se da la vuelta en tres pasos firmes va hacia él y lo encara.

—¿Qué acabas de decir?

Y él se cruza de brazos.

El secreto de los Dallas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora