Todo pasa tan rápido para mí.
Nunca en mi vida me había sentido tan vulnerable y débil como me siento ahora, a la merced de dos chicos malvados que pueden hacer lo que sea conmigo.
Quiero llamar a mis padres. A Hunter. A Callie. A Caleb. A alguien que pueda ayudarme y sacarme de esto, necesito un héroe ahora.
El agarre que me tiene aquel chico es fuerte y sumando la mano que esta en mi boca para evitar que grite hace que me sea casi imposible respirar. Lo único que fluye como la lluvia, son mis lágrimas.
Tienen el tiempo medido, una camioneta cruza la esquina a toda velocidad y se detiene justo frente a nosotros con la puerta trasera abierta, el miedo incrementa y me sacudo con toda la fuerza que tengo al grado que yo misma me lastimo, resulta inútil, porque en menos de un pestañeo ya estoy dentro.
El conductor pone el auto en marcha y oficialmente no tengo salida. Estoy atrapada.
Finalmente sueltan mi boca y tomo una gran bocada de aire. Ellos ríen y se burlan.
—La pequeña Dallas, pero que belleza —se ríe el castaño agarrando mi mentón fuertemente.
Muevo la cabeza bruscamente hacia el otro lado y él no lo piensa antes de darme una cachetada y sujetando mi rostro nuevamente. No podría estar más asustada.
—¿Qué es lo que quieren? —me sorprende que mi voz pueda salir al fin de mi garganta, por más extraña que suene.
—Tú preocupate por guardar silencio, ¿de acuerdo? No nos gustan las chicas lloronas —susurra el rubio de mi derecha. Su mano aprieta mi muslo y es como si apretara un botón que me saca un sollozo en el acto.
No quiero esto, quiero ir a casa.
—Ya no eres tan ruda, ¿o sí? —ríe el conductor. No puedo verlo, solo sus ojos por el retrovisor. Pero estoy segura de que él estuvo aquella vez en la sala del director negando todo lo que hizo, como un cobarde.
—Al menos yo no me escudé detrás de unos malos padres y un sistema de mierda —al segundo que eso sale de mi boca, me arrepiento.
—Eso es todo. La cinta —el castaño le extiende la mano al conductor y este le hace entrega de una cinta aislante. Me rehúso lo más que puedo pero termina por estamparla en mis labios, no puedo ni moverlos.
Ni hablar. Ni gritar.
—Portate bien, princesita. No nos pongas esto difícil.
Se lleva mas manos al cinturón, y lo empieza a desabrochar.
Mi llanto incrementa y no paro de moverme, ni siquiera sé que planeo lograr con esto pero no puedo quedarme quieta a esperar que me hagan algo.
El castaño está por desabotonar su pantalón cuando el rubio, literalmente, rompe mi camisa.
Pueden ver mi sostén.
—Que linda eres, Harriet —murmura en mi oído llevando una mano a uno de mis pechos como sí tuviese el derecho de hacer algo así.
Me remuevo todo lo que mi cuerpo permite pero es imposible que sirva de algo. No puedo creer que esto esté pasando, no puedo.
Mientras los dos chicos avanzaban conmigo, la camioneta aumenta su velocidad, alarmandolos.
—Eh, ¿por qué aceleras tanto? ¿Qué fue lo que te dije? —cuestiona el castaño.
—Alguien nos sigue —puedo escuchar el temblor en su voz cuando da la respuesta.
No tengo idea de si eso es verdad o de quienes nos siguen, pero siento una gran chispa de esperanza de que puedan sacarme de aquí.
—¡Entonces no mires atrás, apresurate! —el rubio saca una navaja de su pantalón y la coloca en mi cuello amenazante—. No hagas nada estúpido, niña.
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El secreto de los Dallas.
Novela JuvenilCualquiera diría que ser hija de una pareja homosexual en medio de Minnesota es el sueño, pero no cuando son dos sobreprotectores que te tienen bajo su lupa las veinticuatro horas, al menos es lo que se repite Harriet a diario. Su vida está restrin...