21| La gran boda [Parte 2]

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—Es difícil estar aquí y no poder tocarte como quisiera, ¿sabes? —murmura Hunter mirando al poco brillo que encontramos en la oscuridad del jardín del club.

La luz tenue de la luna y los escasos bombillos que estaban a la distancia me brindan el placer se ver su rostro centrado en el frente, que más que ver lo que hay frente a sus ojos, se dedican a observar sus deseos más profundos.

Sus palabras me recorren la piel como una caricia.

—¿Y cómo quisieras tocarme? —me atrevo a preguntar. La respuesta ya obvia me causa nervios y la misma adrenalina que sentiría al saltar de un abismo.

Tocar a Hunter de la forma en la que quiere sigue siendo remoto para mí.

Él me mira diferente. No como sí mi pregunta fue absurda, me mira como sí quisiera responder con algo más que con palabras.

—De maneras que me serían difícil describir —murmura arrastrando su mano hacia la mía, hasta tocar mis dedos.

—He pensado en esto, Hunt —me acerco lentamente a él para poder sentarnos con más proximidad al otro. No debe ser sospechoso que dos hermanos estén sentados en el césped charlando.

—¿En qué? —acepta mi cercanía.

—Nosotros —agrego—. Sobre lo que podría ser en un futuro...

—Te escucho —su voz me hizo contener el aliento como jamás creí que podría. Aquí y ahora, él me resulta irresistible.

—Quiero estar contigo, Hunter —susurro, sintiendo como sí al decirlo perdiera todo el aire.

Mi corazón aumenta su ritmo salvajemente y siento que podría salirse de su lugar en cualquier segundo. Mi cuerpo entero siente su latir y siento un cosquilleo en cada centímetro de mi ser.

Él se ve aturdido por mi declaración. Las palabras se quedan en su garganta y la emoción en su rostro aumenta mi ritmo cardíaco, como sí eso fuera posible.

—¿Tú...?

—Me arriesgaré —susurro—. Quiero hacerlo. Sí no funciona, estaré tranquila sabiendo que lo intentamos.

Una sonrisa se asoma en sus labios y no se toma la molestia de vigilar que no haya nadie a lo lejos, se lanza sobre mí atacando mis labios en medio de nuestras risas.

—¿Qué haces? Bajate, van a vernos —me río, porque esto parece de película.

—No nos verá nadie —ríe él sin dejar de besarme como sí tuviese todo el derecho de hacerlo.

Respondo a los besos enrollando mis brazos alrededor de su cuello y sus manos viajan a mi cintura con propiedad y se aferran a ellas. Siento que estoy dando vueltas ahora, cada vez que me doy el gusto de probarlo mi mente se nubla y solo piensa en las sensaciones que causa su contacto en mi piel.

Sus besos se tornan salvajes en un chasquido y cuando me doy cuenta, mis dedos están enterrados en su cabello atrayéndolo a mi con exigencia, en estos momentos mi cuerpo suplica por él como sí fuese vital para vivir.

—¿Crees que podríamos ir a otro lugar? —susurro sintiéndome domada por una necesidad incontrolable.

Él asiente enseguida y como sí nuestras vidas dependieran de ello corremos hasta los baños atravesando el salón. Trato de ocultar mi risa lo mejor que puedo y veo que Hunter hace lo mismo, nos sentimos como unos niños tontos rumbo a hacer una travesura.

—Okay, cualquier cosa estás mareada y como buen hermano te cuido, ¿de acuerdo? —susurra riéndose de sí mismo. De igual forma asiento sin soltar su mano.

El secreto de los Dallas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora