-Murieron, ¿no es así? -Miro a Callie con decepción y asiento, ella suspira-. Diablos -susurra volviendo la mirada hacia un frente no muy confortable-. Me había ilusionado con esas bananas.
-Y la leche condensada -murmuro.
-Oh, sobre eso. Era arequipe, genio.
Soy una vergüenza, definitivamente.
Mi padre da vueltas en la sala mientras papá se muerde las uñas con ansiedad. Por su parte, Hunter refunfuña y le arroja leña metafórica hacia la hoguera que ahora es mi padre.
-¡Pudieron morir! -es la tercera vez que dice eso. La verdad no creo que sea para tanto escandalo pero como siempre mis padres adoran las escenas dramáticas.
-Jesús, no es cierto -ruedo mis ojos sosteniendo la bolsa de hielo en mi cabeza-. ¿Ya nos vieron? O no, mejor dicho, ¿escucharon siquiera a los paramédicos? Todo bien, sólo fue un susto.
-Sí, ya ni siquiera me duele -dice Callie con los ojos cerrados tratando de relajarse-. Deberían estarnos consintiendo.
-Pero en su lugar nos reclaman por algo que fue culpa de un conductor descuidado que olvidó dejar el freno puesto -suspiro.
-¿Que habría pasado sí Callie no tuviese puesto el cinturón? ¡Habría salido volando! -exclama papá con las manos en el aire.
-¿Y sí Hunter no hubiese estado ahí? ¡Quién sabe! -mi padre toma aire con pesadez y cierra los ojos cuando sostiene el puente de su nariz entre los dedos.
-¡Sí! -Hunter me apunta con su dedo índice-. De yo no haber estado ahí...
-¡De no haber estado tú ahí no nos hubiese pasado nada! -me pongo de pie de un brinco furioso y me acerco a Hunter-. Callie me dijo que regresara a decirle a Caleb que lo llevaríamos hasta su casa, y adivina que, grandísimo tonto, ¡Caleb estaba allá por ti! ¡Porque eres un lunático que no puede dejarme en paz! -ni siquiera mido la fuerza que mis brazos usan al empujarlo, ahora estoy de pie frente a él lanzándole una de mis peores miradas.
-¡Harriet, los empujones! -mi padre me sujeta de los hombros y con suavidad y firmeza me aleja de mi hermano.
-Y no te alteres, debes descansar, sientate -papá trata de tocarme para dirigirme de nuevo al sofá pero doy un paso largo para alejarme y cambiar mi dirección hacia el pasillo.
-No -sentencio-. Iré a mi cuarto -murmuro de brazos cruzados, dándole a Hunter una última mirada y dejando ahí a Callie y a mis padres más consternados.
Puedo escuchar los pesados pasos suyos detrás de mí así que acelero mi ritmo para poder entrar a mi habitación y olvidarme de toda esta locura.
Justo cuando toco la perilla de la puerta una mano áspera hace que me de la vuelta.
-Nunca vuelvas a desaparecer así, ¿entendido? -oh, acaba de darme una orden, esto es guerra.
-¿Desaparecer? Estaba en casa de Callie, Socrates, no creo que haya sido tan difícil -espeto, al tratar de entrar me giro para cerrar la puerta antes de que él entrara, lo cual fue muy, muy inútil.
-¿Vas a dejarme hablar? -susurra bajo, pero lo suficientemente cerca para que lo escuchara.
-¿Hablar sobre qué? -respondo de igual forma-. Creo que no hay nada que decir.
-Hay muchas cosas que decir, Harriet -insiste-. Me tenías preocupado
-No es culpa mía que seas un paranoico y sobreprotector, no es mi problema, es tuyo. Recuerda que tu lugar aquí es el de hermano, no el de padre -aprieto los dientes dejando que mi mirada se clavara en la suya como una daga-. Y nada más, Hunter.
ESTÁS LEYENDO
El secreto de los Dallas.
Roman pour AdolescentsCualquiera diría que ser hija de una pareja homosexual en medio de Minnesota es el sueño, pero no cuando son dos sobreprotectores que te tienen bajo su lupa las veinticuatro horas, al menos es lo que se repite Harriet a diario. Su vida está restrin...