14| Confesiones y un corazón roto.

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-Murieron, ¿no es así? -Miro a Callie con decepción y asiento, ella suspira-. Diablos -susurra volviendo la mirada hacia un frente no muy confortable-. Me había ilusionado con esas bananas.

-Y la leche condensada -murmuro.

-Oh, sobre eso. Era arequipe, genio.

Soy una vergüenza, definitivamente.

Mi padre da vueltas en la sala mientras papá se muerde las uñas con ansiedad. Por su parte, Hunter refunfuña y le arroja leña metafórica hacia la hoguera que ahora es mi padre.

-¡Pudieron morir! -es la tercera vez que dice eso. La verdad no creo que sea para tanto escandalo pero como siempre mis padres adoran las escenas dramáticas.

-Jesús, no es cierto -ruedo mis ojos sosteniendo la bolsa de hielo en mi cabeza-. ¿Ya nos vieron? O no, mejor dicho, ¿escucharon siquiera a los paramédicos? Todo bien, sólo fue un susto.

-Sí, ya ni siquiera me duele -dice Callie con los ojos cerrados tratando de relajarse-. Deberían estarnos consintiendo.

-Pero en su lugar nos reclaman por algo que fue culpa de un conductor descuidado que olvidó dejar el freno puesto -suspiro.

-¿Que habría pasado sí Callie no tuviese puesto el cinturón? ¡Habría salido volando! -exclama papá con las manos en el aire.

-¿Y sí Hunter no hubiese estado ahí? ¡Quién sabe! -mi padre toma aire con pesadez y cierra los ojos cuando sostiene el puente de su nariz entre los dedos.

-¡Sí! -Hunter me apunta con su dedo índice-. De yo no haber estado ahí...

-¡De no haber estado tú ahí no nos hubiese pasado nada! -me pongo de pie de un brinco furioso y me acerco a Hunter-. Callie me dijo que regresara a decirle a Caleb que lo llevaríamos hasta su casa, y adivina que, grandísimo tonto, ¡Caleb estaba allá por ti! ¡Porque eres un lunático que no puede dejarme en paz! -ni siquiera mido la fuerza que mis brazos usan al empujarlo, ahora estoy de pie frente a él lanzándole una de mis peores miradas.

-¡Harriet, los empujones! -mi padre me sujeta de los hombros y con suavidad y firmeza me aleja de mi hermano.

-Y no te alteres, debes descansar, sientate -papá trata de tocarme para dirigirme de nuevo al sofá pero doy un paso largo para alejarme y cambiar mi dirección hacia el pasillo.

-No -sentencio-. Iré a mi cuarto -murmuro de brazos cruzados, dándole a Hunter una última mirada y dejando ahí a Callie y a mis padres más consternados.

Puedo escuchar los pesados pasos suyos detrás de mí así que acelero mi ritmo para poder entrar a mi habitación y olvidarme de toda esta locura.

Justo cuando toco la perilla de la puerta una mano áspera hace que me de la vuelta.

-Nunca vuelvas a desaparecer así, ¿entendido? -oh, acaba de darme una orden, esto es guerra.

-¿Desaparecer? Estaba en casa de Callie, Socrates, no creo que haya sido tan difícil -espeto, al tratar de entrar me giro para cerrar la puerta antes de que él entrara, lo cual fue muy, muy inútil.

-¿Vas a dejarme hablar? -susurra bajo, pero lo suficientemente cerca para que lo escuchara.

-¿Hablar sobre qué? -respondo de igual forma-. Creo que no hay nada que decir.

-Hay muchas cosas que decir, Harriet -insiste-. Me tenías preocupado

-No es culpa mía que seas un paranoico y sobreprotector, no es mi problema, es tuyo. Recuerda que tu lugar aquí es el de hermano, no el de padre -aprieto los dientes dejando que mi mirada se clavara en la suya como una daga-. Y nada más, Hunter.

El secreto de los Dallas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora