Mi yo interna acaba de desmayarse, mi conciencia por su lado asesinó a mi sentido común y luego se suicidó.
Yo, no sé que acaba de suceder.
—¡Chicos! ¡¿Qué creen que hacen?! —la sangre desciende a mis pies en un acto de magia cuando la voz alarmada de mi padre nos ataca.
Le doy un fuerte empujón a un Hunter muy desconcertado que en seguida se da la vuelta y sigue haciendo sus cosas en la cocina tratando de lucir natural. Yo estoy aún temblando y mi respiración no está muy lejos de simular un huracán.
—Ah... Y-yo... —mi voz suena entrecortada.
—¿Pueden decirme que estaban haciendo? —gruñe papá caminando hacia nosotros y cruzando sus brazos.
Mi padre también entra y se queda unos pasos atrás, con la misma mirada fulminante. Trago seco.
—Nosotros... no... —tantas situaciones que he pasado y de ésta no me puedo salvar.
—Dijo que tiene fiebre, ya saben, estaba viendo su temperatura. Era mentira —Hunter se gira a ellos y se encoge en hombros ejerciendo su mejor profesión: Mentir.
—¿De qué hablas? —dice mi padre.
Hunter y yo nós miramos confusos.
—¿De que hablan ustedes? —dijimos al unísono. Teníamos mucho sin hacer eso, que mejor momento que ahora.
—En la sala hay un desastre, los cojines están en el suelo y hay marcas de zapatos en la mesa de centro, quiero que arreglen eso ahora —espeta nuestro padre antes de salir de ahí con su saco en la mano, sólo tiene la corbata y su camisa, como de costumbre cuando llega. Papá también está en esas condiciones y a medida que se va está retirándose la corbata.
Ahora que no están lo único que podemos escuchar son nuestras respiraciones aceleradas, casi puedo escuchar su corazón, sí el mio no estuviese acaparando toda la atención.
—¿Qué acaba de...? —mi susurro queda en el aire cuando papá regresa prácticamente corriendo.
—¡Lo olvidaba! —trota hasta mí y besa mi mejilla, hace lo mismo con Hunter y acaricia cariñosamente su cabello—. Lo lamento, estamos cansados. Mañana nos hablaran de su día, ¿sí? —vuelve a besar la mejilla de Hunter y nos sonríe—. Los amamos, descansen.
—Sí... papá. También te amo —sonrío nerviosa y él nos mira con cariño antes de salir de la cocina por segunda vez—. Diablos —susurro—. ¿Fiebre, Hunter? —reclamo.
—Y estás que arde —sonríe.
¿Como puede estar sonriendo ahora?
—¡¿Qué es lo que ocurre contigo?! —oh, sí pudiese gritar.
—¡Que estoy feliz! —se exalta como sí fuese lo más obvio de la tierra.
—¿Feliz?, ¡¿cual es tu problema?!
—¡Feliz porque casi nos...!
—No... —dejo mi dedo en sus labios antes de que termine de completar esa extraña frase que me revuelve el cuerpo—... lo digas.
—Harriet...
—Y no te me acerques, Hunter —vocifero alzando las manos instintivamente cuando él estira su brazo hacia mí.
Enseguida retira la mano lentamente y sus ojos pierden el brillo poco a poco. Suelta el aire en de su pecho y una chispa se enciende dentro de mí. Ni siquiera sé de que se trata y justamente por eso me alejo lo más pronto posible de él.
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El secreto de los Dallas.
Novela JuvenilCualquiera diría que ser hija de una pareja homosexual en medio de Minnesota es el sueño, pero no cuando son dos sobreprotectores que te tienen bajo su lupa las veinticuatro horas, al menos es lo que se repite Harriet a diario. Su vida está restrin...