27| Justa injusticia.

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Mis padres estudiaron leyes, su trabajo es encargarse de que estas se cumplan. Cuando estaba comenzando la secundaria comenzaron a decirme que debía pensar que profesión me llamaba la atención porque el tiempo pasaría volando y en un pestañeo una estaría en la universidad. No se me ocurrió nada. Así que me interesé en lo que ellos hacían, y conforme pasaba el tiempo yo entendía muchas cosas.

Una de ellas es que lo justo no siempre es lo correcto. Y que lo correcto puede ser injusto.

Legalmente, agredir a un chico indefenso con un balazo en el hospital donde lo atienden es terriblemente malo. Pero es cuestión de perspectiva, sí este chico secuestró, golpeó e intentó violar a una chica vulnerable, ¿se lo merece o no?

Y ahí está, no es correcto, pero sí es lo justo.

El sonido que hace la puerta al cerrarse provoca que Smith abra los ojos con pesadez. Me fijo directamente en su mano esposada a la baranda de la camilla. Él se retrae al aclarar su visión y notar que soy yo quien está de brazos cruzados frente a él.

Voltea a ver su muñeca inmovilizada por las esposas y de vuelta a mi, sus ojos están muy abiertos mostrando pánico, en este momento la rabia solo me permite sentir placer con el miedo que refleja. Es como sí sus ojos aterrados fueran a la vez los de Harriet, asustada y sin saber que hacer.

Casi puedo verla, llorando y suplicando que la dejen ir. Temiendo por su vida, queriendo que llegara para salvarla.

Lo atraigo tirando de su camisa hacia mi y le suelto un golpe en la mandíbula que lo regresa a la camilla, cubriéndose la boca entre quejidos.

—Ya no eres tan valiente, ¿o sí? —murmuro.

Él trata de sentarse pero el sedante aún no ha salido por completo de su sistema.

—P-por favor... dejame explicarte —susurra tembloroso.

—¿Explicarme qué? —sonrío—. Dime, Gerald, ¿vas a explicarme por qué raptaron a mi hermanita? Porque me muero por escucharlo.

—Fue... fue idea de Karl, nosotros solo lo seguimos, sí no lo hacíamos... Él está loco, podía hacer cualquier cosa —susurra. Tiene los dientes manchados de sangre.

—¿Nosotros? ¿Quién más, él tonto de tu primo?

Smith asiente desesperado. Gallina.

Lo que hicieron fue tan repentino que es imposible pensar que fue improvisado, no fue algo de un momento. Tuvieron que planearlo, y eso enciende un foco en mi cabeza.

—Ustedes enviaron a los chicos de las fotos en la boda de mis padres —afirmo. Él se queda congelado sin despegar sus ojos de los míos—. Cuando acabemos con ustedes me asegurare de que te partan el trasero en prisión.

De repente la puerta suena desde afuera, es el oficial tocando y pidiendo entrar.

Me hago sordo a sus insistencia y solo miro a Smith, le cuesta tomar la valentía de pedir ayuda, pero termina haciéndolo a todo pulmón como si estuviera torturándolo.

Es más cobarde de lo que creí. Con razón se necesitaron tres de estos para raptar a una chica.

Abro la puerta y el oficial está ahí con su arma en mano y mucha tensión encima. Al verme sin un rasguño guarda su arma y entra a la habitación asegurándose de que Gerald siga en una pieza.

El secreto de los Dallas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora