17| Pequeño Matt.

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Tomo un sorbo del humeante café que Hunter preparó. Es temprano y el frío es abrazador, de no ser por lo caliente de la bebida estaría tiritando.

Hunter está de espaldas a mí haciendo el desayuno así que puedo verlo mientras tanto. Tiene un suéter azul marino y pantalón de pijama a cuadros. Nuestros padres salieron hace un rato por unos preparativos, me dejaron escoger las flores de los centro de mesa y me lo estoy tomando muy en serio.

—¿Girasoles? —muerdo la punta del lapicero revisando en la tableta de papá las fotos de los ramos que están dispuestos a comprar.

—Por favor, Harriet —reprende él sin dejar de ocuparse en la cocina.

Frunzo los labios y desplazo la imagen.

—¿Orquídeas?

—¿Hablamos de una boda o tu cumpleaños número seis?

Ahora levanto la mirada hacia el con un toque de impresión.

—Oh, lo lamento, David Tutera —recargo mi barbilla en la palma de mi mano—. No quiero decirlo... ¿Rosas?

Él parece pensarlo un momento dándome falsas esperanzas.

—Muy cliché.

—¡Es una boda gay! —me recargo frustrada del espaldar de la silla resoplando un mechón de cabello que cae en mi rostro—. Rayos, Hunter. Eres imposible. ¿Sabes qué? Hasta aquí las consultas, yo decidiré.

Y él solo se encoge en hombros dándome paso para tener mi propio criterio. Me acomodo en la silla de madera y me inclinó hacia la tableta para continuar viendo las docenas de flores que mis padres podrían aceptar.

Narcisos, margaritas, flores cuyo nombres siguen siendo un misterio para mí.

Y termino por escoger las rosas.

Resoplo.

—¿Las rosas entonces? —Hunt se gira con dos platos de panqueques con miel, tocino y huevos. Muy original sí me lo preguntan.

—¿Y el jugo de naranja? —es lo único que falta para ser un buen y respetable desayuno americano.

Él no dice nada mientras me tiende un vaso de vidrio con jugo.

Levanta una ceja.

—Ahora por eso criticaré tu comida —susurro antes de empinar el baso y beber.

Él ríe y se sienta frente a mí para desayunar conmigo, y eso hacemos.

Y es que esto me agrada tanto. Sentarme con Hunter y desayunar en total paz hablando de cualquier serie que hayamos visto, de ese examen que se nos hizo terriblemente difícil en la escuela y de lo entusiasmados que nos sentimos con la proximidad de la boda, faltan sólo días y no tengo ni idea de que me pondré, él tampoco, se lo contamos a nuestros padres y quedaron en ayudarnos con eso luego.

Al pasar un rato Hunter recibe una llamada de Clair diciendo que un día sábado, sin nada que hacer, quería pasar un rato con los chicos a lo que ambos aceptamos.

Los recibimos en pijamas.

Estoy en el sillón con las piernas recogidas y mi cabello hecho un moño alto, sé que no puedo verme tan fea.

Caleb entra con bolas de doritos y una coca-cola, y a pesar del frío, nunca, pero nunca está de más una coca-cola fría.

Él se sienta a mi lado y me saluda con un beso en la mejilla, no olvida decirme que luzco adorable en pijama y sólo puedo soltar una risita en respuesta.

El secreto de los Dallas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora