26|La pesadilla de Hunter.

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Hunter

Callie va a su cuarto a cambiarse y ponerse la pijama, cuando llega su rostro denota confusión al no ver a Harriet.

—¿Está fabricando la mantequilla o qué?

—No sé, y no quiero pensar en eso, tal vez se quedó a comprar algo más o tiene que hacer la fila para pagar —trato de convencerme de eso pero no puedo evitar ser demasiado paranoico, se que es algo que Harriet no soporta de mi pero no lo puedo evitar. La única forma de tranquilizarme es verla entrar por esa puerta.

Pasan diez minutos más.

Veinte.

Cuarenta minutos y ella no llega.

Cuando se cumple una hora y media, ya estoy entrando en pánico. Algo está pasando.

—Callie, voy a buscar a Harriet, no puedo esperar más —le digo poniéndome la chaqueta, abro la puerta y volteo a verla, ella está preocupada también—. Vengo enseguida.

—Claro, claro. Estaré con Matt viendo televisión —trata de lucir tranquila pero puedo ver lo nerviosa que está.

Asiento y salgo mirando a todas partes, una parte de mi quiere creer que ella está en la tienda aún. De verdad espero que sea así, quiero llegar y encontrarla buscando que mantequilla elegir entre la variedad y burlarme de lo tonto que es pensar demasiado algo así.

No puedo verla en ninguna parte, las calles están muy solas, mi preocupación incrementa.

Llego a la tienda llamando la atención de la cajera por la brusquedad con la que abrí la puerta. No me importa, camino por los pasillos buscando a Harriet, no la encuentro en ningún lado, incluso cuando la llamé. Maldición, por qué tuvo que dejar su celular.

—¿Buscas algo? —pregunta un chico que al parecer trabaja aquí.
—Sí, a mi hermana —murmuro mirando mi celular con frustración—. ¿De casualidad la has visto? Baja, castaña, ojos claros —hago una mímica con mis manos tratando de describir su estatura, él asiente.

—Creo que sí —responde con una sonrisa—. Pero fue hace un rato ya, hace más de una hora que se fue, si no me equivoco.

Una hora. Y el camino a casa no toma más de diez minutos.

Se me congela la sangre.

Apenas le agradezco al chico, corro fuera del lugar desesperado, grito su nombre a medida que paso las esquinas, no hay ni señales de ella. Ya no sé que hacer.

Mi corazón parece recobrar los latidos cuando mi celular vibra en mi bolsillo, casi se me cae por el temblor de mis manos, contesto sin siquiera ver la pantalla con la esperanza de que sea esa tonta burlándose de mi. Ya la imagino: «¡Ja! Te di un buen susto, ¿no?»

—¿Sí?

Hunter... —es Callie, mi corazón se acelera—. Debes volver.

—¿Volver? ¿Por qué? No, tengo que seguir buscando a...

Hunter —espeta rudamente—. Llamaron del hospital.

El secreto de los Dallas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora