3O| Solo tres gramos de valor.

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Harriet.


—Harriet... ¿A dónde se fue nuestro padre?

La inocente voz de Matt me fragmenta en pedacitos, me ha tomado desprevenida y no estaba lista para responder a esto, así que Hunter toma las riendas del asunto por mi.

—Está muy ocupado —murmura restándole importancia a la repentina ausencia de la cabeza de la familia—. En cuanto venga comeremos en familia y hablaremos con él, mientras tanto... ¿quieres que te ayudemos con tu tarea?

El niño adora que hagamos la tarea con él porque buscamos hacerlo reír en el proceso y hacemos de las sumas algo divertido para él, ha sido complicado pero hemos desarrollado el denominado «Instinto materno» y sabemos lo que a este enano le gusta.

Luego de la llegada de Karen nuestros padres se han comportado distinto. Papá quiere hacernos creer que todo está bien entre ellos pero no somos tontos, olemos el despecho desde lejos.

Mientras tanto, hemos visto a nuestro padre un par de veces desde lo que pasó y no sabemos a donde va con tanta frecuencia. No quería decirlo, pero han dejado que la situación se apoderara de ellos y ahora es como sí nos cuidaramos solos.

Las únicas veces que hemos conversado por más de tres palabras con papá han sido para decirnos que hay de comer, o en su defecto que pidamos una pizza lo cual es preocupante, eso era para casos de verdadera emergencia ya que dice que es muy poco sana para comerla como una cena normal.

Creo que incluso han olvidado que tengo que declarar contra mis agresores, en un juzgado, frente a muchas personas. Personas ricas que podrían meterme una bala en la cabeza apenas de tres pasos fuera de la corte.

Los días siguen pasando a paso lento, el miedo de pararme ahí y decirles a todos lo que me han hecho me aterra. Lamento admitir que aquella experiencia me convirtió en una cobarde, ahora no puedo ni enfrentarme la anciana que se me adelantó en la fila del súper.

En la escuela todos me miran diferente. Antes era una persona más caminando por ahí, ahora soy la sobreviviente de un ataque y eso no hace más que hacerme sentir diminuta.

Me ayuda mucho que los chicos no se despeguen de mi, se que quieren ayudarme para que no tenga miedo, pero no pueden meterme en una burbuja. Nada podrá borrar lo que pasó.

Cuando son horas de clases y quieres ir al baño debes caminar por pasillos solos, y aterradores. Era de esperarse que ahora en escenarios así sienta que estoy en una película de terror experimental, de ese que prohíben hasta en Japón por mandar gente al psiquiatra.

Finalmente llego, la normalidad del asunto acaba cuando salgo del cubículo y hay una chica con una impecable cola de caballo y una sonrisa creída y cínica.

Solo por precaución preparo mi garganta para gritar como nunca.

—¿Se te perdió algo?

Oh, sí. Puedo ser muy miedosa y todo pero es como si mi boca hubiera perdido el filtro, imagino que se me cayó en el lago pero ahora no mido lo que digo.

La chica alza las dos cejas cruzándose de brazos debajo de sus pechos. Que los tiene grandes, espero que no haya notado que yo no tengo.

—¿Eres Harriet?

Trago grueso, ahora sí ya debería gritar, tiene cara de que debería estar gritando justo ahora.

—Ajám.

Que idiota.

—Tengo algo para ti —se mete la mano dentro de la chaqueta de mujer de la mafia y saca una bolsa de papel que me entrega con sigilo—. Es un regalo de la familia Smith.

El secreto de los Dallas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora