Agarré la taza de té

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Estaba cansado, tan cansado de sentirme así sin saber nada de qué había pasado para llegar a esto... Cogí el poco valor que me quedaba y la llamé y se lo dije.

Nos citamos en el restaurante de los juegos del hambre, porque no hacía tiempo como para estar en la calle.

Llegó ella primera y cuando la vi detrás del cristal mi corazón se aceleró de los nervios. No quería entrar para ver cómo se acababa todo, quería un final feliz al fin de al cabo. Acababa de pedir algo pero solo parecía ser una bebida. Se la veía igual de abatida que yo y muy apagada como sí no hubiera dormido bien en mucho tiempo.

Respiré hondo y abrí la puerta. Amy dió un respingo y se giró hacia la puerta para mirar quién entraba. Al verme se quedó aun más pálida que antes y se giró, me acerqué y me senté en frente de ella.

-Hola- dije con la voz algo ronca por los nervios y por controlar mis palabras.

-Hola- dijo ella en un susurro haciendo una mueca en un intento de mostrarse amigable.

-¿Has pedido?- pregunté como pude.

-Si- dijo ella mirándose las manos.

El restaurante estaba casi vacío y el camarero ya venía con lo que ella había pedído. Pedí yo una taza de cafe con leche, ella uno de sus famosos tés.

-¿Qué tal te va?- dijo Amy mirándome; sus ojos estaban demasiado claros como el día que se puso a llorar.

-Bien, no me quejo- mentí claro que mentí.- ¿Tú?

-Bien también, las clases siguen siendo largas pero bueno es lo que toca-dijo ella agarrando su taza.

El tema seguía ahí, me costaba ver a Amy así de pálida y triste. Decidí poner las cartas sobre la mesa y que todos los diodes a los que maldije me ayudasen a encontrar lo que necesitaba decir.

-Amy...

-Lo siento- dijo ella antes de dejarme hablar.- He sido una mala compañera de corazón ¿no crees?- sonrió irónica y dolídamente mientras miraba su taza.

-No creo que haya sido culpa tuya.

-¿Se acabó verdad?- dijo ella con un hilo de voz.

-No lo sé- agaché la vista a mis manos y mi voz se tornó casi inaudible.

Nos mantuvimos en silencio haciendo nada, hasta que el camarero llegó con mi café. Amy no había ni tocado su té y su piel cada vez me parecía más mortecina.

-¿Tienes frío?- dije mientras me quitaba el abrigo.

-No, solo es que ... nada no es nada- dijo ella.

Rehuía mi mirada siempre que podía. Qué temía que encontrara en su mirar.

Habla Amy:

Frío tenía frío pero no por fuera sino por dentro; no sentía mi alma dentro de mi, por eso agarraba la taza quería que ese calor llegase hasta los adentros de mi cuerpo. Llorar eso es todo lo que quería, Caleb tenía ojeras y muy marcadas además se le veía abatido, pero intentando ser valiente cosa que yo no conseguiría ser, hoy por lo menos no.

- ¿Qué vamos ha hacer?- dije bajito, mi voz no quería decir eso quería decir otras cosas pero esa no.

Metió sus manos en su pelo y se echó para atrás apoyándose en el asiento. Se le veía muy abatido. Muy cansado, no parecía él.

-Sabes, te he echado mucho de menos- dijo mientras se le rompía la voz.

No bajó la cabeza para mirarme, yo solté el té y decidí que ya era hora de ser valiente.

-Yo también te he echado de menos- hice una pausa para mentalizarme - Es más me sumí en una profunda oscuridad cuando me dí cuenta de lo que estaba pasando. El día que quedamos para ver pelis en tu casa volví llorando. No me comprendo ¿sabes?-se me saltaron las lágrimas mientras esbozaba una sonrisa irónica, ya no podía parar de hablar ahora no; Caleb se separó del respaldo y me miró con esos ojos que quiero tanto como volver a casa bajo la lluvia- No consigo dormir , no sales de mi mente, no puedo sentirme feliz., no paro de mirar nuestras fotos y de rogar a todo lo que conozco que te vuelva a traer a mi como antes, lo repetiría todo, cambiaría todo lo que tengo solo para volver a ser lo que éramos. Por favor di algo.

Rompí a llorar. Caleb no reaccionaba, me miraba con cara de pena pero no reaccionaba y yo no podía más con el dolor que traía recordar estas tres semanas de golpe. Escondí mi cara entre mis manos y lloré intentando hacer el menor ruido para no molestar a el resto. Quería irme de allí y gritar y romper cosas y después de eso tirarme en mi cama y ver la vida pasar. Noté algo caliente sentarse a mi lado. Me abrazó; su cara estaba mojada. Me besó la frente.

-Mi amor... estoy aquí, no llores- decía él abrazándome más fuerte, le costaba hablar a él también; estaba llorando.

-Quédate... por favor, quédate...-dije contra su pecho agotada de como me sentía y casi sin poder en la voz.

-Cómo no me voy a quedar, sí eres lo que me mantiene cuerdo. Yo tampoco he podído dormir ni tampoco has salido de mi mente y la verdad he gritado y maldecído a todos los dioses del panteón griego y católico. Te quiero, Amy. Eso no ha cambiado.-dijo en un susurro y casi sin voz.

Lo abracé fuerte a mi y él a mi. Mi corazón latía vivo, podía volar si él estaba conmigo. Volvía ha estar viva y el frío se fue, el agujero negro se lleno y mis ojos y mi piel recobraron lo que habían perdido. Él estaba conmigo, lo sentía. Ya no lloraba por el dolor sino por ... ni yo lo se pero sonreía y él también. De repente me acordé del resto de la gente del restaurante y me avergoncé. Menuda escena habiamos montado. Me empecé a reir y Caleb me soltó para mirarme.

-¿Qué pasa?- dijo quitándose las lágrimas de los ojos confundido.

Le miré con una sonrisa a los ojos, me acerqué léntamente a él y le besé. Léntamente nos recorrimos todos los rincones de nuestros labios, recordándonos lo que se sentía al estar así. Me sentí nueva y llena de todo lo que necesitaba.

Habla Caleb:

Me devolvió el corazón, el color me sentí como en la película de la bella durmiente de disney cuando Aurora se levanta y todo vuelve a vivir, pues eso es lo que hizo Amy en mi. "¡Gracias!" grité mentálmente cuando Amy dijo todo lo que me dijo y me hizo darme cuenta de lo cobarde que era. Me prometí dejar de serlo solo por ella. Verla llorar por mi culpa me dió un mal sentimiento en mi corazón y se conectó con mis ojos y me uní a ella a llorar. Abrazarla era lo poco que podía hacer. Yo había echo que sus ojos se diluyesen en agua y que su cara se tornara desgraciada.

Hablé y puse todo mi corazón en hacerla entender lo duro que fue estar sin ella. Segúramente parecíamos tontos por el dramón que estabamos montando pero era nuestro y nuestro futuro dependía de él.

Me besó de una forma nueva. Sus labios eran tan suaves, cuidadosos y dulces. No recordaba haberla sentído así. Y cayó aun más hondo dentro de mi corazón.

¿Diferente? PuedeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora