[Capítulo 1: Sueño]

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Desperté en un lugar frío, poco iluminado y silencioso. Las paredes estaban bañadas en un blanco puro que transmitían cierta tranquilidad, pero no surtían ese efecto en mí. Moví la cabeza hacia ambos lados para intentar saber dónde estaba, aunque lo único que vi fue una ventana que daba a la calle y una puerta igual de blanca que las paredes. Me fijé en el objeto sobre el que estaba y parecía ser una camilla. ¿De un hospital? Tal vez. Aún me faltaba saber por qué estaba allí, pero había otra pregunta que retumbaba más en mi cabeza. ¿Quién era?

- ¡Al fin despiertas! ¡Nos tenías preocupados!

Volví a desviar la mirada hacia la puerta al escuchar esos gritos y vi entrar a alguien que al parecer me conocía, que sabía quién era yo. Se acercó hasta mí y me miró con una expresión más calmada al comprobar que, de cierto modo, me encontraba bien. Yo, en cambio, lo observaba confuso, pero no pareció notar mi incertidumbre.

- Si es que no puedes estarte quieto, ¿verdad?
- Esto... ¿Qui-?
- Me has hecho pasar la noche en vela, maldito cejudo.

Acercó una de las sillas que había en la sala hasta la camilla donde estaba tumbado y se sentó en un suspiro. Se le notaba un poco cansado, sobre todo si te fijabas en sus pequeñas ojeras que, comparadas con su cabellera rubia y tez algo pálida, destacaban mucho más. Además, parecía que llevaba varios días sin arreglarse mucho, o tal vez aquella pequeña barba era su look habitual.

- Los demás vendrán ahora, voy a avisarles.

Sacó de su bolsillo un teléfono móvil y al parecer le escribió a alguien. ¿Nuestros amigos? ¿Algún familiar? ¿Quién era esa persona?

- ...¿quién eres?

Ante mi pregunta dejó de prestarle atención al aparato para regresar sus ojos a mí, mirándome como si no me hubiera oído bien. Esbozó una pequeña sonrisa y bajó el teléfono hasta dejarlo apoyado sobre sus piernas.

- No cuela.
- No estoy bromeando... No sé quién eres ni quién soy... yo.

En cuanto escuchó mi respuesta hizo desaparecer su sonrisa y abrió la boca con la intención de decirme algo, pero fue interrumpido por la puerta que volvió a abrirse. Los dos desviamos nuestra atención a la persona que había entrado, pelirroja y al parecer de mal humor. Seguramente por haber pasado la noche, o días, en este lugar como el otro hombre. No sabía cuánto tiempo llevaba aquí.

- Veo que ya despertaste, hermano. No me das más que problemas.

Dejó salir un largo suspiro y acto seguido el rubio se levantó de la silla para acercarse a él, esta vez mostrando en su rostro cierta preocupación. Al menos ya sabía que uno de ellos era mi hermano. Por algo se empezaba. Se pusieron a hablar un par de segundos, que fue lo que tardó en contarle el de ojos azules a mi hermano que no recordaba nada de mi existencia, y ambos se volvieron para mirarme de reojo.

- ¿Nada?
- Eso parece...

El pelirrojo se acercó a mí mostrándome su rostro algo furioso pero, en el fondo, preocupado por lo que estaba pasando.

- Tienes que recordar. No puedes simplemente haberlo olvidado todo.
- S-Scott, déjalo.

El otro tuvo que coger del brazo a mi hermano para apartarlo un poco de la camilla, ya que parecía que iba a avalanzarse sobre mí en cualquier momento.

- Con suerte irá recuperando la memoria conforme pasen los días... Dale tiempo.

Scott, al parecer, no estaba conforme con eso y chasqueó la lengua mientras se alejaba de nosotros dos. Se dirigió hacia la puerta mientras nos miraba de soslayo y, antes de salir, dijo unas últimas palabras.

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