• Compras de Navidad (1) •

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Estaba cayendo en la nada pero de una forma hermosa y tranquila, en mi alrededor un color blanco rosado inundaba el cielo, y mientras pasaba lentamente entre algunas nubes.
Nunca en mi vida había estado tan serena ni cómoda.

Pero. mientras aún seguía cayendo de espaldas, noté cómo algo me daba golpes en el hombro, no podía girar la cabeza para comprobar de qué se trataba así que me empecé a asustar.

Me intenté mover y sin poder, el peso de la realidad había vuelto a mi cuerpo, estaba despierta y muy capaz de sentir mi alrededor pero mi cuerpo no parecía responder.

Notaba que alguien me daba golpes en el brazo izquierdo y podía escuchar la clara voz de Elias llamándome en susurros pero no podía responderle.

Después de darme cuenta que no serviría de nada me quedé quieta, al menos mentalmente, e intenté concentrarme en los párpados, nada, estaba segura de que en un momento normal de mi vida cotidiana tanta voluntad podría haberme servido para destrozar a cualquier enemigo pero mis ojos seguían cerrados.

Estaba angustiada, casi y podría hecharme a llorar pero ningún musculo de mi cuerpo se movía, así que dudaba bastante que eso sucediera, después de unos segundos más me rendí, decidí no hacer nada, total, si Elias veía que no reaccionaba sabría que me pasa algo.

¿No?

Y justo cuando dejaba descansar cada celula de mi cuerpo mis parpados se abrieron de golpe y conseguí tomar una gran bocanada de aire como si en algún momento hubiese dejado de respirar.

Elías—Joder, si es verdad que tienes el sueño pesado.

Emma—Si... Sueño...—simplemente debió haber sido eso, un mal sueño.

Elías—Bueno, pues ya es la hora, levántate y después baja a desayunar.

Emma—Buenos días a ti también.—sonreí irónica mientras saltaba al suelo.

Elías—Buenos días.—respondió y se marchó.

Me pasé la mano fría por la cara, por las ventanas ya se colaba el sol entre los árboles así que había una luz suave pero tentadora que iluminaba toda la habitación.

Me dirigí al armario, no tenía ganas de llevar muchas prendas ni tener que usar ropa incómoda ni pasar frío porque...

Me quedé estática al mirar por la ventana que tenía al lado y casi me doy contra el cristal intentando traspasarlo: Todo, absolutamente todo estaba blanco, cubierto por nieve de una manera tan bonita y elegante que daban ganas de llorar.

Me había criado en España y para ver la nieve. aunque solo fuese caer del cielo, hacía falta que todas las estrellas se alineasen.

Me volví a girar, iba a hacer mucho frío así que agarré unos vaqueros negros y una sudadera más grande que yo.

Volví a mirar por la ventana, tristemente no había balcón, solo podría bajar a la calle por las puertas de la primera planta y la verdad que con el frío que sentía tenía más ganas de meterme en la bañera con agua calentita que de ir a hacer el tonto con la nieve.

Suspiré, con suerte tendría mañana todo el día para jugar en el bosque y hacer muñecos de nieve.

Me dirigí al baño, todo de madera igual que la casa, una pared de cristal que enseñaba el paisaje pintado de blanco y otra puerta que dirigía a la habitación de mi compañero. Dejé la ropa en el suelo y cerré ambas puertas con pestillo.

Solamente había una ducha, maldecí pensando en que no tendría tiempo para sumergirme en agua hirviendo, me desnudé y me metí en el cuadrado formado por azulejos grises.

Hogwarts Scars   [ESP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora