• Elías Willow •

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29 Agosto 2010, Madrid (España)

Quedaban dos días para empezar el instituto, así que, como buena alumna y amiga que era, me pensaba quedar todo el día en la cama.

Mamá—¡MÍA! ¡Levántate de una vez!–gritó desde el piso de abajo.

No respondí, simplemente di media vuelta en mi cama y volví a cerrar los ojos.

A los pocos minutos oí unos fuertes pasos que provenían de las escaleras y aterrada, sabiendo lo que pronto aparecería por mi puerta, me intenté proteger la cabeza cubriéndola con la colcha.

Mamá—¡MÍA!

La puerta se abrió de un golpe en seco y chocó con la pared haciendo un gran sonido.

Mía—Déjame–gruñí.

Se acercó a mí enfadada y me quitó la capa que me tapaba.

Mamá—¿Cómo puedes dormir con todo esto en verano?–preguntó molesta.

Mía—Durmiendo ,¿qué te esperabas?–Me miró mal por la contestación y me sentí obligada a levantarme al sentir sus uñas en mi antebrazo.—Eso duele, ¿sabes?— contesté de mala forma alejando mi brazo de ella.

Ella me miró sin decir nada y se volvió a girar mirando a la cama tirando las almohadas al suelo para poder llevarlas a limpiar.

Mi relación con mi madre nunca había sido lo políticamente correcta que cualquier persona puede llegar a tener, siquiera recuerdo que pudiera haber sido prometedora en algún momento, sin embargo ya me había acostumbrado, no era algo especialmente destacable en mi vida y mientras bajaba por las escaleras el enfado que había cobrado vida en mí en estos pocos minutos desapareció.

Al llegar al comedor pude ver a mi padre y mi hermano mayor desayunando sentados en la mesa baja.

Mía—Buenos días—Los saludé y me senté.

Mi padre estaba mirando el periódico como cada mañana, mientras  mi hermano observaba embobado el pequeño televisor que colgaba de una de las paredes.

Marcos—No me lo puedo creer, los impuestos han subido de nuevo, no se a dónde quieren llevar este país.

Mi padre miró a mi hermano de reojo mientras se comía una cuchara de cereales y negaba.—Me gusta que estés cada vez más atento al mundo que te rodea, deberías aprender de él Mía.

Marcos—Papá, solo tiene 13 años—protestó intentando cambiar de tema.

Papá—Su abuelo a su edad ya trabajaba en unas grandes industrias del mundo terciario.

Mía—Pero yo cuando mi abuelo tenía mi edad no estaba viva, si me pongo a buscar ahora trabajo me van a decir que estoy loca.—dije con normalidad, la reacción de mi padre no habría sido nada más que una sonrisa, le gustaba mi carácter defensivo y siempre buscaba activarlo.

Cuando mi madre volvió a entrar en la habitación donde nos encontramos pude notar su mirada de desagrado ante la respuesta que acababa de decir y mi enfado volvió a resurgir como si nada, me levanté del asiento dejando el plato encima de la encimera —Ni se te ocurra dejarte todo eso, ven ahora mismo y cómetelo.—me di la vuelta dispuesta a salir—Mía ,ven aquí ahora mismo.

Sería hipócrita decir que ella era una mala madre, no lo era, sabía que intentaba lo mejor que podía cuidar no solo de mi hermano y de mí, pero de la casa, cosa que ni mi padre había intentado en lo que yo llevaba con vida. El problema principal estaba en nuestras formas de ser; ella tan acostumbrada a que todo fuera como quería había tenido la mala suerte de tener una hija cuyo comportamiento se basaba en lo impredecible y eso, por mucho que cualquiera de las dos lo intentara no ayudaba a compenetrarnos en ningún aspecto de nuestra vida.

Hogwarts Scars   [ESP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora