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          Después de que las mesas de caballete hubieran sido montadas en el gran salón y los manteles ya cubrieran sus superficies, los cuchillos de metal, las cucharas de plata y las copas, los platitos para la sal y los de base plana para la comida además de las vasijas, tenían que colocarse siguiendo un orden exacto. Jimin solía temblar al colocar cada uno de los objetos, aterrorizado por la posibilidad de equivocarse y ganarse un castigo por parte de los supervisores mayores de la cocina. Dependiendo de la asistencia, en ocasiones también tenía que cortar el pan, preparar los cuencos donde los invitados se lavaban las manos y los ropajes destinados a los acicalamientos preprandiales. Los tenedores continuaban siendo una novedad y muchos preferían la utilización de los "utensilios de Dios", lo cual era únicamente otra palabra para los dedos. Sin embargo, el rey y su familia se consideraban modernos y siempre preferían alejarse de lo que consideraban prácticas primitivas.

          El príncipe del reino era más o menos de la edad de Jimin y Taehyung, o al menos eso era lo que a ellos le habían dicho. Nunca le habían visto aparte de en los ostentosos cuadros de la pared, en pie junto al rey y la reina, mostrándose bastante aburrido. Ellos dos solían inventarse historias sobre como probablemente tenía dos cabezas y por eso nunca le dejaban salir de los aposentos interiores, o la posibilidad de que quizás fuera mortalmente alérgico a la luz del sol.

          Por eso fue más que una gran sorpresa ir a buscar juntos leña un día y, centrados en su charla, no conseguir ver el carro real justo en mitad de su camino, colisionando frontalmente con él y haciéndolo temblar como una hoja otoñal. Les llevó un momento considerable darse cuenta de lo que acababa de pasar, pero cuando lo hicieron, Taehyung cogió a Jimin por el brazo y tiró de él hasta el suelo formando una profunda reverencia, siseándole que él también bajara la mirada.

          El coche se detuvo y los caballos que tiraban de él ya habían plantado sus herraduras en la rígida tierra. Jimin no recordaba haberse sentido tan aterrorizado en su vida. Pensando una y otra vez que ya está, que hoy sería ejecutado, justo al igual que le había pasado a su madre por derramar una cesta de pan cuando él no había sido más que un bebé.

     –¿Qué significa esto? –pronunció una áspera voz desde el interior del carruaje, y Jimin apretó los ojos con aun más fuerza, cogiendo la mano de Taehyung y negándose a liberarla porque no quería morir sintiéndose tan asustado. Taehyung dio un respingo ante su toque pero le devolvió el apretón, mientras ambos continuaban con los ojos fijos en el suelo y una respiración forzada y superficial.

          Pudieron oír abrirse las puertas de carruaje y Jimin, en contra de su sano juicio, alzó la mirada para ver quien era, ganándose un violento tirón por parte de Taehyung, quien le siseó que volviera a agachar la cabeza. Aunque él ya le había visto. El príncipe.

     –¿Y quién demonios sois vosotros, embistiéndome de tal forma? –El futuro monarca tenía los ojos oscuros y el pelo incluso más negro, revestido con sus prendas de caza y guantes de cuero. Jimin tan solo recordaba eso porque la imagen que vio quedó grabada en el interior de sus párpados, y en su momento intentó centrarse en el elegante arco colgando del hombro del príncipe para disciplinar su respiración. –¡Contestadme o convocaré a mi padre!

     –Somos servicio del castillo, mi señor –murmuró Taehyung, y Jimin se preguntó como era capaz de hablar en este momento, mientras ambos temblaban de miedo. O quizás él no estuviera estremeciéndose a causa del temor; quizás ese solo era Jimin. –Por favor, disculpad nuestra impudente actitud. Nunca más volverá a suceder.

     –Más os vale que así sea –se quejó el príncipe, al parecer satisfecho con la disculpa hasta que arrastró sus pies y se detuvo, en pie justo delante de Jimin. –¿Y tú? ¿No tienes nada que decir por ti mismo?

          Intentó hablar, pero tenía la lengua agarrotada y bloqueándole la garganta, lo cual hizo que se atragantara en lugar de pronunciar palabra alguna, intentando no escupir cualquier cosa sinsentido mientras también luchaba por no desmayarse. Los ojos casi se le salieron de las órbitas a causa del esfuerzo que puso en fijar la vista en la insignificante roca que yacía sobre la tierra.

     –Es extranjero –mintió con mucha labia Taehyung, con la cabeza aun tan inclinada hacia delante como la de Jimin, pero sin muestra alguna de miedo en su rostro. Jimin le agradeció su intervención silenciosamente en su cabeza una vez que el principie resopló burlonamente y murmuró algo al carrocero, sintiendo tranquilizarse por fin todos los escalofríos que no habían parado de recorrerle el cuerpo una y otra vez.

     –Salid de aquí. Y llevaos vuestro desastre con vosotros.

          Jimin no tuvo tiempo de pensar antes de que Taehyung le levantara de nuevo y comenzara a presionar troncos sobre sus manos, ambos evitando los ojos del príncipe a todo coste. Sin embargo, sí que pudo sentir el peso de éstos sobre su calavera, y no pudo evitar echar un pequeño vistazo para ver esos orbes oscuros de nuevo.

          Arrepentimiento. Se arrepentía de haber hecho eso. Sus ojos estaban desprovistos de diversión alguna, más bien emanaban una sensación de apatía mientras miraba por encima del hombro el forcejeo de Jimin con los troncos. Le mantuvo la mirada al principe hasta que Taehyung le arrastró hacia el camino, sintiendo dichos ojos siguiéndoles incluso después de haber atravesado la mitad del patio.

          Jimin no se dio cuenta de que se había meado encima hasta que ambos se acomodaron en el catre situado junto a los lavatorios, al sentir enfriarse esa cálida y húmeda sensación en sus pantalones cuando permaneció apostado contra el suelo de piedra un par de minutos. Eso no le había ocurrido desde que era mucho menor: resultado de terribles pesadillas.

     –Tae –se quejó con voz aguda, observando la leña que habían tirado al suelo junto a la puerta un momento antes. –Creo que me he orinado encima.

     –Dios, eres como un bebé grande –le reprendió Taehyung, pero su voz estuvo entrelazada con preocupación mientras pronunciaba estas palabras y alzaba la mano para tomar un trapo situado encima de la escoba, la cual descansaba en la pared a su lado. Una vez en sus manos, lo lanzó a la entrepierna de Jimin. –Quizás si no hubieras mirado tanto tiempo al príncipe, tu vejiga no se habría soltado de esa forma.

     –Sí –coincidió Jimin, intentando lo mejor que pudo hacer que el trapo absorbiera el oscuro parche de orina.

          Taehyung suspiró, comenzando a desatarse su delantal de cuero, y después desató el de tela de Jimin, intercambiándolos para que la húmeda mancha de los pantalones de éste quedara cubierta por su oscura prenda y él se quedara con el claro delantal y su apenas visible rastro amarillo. Se preocupó y resopló en voz alta, afirmando que Jimin estaba demasiado delgado como para que el delantal le quedara bien sujeto, pero al final se rindió y lo dejó colgando con un nudo flojo alrededor de sus caderas.

     –No puedes ponerte eso –dijo Jimin mientras palidecía, señalando su delantal sucio. Estaba bastante seguro de que el nivel de vergüenza que estaba sintiendo ahora mismo era la maxima cantidad de pudor que cualquiera tenía capacidad de experimentar.

     –Necesito algo que me proteja de las ascuas voladoras, ¿cierto? –razonó Taehyung, levantándose del suelo y alisándose el delantal blanco. –Ademas, el blanco me queda bien. Nunca puedo llevarlo por donde trabajo. Simplemente se ensucia, ¿sabes? Así que esta cosa estará cubierta de mugre antes de que te des cuenta. Nadie se percatará siquiera de esta mancha de aquí.

           Jimin sintió sus ojos inundarse de lágrimas, levantándose rápidamente y lanzándose en los brazos de Taehyung mientras la apretaba con fuerza, ignorando el hedor a mierda de caballo que los rodeaba. –Gracias.

     –No vivimos las vidas más glamourosas –dijo Taehyung, como si le estuviera leyendo la mente, riéndose entre los mechones de pelo de Jimin. Su aliento cálido era reconfortante, y la frecuencia cardiaca de Jimin casi había vuelto a la normalidad cuando partieron de nuevo.

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advertencia de que, a medida que avanza, más truculenta se vuelve la historia (y llega a serlo mucho).

ALL THE KING'S MENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora