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Jimin se despertó por la mañana con la garganta áspera y extremidades agarrotadas; sus músculos finalmente le dejaron levantarse del barro, el cual ya se había secado y agrietado sobre su piel. La sustancia estaba deshidratada y olía a caducado. El sol estaba en mitad del cielo, y lo sintió ardiente y cegador mientras refulgía sobre su cara.

Se imaginó a Taehyung abajo en las mazamorras toda la noche, solo. ¿Había probado algo de comida durante todo lo que llevaba ahí? Jimin no quería saberlo. Sin embargo, de lo que sí estaba seguro era de que estaba pensando en cosas tan triviales porque temía su verdadera preocupación: ¿Taehyung seguía vivo? Jimin habría estado durmiendo durante su ejecución si no era así. Taehyung habría estado completamente solo y asustado y Jimin no habría estado allí para verlo. No habría estado allí para prometerle que se uniría a él en el más allá en cuanto descubriera como acabar con su propia vida.

Se irguió sobre sus temblorosas piernas, ignorando las miradas curiosas que estaba recibiendo de parte de los chicos de los establos y unos cuantos escuderos de bajo rango. Hoy no tenía tiempo para su complejo de superioridad. Solo se permitió a sí mismo algo de tiempo para rezar por que el sol desapareciera, pues sentía que Taehyung no se merecía que el mundo pareciera tan feliz mientras él estaba en peligro.

Jimin intentó poner orden en su cabeza y tratar de recordar cómo volver a las mazmorras, aunque solo fuera para despedir el cuerpo de Taehyung. Le dolía el estómago a horrores, pero su cabeza aun funcionaba, y consiguió tramar un plan antes de reunir todo lo que necesitaba y correr lo más rápido posible por las escaleras en espiral que daban a las profundidades del castillo. Se llegaba siguiendo el mismo recorrido que para llegar a la enfermería, y había estado allí muchas veces. Sabía el camino.

Aunque todos los pasillos subterráneos parecían iguales, Jimin sabía que las mazmorras se hallaban en la dirección de la que provenía el más fétido aroma. De modo que siguió a su nariz por un estrecho pasadizo que se abría hasta dar un callejón sin salida repleto de barras de metal.

Se encargó de los guardias como había planeado y después buscó la celda de Taehyung. Ya había estado allí una vez, pero no ayudó mucho. Cada celda estaba tan vacía como la siguiente. Tan oscura y desolada, tan rebosante de larvas como la anterior. Intentó llevarse consigo la antorcha de la pared, pero acabó quemándose, volviendo a dejarla en el mismo sitio y gimoteando porque nunca se le había dado bien el fuego. Puede que, de todas formas, no quisiera ver las cosas con tanta claridad. Puede que si el cuerpo de Taehyung seguía en la celda no quisiera verlo descomponiéndose.

–¿Hola?

Al principió se preguntó si era él quien lo había dicho, pero su boca llevaba sellada desde su encuentro con el guardia para evitar saborear el aire a muerte de su alrededor. La voz era suave pero grave, y a Jimin lo tomó un momento reconocerla, aunque lo hizo inmediatamente cuando localizó el sonido en sus recuerdos.

Se dio media vuelta, mirando la celda situada tras él. La antorcha iluminaba solo parte de la zona inferior de dentro de la celda, hasta un par de rodillas. Jimin entró en acción, tirándose sobre el suelo de piedra y agarrando las barras de metal. Imposible. Había estado tan seguro de que su peor pesadilla se había hecho realidad.

–¿T-taehyung? –dijo en dirección de la oscura celda, preguntándose si sus oídos y ojos le habían engañado.

El corazón le brincó en el pecho cuando consiguió una familiar respuesta.

–Jimin.

–Tae –dijo, su interior se hinchó de calidez y sus brazos se extendieron, temblorosos, por instinto. –¡D-dioses, creía que te había perdido! Estuve tan preocupado toda la noche... Estaba tan seguro de que el príncipe habría llegado a ti antes de poder verte de nuevo. Creía que tendría que acostarme a descansar bajo un sauce llorón.

ALL THE KING'S MENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora