ALL THE KING'S MEN

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Los inviernos se volvieron largos y fríos a medida que los veranos pasaron a desenvolverse casi silenciosamente. Jimin había nacido un día de invierno, y por ello su padre alegaba que esto era una señal de que finalmente se estaba convirtiendo en un hombre. Él no estaba tan seguro de eso. Seguía siendo casi tan bajo como hace cuatro primaveras, mientras que la estatura de Taehyung y Jeongguk se había disparado hacia arriba, como si estuvieran siendo tirados por hilos invisibles anexionados al cielo. Taehyung, por supuesto, se lo había restregado por la cara durante un tiempo, pero se cansó una vez que se percató de que solo conseguía malhumorarlo, mientras que Jeongguk... bueno, ya no veían mucho del príncipe. No habían sabido nada de él durante al menos cinco primaveras, de hecho. Jimin asumió que estaba ocupado con asuntos de la realeza, y Taehyung no se molestó en especular porque, según le dijo un día, el juego que tenían tendría que acabar antes o después de todas formas. Ningún príncipe podía estar en presencia de plebeyos sin utilizarlos como sacrificio o causar un tumulto. Jimin y Taehyung simplemente pertenecían a una realidad diferente.

Las cocinas estaban ajetreadas en esta época del año, repletas de gente corriendo y colisionando a toda velocidad en un intento de demostrar que eran ellos quienes tenían derecho a los últimos restos de canela o el horno de pan. Jimin se mantenía retraído en sí mismo la mayor parte del tiempo en las bodegas y despensa, con la cara cubierta de harina y los ojos siempre asomados por las ventanas para averiguar si Taehyung estaba fuera, en el patio, o ennegreciéndose la cara en el interior de su cabaña.

Taehyung también estaba trabajando más duro cada día. En poco tiempo, apenas tuvo permitido salir a jugar, manteniéndose principalmente junto a su padre en la herrería y trabajando con el candente metal. O al menos eso es lo que le había dicho a Jimin la última vez que se habían visto, lavando ropajes en el río. Eso y que su gata Mildred se había quedado preñada hace dos lunas.

En esta ocasión le vio cerca del patio, cuando salió a buscar cebollas y pieles para el invierno. Taehyung estaba grande y casi irreconocible, hablando en pie con un grupo de escuderos frente a los establos de los caballos. Tenía pieles de oveja negra cubriéndole los hombros, haciendo que su espalda luciera descomunalmente enorme, pero manteniendo su cuerpo cálido. Había una diferencia prácticamente extrema al compararlo a la fina camiseta de algodón de Jimin y su sencillo par de pantalones de lana. Copos de nieve continuaban aglomerándose en su pelo y pestañas, y consideró girarse para volver a toda velocidad al calor de las cocinas, pero Taehyung le localizó antes; enviándole la mayor sonrisa que Jimin había visto jamás y corriendo hacia él tan rápido que su espada repiqueteó en la funda. Estaba cálido y resultó acogedor cuando aplastó a Jimin en un gran abrazo de oso, besándole la coronilla. Jimin sonrió en el hueco de su cuello, inhalando su aroma profundamente por primera vez en un tiempo considerable. Cuando Taehyung se retiró, él formuló una sonrisa con luz propia.

–Jimin –dijo con una voz tan cálida como la del verano perdido. –¿Vas a hacer pasteles de canela este año? –Jimin asintió, impresionado porque Taehyung conociera la diferencia y nombres de todas las especias extranjeras. Pero por otra parte tampoco era tan sorprendente, no había podido tener mejor profesor.

–De manteca, también. Pero ninguno para ti, me temo.

–¡A la mierda con eso! –rió Taehyung a un alto volumen. El pelo acabó aterrizándole en la cara. –Me colaré en las cocinas uno de estos días, cuando padre me deje tranquilo un rato, y la lameré de tus dedos.

Jimin se sintió sonrojar mientras liberaba unas risitas, sabiendo que Taehyung no estaba soltando la idea descuidadamente, a lo loco. Taehyung siempre hacia lo que quería. Jimin a menudo deseaba poder ser también así a veces. Simplemente tomar el control.