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–¿Cómo estás hallando tu nueva tarea?

Taehyung se encogió cuando su concentración fue interrumpida, alzando la mirada para encontrar a la misma Reina observándole inspeccionar las bisagras de una puerta del ala sur. Llevaba trabajando todo el día, tomando nota de lo que necesitaba reemplazar y calculando los materiales que necesitaría para su mejora. Las cerraduras parecían estar bien en general, aunque se había percatado de que dos de ellas estaban mal hechas y casi disueltas, muy lejos de poder lograr mantener a alguien al otro lado de la puerta.

–Es un gran honor, su Alteza. Procuraré que cada puerta quede como nueva.

–Eso me complace enormemente –dijo la Reina, dedicándole una gran sonrisa. Su maquillaje en polvo casi se resquebrajó cuando movió los músculos de la cara y Taehyung se preguntó si le resultaba doloroso. Su boca tenía un sangriento rojizo a ella adherida y también sopesó si era a causa de una nueva tendencia según la cual las mujeres se arañaban los labios hasta hacerlos sangrar para adquirir un tono tan profundo. Pero, al pensarlo otra vez, llegó a la casi segura conclusión de que la Reina tenía mejores cosas que hacer que clavarse las uñas en la cara. Taehyung no sabía nada de los affairs de la clase alta, y sería estúpido fingir que así era. –Observando mis suculentos labios, ¿me equivoco? –preguntó la Reina, trayendo a Taehyung de vuelta a la realidad. La miró con los ojos muy abiertos mientras procesaba lo que le había dicho, mientras su cabeza se sacudía de un lado a otro frenéticamente por sí sola. –Oh, no hay ningún problema en ello. No se lo diré a nadie. Como pobre sirviente que eres, probablemente no tienes mucho que mirar aparte de unas cuantas chicas del pueblo infectadas de peste, así que no me importaría que te dieras un festín con esta nueva forma de mujer a la que acabas de ser presentado. No soy tan cruel.

Taehyung tragó con fuerza, con la garganta demasiado seca para poder evitar dolor al hacerlo. Nunca se había esperado tanto como recibir palabras de la Reina, pero aquí estaba; siendo abordado por ella. Le estaba batiendo sus largas pestañas, con el pelo recogido de una forma diferente a la primera vez que la conoció. Estaba violentamente incómodo, rozando lo nauseabundo.

–Te dejaré proseguir con tu trabajo –musitó la Reina, originando una oleada de alivio en su cuerpo. La mujer estaba inspeccionando las bisagras de la puerta y frunciendo los labios. Taehyung recordó lo vieja que era cuando lo hizo, pues la expresión resaltó las arrugas que le rodeaban la boca y resaltaron la piel flácida de la zona. –A menos, por supuesto, que desees que permanezca aquí...

Sus ojos volvieron a abrirse y adherirse a su rostro. Sabía que era maleducado quedársele observando y no bajar la mirada, pero estaba intentando comprender si la Reina estaba o no... No, imposible. Debía estar imaginándose cosas. Envenenándose con el humo al igual que su difunto padre. Se mantuvo inmóvil mientras la Reina se movía hasta quedar junto a él. Ésta se deshizo de sus guantes y después se quitó de una patada sus puntiagudos zapatos, en dirección a la cama.

–No te importaría que me cambiara frente a ti, ¿cierto? No puedo evitar sentirme terriblemente incómoda con este atavío. La vida no es fácil para la realeza, ¿sabes? Tengo que cambiar mi atuendo seis veces al día porque los burdos viejos de este castillo se ven ofendidos por el pensamiento de una mujer ensangrentando su ropa interior.

Taehyung asintió desdeñosamente, con los ojos pegados a sus pies. Estaba en los aposentos de la Reina –tenía perfecto sentido. Él era el intruso. Ella tenía todo el derecho a sentirse cómoda.

La Reina se alejó de él, cediéndole la habilidad de respirar de nuevo. Observó la pared mientras la escuchaba hurgar entre sus cajones y quitarse el tejido. Cerró los ojos por si acaso, sintiéndose pegajoso y tenso ahí mismo, a tal cercanía de la semidesnuda Reina. Su sofocante fragancia resultaba mucho más obvia ahora que en la gran sala del trono.

–Dime... ¿Vivís con alguien, Taehyung?

La pregunta le pilló con la guardia baja, pero no lo suficiente como para no responder. –No, su Majestad –dijo rápidamente, evitando activamente el espejo colocado justo a su lado. Estaba comenzando a sentirse extrañamente cálido, temeroso de poder desmayarse por el pavor que estaba experimentando en el corazón.

–¿Alguna vez te sientes solo? –La pregunta estaba claramente cargada con una única intención y solo una repuesta correcta. Taehyung quería que sus labios pronunciaran las más selectas palabras sobre Jimin, como era lo que tenía y lo único que necesitaba, pero no podían.

–En ocasiones, pero tengo buenos amigos trabajando en el castillo. Paso mucho tiempo con ellos.

Pudo verla asentir por el espejo, con el pecho tenso y adolorido. No había esperado ser subyugado para esto. No sabía qué hacer. Si le ofendiera probablemente acabaría muerto, pero si le seguía lo que parecía ser su juego, estaría cometiendo traición. Alzó los ojos, y ella apartó los suyos instantáneamente, dándose media vuelta y tomando unos cautelosos pasos hacia la puerta.

–¿Podrías hacerme el favor de ayudarme a aflojar las ataduras del corset? –inquirió una voz coqueta tras él, haciendo que el corazón se le hundiera hasta el estómago. ¿Por qué tenía que haber sido él el elegido por la Reina para entretenerse? Había oído rumores de sus caprichos, pero no les había dedicado demasiados pensamientos. Nunca los creyó verdaderos.

Se giró obedientemente, localizándola en frente de él, con las manos sobre los largos cordeles de su corset crema. Inhaló una profunda inspiración y avanzando cautelosamente, como si temiera que fuera mandar guardias a matarlo en cualquier momento. Estaba sonriendo, como llevaba haciendo todo el rato que llevaba con él. Le extendió los cordones para que los tomara y a él le llevó tanto reunir el coraje para acercarse y cogerlos, que la mujer negó con la cabeza y le murmuró una cuantas palabras de prisa; haciendo que sus pies avanzaran para poder tomar lo que le era ofrecido. La Reina produjo un sonido incrédulo cuando finamente los tuvo en sus manos, haciéndole desviar los ojos hacia la pared de su izquierda.

Él tiró, sintiendo la hilera aflojarse bajo sus dedos y maldiciendo a los dioses por colocarle en este dilema. Quería volver a la sucia excusa que tenía por casa, a respirar humo y morir lentamente. Quería que Jimin viniera a molestarlo con sus preguntas estúpidas y se ofreciera a peinar su indisciplinado cabello. Dioses, quería que Jimin le recorriera los mechones de pelo con los dedos ahora mismo. Sus delicados deditos.

El corset se abrió cuando desató cada retahíla de cordeles, derramando sus pechos y dejándolos colgar libremente. Él cerró los ojos, respirando pesadamente por la nariz y aguardando que la furia cayera sobre él. Pero la habitación quedó en silencio. Lo único que podía sentir era la calidez de la Reina junto a sus manos.

–Míralos –dijo suavemente, sonando casi triste. Él rechinó los dientes y abrió los ojos, permitiendo que se asentaran sobre los montículos de grasa que colgaban del pecho de la Reina. Parecían casi hinchados, con grandes pezones rosas enfatizando sus extremos. –¿Te gusta lo que ves?

Tuvo que doblarse sobre sí mismo para controlarse, intentando con todas sus fuerzas no vomitar sobre los pies de la Reina. Ella confundió su malestar por excitación, y le acarició la espalda mientras se acercaba a él para sonreírle de nuevo.

Taehyung se retiró de ella, haciendo que sus pechos rebotaran ante la fuerza de su retroceso. La Reina pareció conmocionada, pero no pudo encontrar en sí mismo fuerzas suficientes para que le importara. Todo lo que pudo hacer fue excusarse y decir algo sobre que su horno necesitaba atención y que lamentablemente debía marcharse ahora mismo. No miró hacia atrás para evaluar su reacción mientras salía de los aposentos con la cabeza gacha.

ALL THE KING'S MENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora