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Taehyung había mentido sobre las enfermedades y que éstas no eran más que cuentos inventados por la gente. En la cúspide del mismo invierno, justo cuando los árboles más desnudos se hallaban y el suelo estaba cubierto de la más espesa nieve, su padre murió de envenenamiento por humo cuando Taehyung ya era capaz de encargarse de trabajos de envergadura; suceso sórdidamente simultáneo a su cumplimiento de edad necesaria para encargarse de las tareas de su progenitor ahora que ya no estaba aquí.

Jimin siguió a Taehyung por el bosque para enterrarlo, y le observó mientras tomaba de la vieja botella de ale de su padre y pasaba a verter una buena cantidad en la zanja donde le habían colocado. Pudieron ver su pálida piel y las larvas de la tierra bajo su cadáver listas para devorar el siguiente cuerpo que les serviría de festín. Estar en una situación como esa era tanto surrealista como incómodo, y Jimin no creía que él fuera capaz de hacerlo con tanto entusiasmo si fuera su padre al que estuvieran enterrando. Aunque la muerte era común entre aquellos de los bajos estamentos, siempre provocaba un sentimiento igualmente horrible.

–Marcha en paz –dijo Taehyung arrastrando las palabras, casi despreocupado tras la copiosa ingesta de alcohol. Jimin trataba de limitarle usualmente, pero hoy le dejaría libre. Hoy le permitiría a Taehyung hacer todo lo que diera la real gana. –Y no te tropieces con Tío en tu camino al cielo, viejo torpe.

Volvieron después de que el chico acabara de cantarle una vieja canción báquica con palabras mal articuladas, pidiéndole a Jimin que danzara y diera vueltas con él mientras recitaba sus despedidas a su padre.

Una vez que finalmente volvieron a su cabaña, Taehyung se sentó contra la chimenea ("¡es un horno!"; su irritada voz aun resonaba en su cabeza) y se quitó su delantal y guantes de cuero, tirándolos a su izquierda sin mirar o tan siquiera asegurarse de donde habían caído. Jimin permaneció en pie delante de él, mirando a su mejor amigo con ojos compasivos. Nunca le había visto tan ausente.

–No me mires así –se quejó Taehyung. Jimin desvió su mirada al instante. La verdad era que no sabía cómo animar a Taehyung. Nunca antes había estado en una situación como esta, así que sentía que cualquier palabra que posiblemente pudiera salir de su boca resultaría estúpida o apática. Sin embargo, antes de que pudiera decir nada, Taehyung intervino. –Mentí sobre lo de forjar armas para la armada, por cierto. Principalmente nos limitábamos a herraduras y clavos. O armaduras para los guardias. Objetos para el castillo. Supongo que solo quería impresionarte. –Taehyung parecía incluso más triste que un momento antes, y Jimin revolvió su cabeza en busca de algo apropiado que decirle.

–Podrías haberme dicho que recogías manzanas para ganarte la vida y aun así me habrías impresionado –insistió Jimin con una corta risa, sintiendo su pecho comprimiéndose. Taehyung le sonrió desde abajo, mas divertido de lo que Jimin había anticipado que estuviera.

–¿Cómo podría haber sabido que era tan fácil complacerte? –le provocó Taehyung. Jimin se sonrojó, y le dio una patada en la pierna, aun envuelta por su bota. El más alto volvió a dedicarle otra media sonrisa, hasta que se inclinó hacia delante y tiró del dobladillo de la camisa de algodón de Jimin. Jimin se congeló, alzando una ceja.

–Enséñame algo bonito, Jiminnie.

El cocinero se quedó en blanco mirando a Taehyung, cuyos ojos estaban completamente vidriosos a estas alturas, acompañados de una expresión serena y curiosamente esperanzada. Su rostro estaba cubierto de sudor; sus dientes, mordiendo su labio inferior.

–¿Bonito? –preguntó. Taehyung asintió. No le tomó mucho tiempo sentir las manos del chico llegar a su cintura y sacarle la camisa que llevaba metida por los pantalones, desabrochándole los botones de abajo y tirando del tejido con empeño. Jimin se giró, dejando que la prenda le cayera primero de un hombro y después del otro, hasta que acabó en los brazos de Taehyung, quien la alzó hasta su cara para olerla. Lucía tan pura contra las oscuras manos de del herrero; aunque simultáneamente raída y sucia. Pudo sentirse a sí mismo comenzando a respirar más lento, profundamente; a sus puños cerrándose mientras los ojos de Taehyung descansaban sobre su estómago.

ALL THE KING'S MENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora