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Se despertó por el repiqueteo de metales y su cuerpo quejándose de frío, con la espalda apoyada contra la mohosa pared de una de las celdas de los calabozos. El aire era húmedo, infestado con el hedor a muerte de cadáveres en descomposición. Miró a su alrededor, dándose cuenta de que estaba solo en la pequeña habitación, aparte de un solo cubo lleno de agua. Tenía las muñecas unidas, esposadas, pero aun así conservaba libertad para moverse.

Trató de ponerse en pie, pero su piernas estaban demasiado débiles, haciéndole gemir de dolor a medida que el esfuerzo afectaba a su hombro. Tendría que recolocárselo a base de golpes contra la pared en algún momento. Probablemente también tendría que suplicar por cualquier migaja de comida que pudiera conseguir. Un chico de los establos fue aprisionado una vez, pero nunca fue liberado. Taehyung se preguntó si todavía permanecía aquí abajo junto a él.

Lo más irritante sobre su nuevo confinamiento era que no podía orientarse temporalmente. No tenía ni idea de cuantos días habían pasado, si es que tan siquiera había cambiado de jornada, y no era capaz de saber la hora. Solo había oscuridad y humedad, y una débilmente iluminada antorcha que le permitía algo de visibilidad. Consideró llamar a un guardia, pero sabía que solo lograría ganarse una paliza si estaban de mal humor. Se conformó con sacar gravilla de la herida de su rodilla, seguramente de cuando fue lanzado a la celda, y siseó para sí mismo cuando el aroma a sangre sobrepasó el de la podredumbre.

De niño había oido hablar de las mazmorras a menudo; la mayoría siendo historias de terror para mantener a raya a él y el resto de niños. Cómo iba a imaginarse que todo resultaría siendo verdad. Lo único que no cuadraba –al menos de momento– eran las ratas; los sucios roedores que supuestamente acechaban la carne de los cadáveres en estado de descomposición. Taehyung ni siquiera podía ver la celda de enfrente debido a la poca iluminación, así que preguntarse sobre tales temas era algo inútil. Al menos no estaba encadenado a la pared o el techo. Y al menos Jimin no estaba aquí abajo con él, incluso a pesar de que juraría poder escuchar su voz cada vez que cerraba los ojos.

Jimin. Se mordió el labio, intentando contener las lágrimas. Ni siquiera había logrado arreglar las cosas con su Jimin. No había luchado lo suficiente como para mantenerlo a su lado, y se sentía como un cobarde. Un cobarde que iba a recibir lo que se merecía por ser tan jodidamente estúpido.

–Taehyung.

Cerró los ojos con fuerza, y sus lágrimas se derramaron por sí solas cuando la voz de Jimin inundó su mente. Solo Jimin podría pronunciarlo tan suavemente, pero aun así hacerle sentir tan a salvo. ¿Por qué tenía que sentir este dolor?

–¡Taehyung!

La voz sonó más fuerte esta vez, y abrió los ojos. Se preguntó si estaba soñando cuando vio a Jimin gritando su nombre, moviéndose entre las rejas de la puerta que daba a su celda, agarrando desesperadamente el metal con los dedos. Había perdido la cabeza. Aunque lo veía con tanta claridad... Podía distinguir las individuales hebras de pelo que formaban sus mechones y su nariz respingona que quedó sin respiración cuando procesó su presencia. Taehyung era incapaz de mirarlo y mantuvo la mirada fija en sus pies. Sabía que no debería haber hecho lo que hizo. Sabía que era, probablemente, la cosa más estúpida, más bochornosa, por la que podía haber caído; pero el problema es que volvería a hacerlo todo de nuevo. Sin dudarlo un segundo. Un millar de veces. Y ahora, incluso después de todo lo que había hecho, Jimin estaba ahí.

–No deberías estar aquí, Jimin –croó, su voz sufrió el mismo efecto que la de Jimin había experimentado con su cruda emoción. Jimin no debería estar llorando por él. Temía que las palabras del príncipe fueran la causa de sus lágrimas; por eso había silenciado a Jeongguk. Vale, quizás también quiso defender el honor de Jimin. Puede que estuviera tan orgulloso de Jimin que no podía imaginarse que nadie pudiera hablar mal de él nunca.

ALL THE KING'S MENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora