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          Jimin se encontró con el más insospechado invitado en la cámara dormitorio del servicio al atardecer de un día en el que había ido a acostarse temprano, quedándose boquiabierto en cuanto vio los pantalones negros y la camisa de seda. Acababa de ver más de la familia real en este momento de lo que había hecho en toda su vida.

     –Su Alteza –murmuró, pronunciando una profunda reverencia y negándose a mirarle a los ojos a pesar de la silenciosa insistencia del príncipe, esperando, por alguna razón, que nadie viniera a dormir tan pronto y los encontrara a los dos ahí.

     –Llámame Jeongguk –dijo el heredero. Los ojos de Jimin se agrandaron, y se encontró a sí mismo sacudiendo la cabeza automáticamente.

     –No es posible, su Excelencia. Sería de lo más indecoroso por mi parte.

     –Como desees –casi rió Jeongguk, y Jimin le vio sonreír por primera vez; una sonrisa más bien cálida y acogedora para alguien de su estatus. –¿Cómo se encuentra tu amigo?

     –Mejor... tremendamente bien. Estoy cuidando de él.

     –Me alegra saberlo. –El silencio se cernió sobre ellos y Jimin miró a su alrededor, maldiciándose a sí mismo por no tener nada que ofrecer al futuro monarca del reino. Él debería estar en los jardines recogiendo zanahorias y ensuciándose las manos con el resto, y Jeongguk tendría que estar comiendo de platos argentados y bebiendo de brillantes cálices.

     –Como ya sabes, el resultado de la naturaleza militar de nuestros tiempos ha desembocado en una composición predominantemente masculina de las casas nobles. No obstante, he de decir que me deleita el toque tan femenino que aportas ante mi presencia. No podría haber conseguido otro joven paje mejor que tú.

          Jimin se sonrojó, preguntándose si había sido su necesidad de cuidar de otros o su naturaleza atolondrada lo que había hecho que el príncipe pensara en él de tal forma. El heredero apenas lo conocía, pero debería haber preguntado por los lares.

     –Su Majestad, no soy más que una mera parte de la procuración de comida –insistió Jimin, sintiendo que paje era un término ligeramente superior a él.

     –¿Trabajas en la despensa o la bodega?

     –En ninguna de ellas... asisto a mi padre en lo que mi ayuda necesita.

     –¿Así que tu tarea es algo así como un escudero de las cocinas? –curioseó el príncipe, y Jimin se encogió de hombros.

     –Supongo que podría ser considerado un paje.

          Esto hizo sonreír al invitado y Jimin le devolvió el gesto con ligera dificultad para no parecer maleducado, aunque no estaba demasiado seguro de por qué el principe estaba tan feliz sobre su recién adquirido título. El heredero, sin embargo, se limitó a mirar alrededor de la sala, inspeccionando los arreglos para dormir que habían sido suministrados para el servicio y la lóbrega decoración de la estancia. Jimin se ruborizó, ni siquiera seguro del por qué estaba ahí el príncipe , aun de pie en la sala, hablándole a él. Rodeándose de mugre.

     –¿Es aquí donde duermes? Uno de tus amigos de cocina me ha dicho eso.

     –Así es, su Excelencia –confirmó Jimin, no demasiado convencido de querer admitir tal cosa. Tan solo fomentaba la segregación entre él y Jeongguk. No es que esto debiera molestarle, pero los actos de amabilidad generalmente le hacían querer acercarse a la persona, y eso no era una posibilidad en este caso. Además, él seguía teniendo su orgullo.

     –Haré que mi padre mande a una criada con una esterilla en la que puedas dormir. Y algunas colchas para tus amigos. No era consciente del estado de estos cuartos. Es vergonzoso.

          Jimin sintió sus ojos agrandándose, alzando las manos hasta sus labios para evitar que la boca se le quedara abierta de par en par. El príncipe lucía incluso más radiante ahora, ahí en pie completamente recto y formal. Jimin tan solo pudo hacerle una reverencia con una mano colocada en el pecho. Nunca se habría imaginado que el príncipe entre todas las personas le hablaría a él, ni en un millón de años, así que mucho menos había considerado la posibilidad de que le hiciera tales favores y fuera tan amable. Todas las fábulas que contaban historias de reyes buenos tenían más sentido ahora, aunque Jimin siempre las había considerado sandeces. Propaganda y habladurías.

     –Gracias. Que Dios os guarde y bendiga vuestra amabilidad.

     –No hay necesidad de bendecirme –le restó importancia el príncipe, avanzando un mínusculo paso en dirección a Jimin. –Tan solo estoy haciendo mi deber. Padre me dijo que estuviera al tanto del estado del castillo de todos modos.

          Fue solo entonces cuando Jimin recordó que el príncipe era alrededor de la misma edad que Taehyung y él, o incluso algo menor. Era extraño eso de reverenciarse ante alguien de ese modo, pero los finos ropajes y la joyería del chico recordaban a Jimin la razón por la que debía ser así. Si hubieran vivido otra vida, quizás Jeongguk habría jugado con ellos por las pocilgas o corrido alrededor de los bosques fingiendo ser noble en sus días libres. Quizás ya se habrían conocido entre ellos e inventado apodos tontos que usar cuando quisieran molestarse.

     –Le estoy eternamente agradecido, su Alteza –susurró, tomando una mano del príncipe entre las suyas e inclinándose hacia delante para besar el anillo con el emblema de su casa. –Por todo.

     –Por nada –volvió a repetir, ondeando una mano desdeñosamente. –Tan solo se trata de nimia cortesía común. Es lo menos que podía hacer.

     –Incluso a pesar de ello –insistió Jimin, permitiéndose formular una sonrisa optimista. Jeongguk se la devolvió, dejándole ahí con una pequeña inclinación de cabeza como despedida.

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tened un buen
día/tarde/noche ! <3

ALL THE KING'S MENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora