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Jimin yacía apoyado sobre la mesa del sacerdote, con el trasero ardiendo por los bruscos azotes. Era enteramente diferente a cuando Taehyung lo hacía; completamente desagradable e imposible de procesar. El cura le golpeó con más fuerza, utilizando un cetro de madera con la suficiente fuerza como para dejarlo sin respiración. Sus desesperadas súplicas para que las agresiones se detuvieran cayeron en oídos sordos, y su garganta se había rendido, irritada y ronca por sus continuos gritos. En lugar de la dulce mano de Taehyung relajando sus ardientes cachetes tras el castigo, el sacerdote simplemente colocó su cetro contra la pared, carraspeando con molestia. La única cosa que quedaba en el interior de Jimin era una vergüenza nauseabunda, a medida que su trasero desnudo se teñía de una tonalidad rojiza para los ojos y conocimiento del sacerdote, listo para estimar el castigo apropiado para hacerle lamentar sus pecados.

–¿Te arrepientes? –preguntó el sacerdote, demasiado calmado para alguien que acababa de golpear a un joven hasta la saciedad. Jimin, con mucosa cayendo de su barbilla y el labio sangrando por mordérselo tanto, sudor y lágrimas brillando sobre su rostro, asintió, dejando caer su cabeza hacia delante, derrotado. –Expón tu crimen.

–Deambular por zonas prohibidas –dijo como pudo, preguntándose si acabaría cayendo inconsciente de un miento a otro, ya que la estancia había comenzando a darle vueltas en la cabeza. Los pergaminos del sacerdote jamás habían parecido tan difíciles de leer; tan extranjeros. Sus aposentos olían a moho. Todo tenía un aroma a azufre. –Por favor... por favor, ¡has de dejarme marchar! ¡Un muy querido amigo mío está en problemas...!

–No será, casualmente, el compañero que estabas visitando en las mazamorras, ¿cierto? ¿El folla-chicos?

Jimin no sabía si era mejor decir la verdad o mentir, así que no escogió ninguna, permaneciendo en silencio mientras el sacerdote caminaba hasta el otro lado de la mesa para verle la cara. El hombre era viejo y estaba marchito, su piel evocadora del cuero y los ojos desconcertantes y hundidos. Jimin solo le había visto un par de veces durante festividades que requerían las lecturas de salmos, y siempre tuvo la sensación de que no necesitaba ver más de él. Y ya que aparentemente daba la sensación de que estaba tomando parte en un concurso de ver quien aguantaba más la mirada, quien flaqueaba antes, Jimin deseó en lo más profundo de su ser que el sacerdote cayera muerto ahí mismo.

–Su Eminencia, la Reina requiere su consejo.

Sus miradas rompieron contacto cuando la voz del guardia resonó en la sala, haciendo que los pequeños ojos del sacerdote destellaran con preocupación. Jimin saboreó un pequeño trago de alivio, moviendo los dedos para asegurarse de que las manos no se le quedaran dormidas en esa postura. El hombre se mostró contrariado, pero asintió de todas formas, echando a Jimin con un movimiento de mano y marchando por la puerta tan velozmente como alguien de su rango podía permitirse.

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creo que nadie se imagina el final de esto jajajjaj

ALL THE KING'S MENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora