Capítulo VII: El pasado no pisado

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Lali gira varias veces sobre el colchón de esa cama amplia de hotel. Enciende el velador de su mesa de luz y corrobora que Eugenia esté dormida en la cama aledaña. Se levanta hasta quedar sentada en el borde del colchón y agarra su celular con tapa para escribir rápido un mensaje de texto que cae en otra bandeja de entrada. Pocos segundos después, le llega la respuesta y sonríe por inercia. Se calza las medias y trota en puntas de pie hasta la puerta de la habitación. Es muy cautelosa a la hora de bajar el picaporte porque no quiere hacer ruido para no despertar a su compañera de cuarto ni tampoco llamar la atención de los que están afuera vigilándolos. De a poco asoma la cabeza por el pasillo y en la puerta de la habitación continua ve la cabeza de Gastón. Ella le chista, él la mira y le pide que haga silencio al apoyar el dedo en la boca. Con una mano le pide que vuelva a meterse dentro del cuarto y ella le hace caso porque él tiene que elaborar su trabajo. Lali cierra la puerta y apoya la oreja sobre la madera porque quiere escuchar, y reprime la risa al oír a Gastón hablar en inglés con el seguridad que deambula por el piso de aquel hotel israelí cuidando las espaldas de los actores de Casi Ángeles. Espera un rato escondida hasta que la voz de Gastón se disipa, y recién cuando no la oye, vuelve a asomarse. No hay moros en la costa, y sale. Cierra despacio la puerta y con pasos largos camina hasta la habitación vecina. Da dos golpecitos en la puerta y Nicolás la abre después de un rato que a Lali la puso bastante nerviosa.

−Dale, boludo –le cachetea un brazo.

−Espera, esperá un poco... estaba haciendo pis. ¿Ahora no puedo hacer pis? –Nicolás tiene la cara cargada de sueño y los rulos rebeldes que tomaron vida propia.

−No es momento ni lugar para ponernos a debatir eso. ¿Te podes ir? –lo quiere arrancar del interior del cuarto con un tirón de brazos pero él no se mueve porque se toma su tiempo.

−Encima que te dejamos venir a nuestra habitación, me maltratas así –entonces él retrocede un par de pasos para agarrar su celular que dejó en un mueble contra la pared– ¿Euge duerme?

−Sí, y yo que vos no la despierto porque estaba molesta. Y ojo con lo que hacen.

−Lo mismo digo –le da una palmadita en el hombro y camina muy tranquilo hasta la habitación de sus compañeras de banda. Al mismo tiempo que él entra, Lali ingresa a la de los chicos.

Peter está durmiendo boca abajo en una de las dos camas. El torso lo lleva desnudo, el cubrecama le tapa hasta la cintura, los brazos rodean la almohada porque la está abrazando y la cabeza la tiene inclinada hacia el lado contrario al que está ella. Lali se muerde el labio al sonreír y es sigilosa cuando se saca las medias, el short que usa de pijama y se mete en la cama. Se sube un poco a su espalda y le besa dos o tres veces entre los hombros y el cuello. Después deja descansar el mentón en esa intersección y espera a que se despierte. Porque él siempre se despierta. Peter parpadea varias veces, gira un poco la cabeza hacia atrás y sonríe somnoliento al reencontrarla.

−Hola... −lo saluda ella con una sonrisa grande. Esas de enamorada.

−Hola –Peter tiene la voz rasposa por el mismo sueño. De un movimiento, gira todo el cuerpo para enfrentarla a ella– ¿Los chicos se fueron?

−Nico a mi cuarto con Euge, y Gastón a actuarle al de seguridad –y él ríe con los ojos achinadísimos– vine a dormir con vos... −le cuenta en un susurro y después le besa el mentón.

−¿Hace mucho no nos vemos? –pregunta irónico y Lali se muerde el labio. Israel había reunido otra vez a todo el elenco en ese tercer año consecutivo de novela– yo también quería dormir con vos pero me quedé dormido antes –y por debajo del cubrecama le acaricia con un par de dedos la cintura y el muslo pasando por encima de la tela de la bombacha– y ahora también tengo sueño...

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