Epílogo.

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Lali lleva todo el cuerpo descansando en el asiento del avión. Tiene los ojos cerrados, los auriculares enganchados de las orejas y por la ventanilla pequeña puede deslumbrarse el cielo, las nubes blancas y el mundo de los mortales transcurriendo allá a lo bajo como si solo fueran puntos –es que quizás lo somos–. Su celular comienza a vibrar de manera insistente sobre las piernas, entonces tiene que abrir los ojos para leer un poco somnolienta los mensajes que llegaron a su bandeja. Cuando desvía la vista, ve a Marina durmiendo en el asiento del otro lado del pasillo. Se ríe por la posición y le encantaría hacerle alguna broma como ya lo hizo muchas veces en todos los viajes que compartieron, pero el cuerpo lo tiene demasiado cansado como para levantarse a pintarrajearle la cara con algunos de sus cosméticos caros.

−¿Cómo va? –se ubica el celular en la oreja luego de la llamada recibida.

−Muy bien –y la voz de Eugenia la recibe del otro lado de la línea– ¿Tenías las manos muy ocupadas que no me atendías? –pero Lali se ríe.

−No, mi vida, estaba durmiendo. ¿Qué es ese ruido? –y arruga un poco el entrecejo.

−Magnolia que me está abriendo todas las puertas del bajo mesada –y la mira desde su lugar, sentadita con su bombacha pegado al suelo, las piernas estiradas, el pelito castaño un poco largo y sus manitos rebeldes de tres años queriendo experimentarlo todo– en breve se arma un concierto con las cacerolas y las ollas.

−Dale muchos besos de mi parte –le dice y Eugenia sonríe desde Buenos Aires.

−Te vi en la premiación de los Billboard. Te felicito, negra.

−Gracias.

−Pasan los años y seguís sabiendo cómo mover ese culo –y la hace reír un montón.

−Por suerte todo continúa en su lugar. ¿Por qué me llamabas? –bosteza.

−Quería felicitarte, a demás hace un montón no nos vemos. Es difícil ser amiga de estrellas internacionales –pero Lali solo se muerde el labio al sonreír– ¿Ya estás llegando?

−Sí, en quince ya arribamos. ¿En quince, no? –pregunta a uno que está adelante y le confirma al asentir con la cabeza– sí, en quince. Cuando vuelva organizamos una cena con todos.

−Ay, sí, por favor. Despacio, Magno... –se interrumpe al correrle un brazo que estaba a punto de sacudir un colador– ¿Estás nerviosa?

−No. Bah, qué se yo... va a ser raro para todos.

−Sí, pero va a estar bueno –y todo lo dice con una sonrisa de oreja a oreja como si fuese una niña de cinco años a punto de presenciar el espectáculo más maravilloso del mundo– yo ya tengo encendida la tele así que los voy a estar mirando muy atenta.

−Sos una boluda –y comparten una risa.

−Va a salir todo bien, quedate tranquila –e intenta amansarla con sus palabras maternas.

−Eso espero. Deseame suerte.

−Mucha mierda para los dos, amiguilla –y le tira un beso que viajó de Buenos Aires hasta Francia.

Para septiembre del año anterior, a Lali le llega la propuesta de formar parte de una película española siendo así una coproducción con Argentina. Ella viaja, se reúne con el equipo, llega a un acuerdo y pone el gancho al final de la hoja. Así que tres semanas después de su regreso a Buenos Aires, se muda a Madrid por el lapso de un mes y medio. Casualmente, en el mismo tiempo que Peter se hospeda en Estados Unidos para su participación actoral en aquella película que le estaba volando la cabeza. Él se codea de personas que admira, de un mundo desconocido que siempre quiso apreciar desde su interior y de actores que alguna vez vio en las películas. Como su personaje es secundario, no se instala los dos meses en San Francisco y regresa a casa antes de lo esperado para aprovechar a componer el nuevo protagónico de aquel film que Armando Bo le trasladó hacía ya un tiempo. Entonces todo vuelve a efectuarse de manera redundante: la reunión con el director y con los demás actores que ésta vez eran pocos, la visita en las locaciones y los ensayos previos a largar la escena, las entrevistas que los medios no querían perderse y las imágenes del backstage que van largándose de a poco; los momentos compartidos en los baches con el equipo de técnicos, las escenas que se repiten cuando algo queda inconcluso y los aplausos el último día del rodaje; el festejo que organizan los productores, el trabajo de los editores que no descansan durante un tiempo indeterminado, las entrevistas exclusivas con algunos entrevistadores del medio y las preguntas que se evaden por el bien de la vida privada de cada uno. Pero el nuevo producto viene de yapa con su presentación en el fantástico festival de Cannes, así que a mediados de mayo del año siguiente, Peter ya estaba instalado en un hotel francés junto a Axel Kutchevasky, Armando Bo, Dolores Fonzi y Gael García Bernal. Los días previos se limitan a la presentación del film, a las fotografías pautadas del grupo y a la repartición de entradas para dichoso y emblemático festival. Aquel día Peter termina de ajustarse la corbata frente al espejo de la habitación cuando Axel llama a su puerta para decirle que ya es hora de salir. Entonces pican algo en el hall del hotel y después se suben a los vehículos que los trasladan hasta el evento. La alfombra roja, los periodistas, los camarógrafos y fotógrafos los reciben con un millón de flashes por segundo. Peter ayuda a Dolores a bajar del auto para que no se pise la cola de su vestido, y después ella se engancha de su brazo para caminar juntos al mismo tiempo que sonríen y saludan a algunos que desde atrás de las vallas estiran los micrófonos o las cámaras. Al no ser la primera vez que asisten a Cannes, ya están acostumbrados a los movimientos que deben hacer. Pero para quien es su primera vez, como en el caso de Lali, todo era demasiado grande. Ella llega media hora después luciendo un vestido colorado para la ocasión, combinándolo con su maquillaje gracias a las manos de Marina, y también un peinado que le lucía el pelo castaño y ondulado que ya había crecido varios centímetros. Allí se encuentra con Adriana Ugarte, después se abraza al cuerpo de Javier Bardem y toma el brazo de Leonardo Sbaraglia que la seguía detrás porque compartieron hospedaje y película. Los cuatro se reúnen con Alex de la Iglesia y posan para las cámaras a medida que cruzan por esa alfombra que es pisada por celebridades del mundo del cine.

DESTIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora