Capítulo XI: Otro tiempo

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Pasó mucho tiempo de aquel cuatro de julio del dosmilnueve. Tanto que podríamos creer que se trata de otro, como de otra línea temporal. Pero no, estamos todas paradas en la misma línea caminando por el mismo sendero, solo que vivíamos una realidad alternativa. En aquel día frío del que se va a cumplir una década, Lali despierta en su habitación de la casa familiar de Banfield con dolor de cabeza. Por eso es que después de que sonó el despertador, se quedó un rato girando en el colchón. Hundió un par de dedos en la sien para masajearse hasta que Majo golpeó la puerta antes de entrar y preguntarle si todo estaba bien porque se estaba tardando en ir a desayunar. Así que Lali se cambia rápido con varias prendas porque el pronóstico anuncia alrededor de doce grados como máxima para la tarde y recién son las siete y media de la mañana. Después de desayunar, de envolverse el cuello con una bufanda, de acomodarse el gorro de lana en la cabeza y de encontrar los guantes en un cajón del placard, Carlos la traslada hasta el punto de encuentro en donde se reúnen todos los jóvenes del elenco de «Casi Ángeles» para repartirse en combis y viajar hasta el reconocido teatro Gran Rex en el que van a protagonizar un par de funciones, como las que ya vienen presentando hace un mes. El viaje se reparte en quienes aprovechan a dormir un poco más, otros se limitan a escuchar música en silencio y los demás arman una ronda de mates para además compartir una charla. Entonces Candela les cuenta emocionada como se está preparando para su viaje de egresados tan esperado y Nicolás cuenta anécdotas divertidas del suyo mientras se oye a Gastón cantar de fondo una canción de Charly García y Agustín tiene que girar sobre su asiento para golpearle en la cabeza varias veces al grito de que se calle porque ya no puede soportarlo más. Peter está sentado en la parte trasera del asiento junto a la ventanilla y levanta la voz para consultarle a Candela sobre el precio del viaje a Bariloche y compararlo con el de Brasil que él hizo el año anterior. Pero en mitad de la conversación a distancia, se ve interrumpido por Lali que abandona a Eugenia y le pide a Victorio que se busque otro lugar porque quiere sentarse al lado de él. Peter no le pregunta porque cuando se reencontraron, ella le contó que se sentía mal. Así que solo se limita a levantar el brazo para que ella se haga toda chiquita y se acomode sobre su cuerpo apoyando la cabeza entre su hombro y pecho.

−¡Vamos mis angelitos, eh! –Julia Calvo mantiene la misma emoción todas las funciones y es la que siempre emana energía para repartir a todos sus compañeros adolescentes que ya la adoptaron como una tía real. Mariano Torre la ayuda a acomodarse la corona gigante en la cabeza, esa que usa para ser la villana de la obra.

−Che, estoy con una acidez que en breve me va a hacer vomitar toda la ensalada de fruta –comenta Victorio un poco quejoso, acariciándose el estómago y ya vestido como un alumno del Mandalay porque él aparece en el segundo cuadro.

−Tratá de que no sea sobre el escenario –le dice Rocío entre risas y acomodándose las medias– ¿Vamos? –y recluta a sus demás compañeros para cruzar por detrás del escenario porque tienen que aparecer por el lateral contrario. De fondo se escuchan los gritos de las fanáticas porque solo faltan pocos segundos para que el show comience. Emilia Attias ya está en posición para su presentación y tiene que contener la risa por las burlas que Gastón le hace desde un costado ya vestido como el pibito revolucionario.

−Ya estoy, eh –Eugenia llega acomodándose la pollera con todo su pelo un poco desprolijo a propósito– ¿Vamos, amiguilla? –y le estira la mano a Lali que está elongando a un costado.

−Anda vos, ahora voy... −le sonríe y Eugenia le devuelve el gesto antes de irse a pasos largos hasta su posición. Cuando Lali termina de elongar la pierna, se sienta en el suelo y hace lo mismo con los brazos. Cierra los ojos y tira la cabeza hacia atrás, pero cuando vuelve a abrirlos se encuentra con el cuerpo de Peter acuclillado enfrente, una sonrisa chiquita de amor, con su vincha azul en la cabeza y el poncho en composé. Ella estaba vestida casi igual pero con borcegos y pollera en combinaciones de rosa y bordo.

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