Capítulo XXII: El destiempo

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El jueves a la tarde, María y Candela irrumpen en el chat del trío de amigas para invitar a una cena que hace mucho tiempo se están debiendo. Lali propone que se realice la noche del viernes porque el fin de semana iba a estar ocupada, entonces las dos aceptan y empiezan a tirar todos los menúes posibles. Ella las lee muy entretenida sentada en el centro del sillón con las piernas cruzadas y la cabeza de Santiago descansado sobre las mismas con sus ojos cerrados y su respiración tranquila, hasta que se anima a preguntarles si hay algún problema en invitar a Eugenia. Las dos responden que no, con muchos signos de exclamación, y solo le bastó leer eso para después buscar el chat de ambas y enviarle la invitación. Así que ese viernes a la noche, Lali está terminando de levantar algunas prendas y cajas que dejó tiradas en el suelo, cuando Candela toca timbre en el departamento. Le cuenta el embotellamiento que hay en la General Paz mientras guarda en la heladera las botellas de gaseosa y fernet que compró de pasada. Media hora después llega María acompañada de Mila y sin su marido porque tenía que presentarse en un show, y cuando están terminando de preparar la mesa con la música decorando todo el ambiente, llega Eugenia de la mano de Rufina y con Magnolia colgada de su cuerpo. Las tres invitadas se abrazan entre sí porque pocas veces se cruzan y siempre es lindo volver a coincidir en una reunión íntima en la que solo están ellas y sus propias historias. Así que las cuatro cenan pizzas y toman fernet mientras conversan de trabajos, de recuerdos, de la vida y se ríen de las ocurrencias compartidas entre Mila y Rufina que se unen para hacer algún estrago mientras que Magnolia va pasando de brazo en brazo. Candela filma un par de videos que comparte en instagram y que hace reír a quienes los miran porque ellas cuatro juntas carcajeando ante una coreografía de moda es lo mejor del mes y quizás también del año. Magnolia se duerme en los brazos de Lali que la tenía aupada hacía rato y solo bastó que recueste la cabecita en su hombro para de a poco ir cerrando los ojos. Ella se anima a levantarse y correrse unos metros cerca del balcón para mecerla mientras le tararea alguna canción, y Eugenia tiene que interrumpir la conversación con las demás para filmarlas. Pero después de media noche, María avisa que tiene que irse entonces le pide a Mila que baje varios decibeles mientras le sube el cierre de la campera. Se despiden con abrazos, besos y promesas de volver a reunirse como en los viejos tiempo, como cuando eran unas adolescentes extrovertidas que podían pasar toda la noche despiertas en el cuarto de un hotel de un país cualquier conversando hasta que las lenguas se les sequen.

−Bueno, ya se quedó dormida –Eugenia regresa al living luego de haber acostado a Rufina en la cama grande de la dueña de casa. Magnolia está acurrucada en el sillón y tapada con una frazada gruesa– se quedó abrazada a un peluche que te sacó de por ahí.

−No hay problema.

−Al principio no lo vi bien y pensé que se trataba de algún juguete en especial –y Candela casi escupe la gaseosa por la nariz al reír– pero cuando vi que era peludito y tenía nariz me quedé más tranquila.

−Con nariz no sé, pero peluditos seguro que venden en algún sexshop –responde Lali con total libertad y comparten una risa.

−Nunca experimenté con peluditos –Candela piensa en voz alta y mirando un punto en el techo– y con ningún tipo de juguete, en realidad. ¿Estará bueno?

−No lo sé, pero para mí ya es un montonazo que los preservativos tengan sabores –agrega Eugenia– o no estoy en la onda o evidentemente ya estoy muy adulta.

−O las dos opciones.

−Hablando de preservativos –Candela deja el vaso en la mesa y baja un poco el tono de voz– ¿Qué onda con Peter? –y Lali revolea los ojos por esa comparación– si antes no saqué el tema fue porque María no sabe nada y no sé hasta qué punto vos querrías contarle.

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