Capítulo XIV: Ultimatum

4.9K 238 60
                                    

En el hotel hay un silencio muy particular que además de permitir escuchar el viento que choca contra la ventana del balcón o los bocinazos del mundo exterior, también permite las voces internas y las respiraciones. Una alarma de teléfono empieza a sonar de manera tal que Lali se despabila y tiene que sacar un brazo de debajo del acolchado para poder apagarla. Todo el pelo lo tiene suelto sobre la cara y por eso tiene que corrérselo con una mano al mismo tiempo que se refriega los ojos y puede ver con claridad los números del reloj y los mensajes que le llegaron a la bandeja de entrada. Pero siente un peso que la incomoda y le impide moverse, por eso cuando gira hacia el otro lado de la cama, choca con el cuerpo de Peter que todavía tiene los ojos cerrados, el torso desnudo, el cubrecama cubriéndole hasta los omóplatos y el peso de su brazo muerto encima de la cintura de ella. Entonces Lali deja el teléfono, posterga la respuesta al saludo que le escribió Benjamín y gira como puede hasta conseguir la posición ideal. Después de un rato observándolo, se muerde el labio porque tiene una cara tallada a mano que la enamoró desde el primer día. Respira por la nariz y la boca la tiene un poco abierta con todo el contorno un poco sombrío por culpa de la barba que afeita todas las mañanas al levantarse. Se anima a contornearle el perfil con un dedo, arrastrándolo por el tabique de la nariz, pasando por la mejilla hasta llegar a su pelo finito, castaño y corto que siempre le gustó en todos sus cambios: largo, semi-corto y rapado. Pero la alarma vuelve a sonar porque se olvidó de cancelar la repetición después de los cinco minutos, y cuando putea en voz alta y se mueve brusca para volver a apagarlo, él abre los ojos.

−Perdón, perdón, perdón, perdón –repite incansablemente mientras presiona botones del móvil. Él gira un poco hasta quedar boca arriba y pasarse las manos por la cara hasta sacarse las lagañas y lograr despabilarse– no te quería despertar.

−Lo iba a tener que hacer igual... –dice con su voz rasposa de recién levantado y cuando la mira con los ojos achinadísimos por culpa del sueño, le sonríe ínfimo– buen día.

−Buen día –y le da un beso en la nariz.

−¿Hace mucho despertaste?

−Un rato.

−¿Qué hora es? –bosteza.

−Ocho y veinte pasaditas. Antes del show tenemos que hacer notas y no tengo ganas –entonces cierra los ojos y hunde la cabeza en el cuello de él.

−Un día podemos grabar todas las respuestas que son las mismas de todas las entrevistas y que Anita o Pablo les alcance el grabador –piensa en voz alta y la piel le vibra porque ella ríe un poco.

−Es una buena opción. Hablando de Anita, me contó Rochi que anoche se la cruzó por el pasillo y le preguntó por qué estaba saliendo de una habitación que no era la suya.

−Qué difícil la clandestinidad para los Teen Angels –dice y ella se ríe un poco más.

−¿A dónde vas? –le pregunta cuando se levanta de repente. Peter no le responde y cruza al cuarto de baño. Desde la cama, Lali escuche el botón del inodoro y el chorro de agua del lavabo.

−Ahora sí –dice cuando vuelve a meterse en la cama, pasarle una mano por debajo del pelo para atraerla del cuello y besarla. Y ella sonríe somnolienta sobre sus labios.

−¿Te fuiste a lavar los dientes? –le pregunta después del tercer beso. Es que sintió el gusto al dentífrico– cuatro años y medio de relación y es la primera vez que te lavas los dientes a la mañana antes de besarme, Peter.

−Es que antes lo hacíamos todos los días y ya nos habíamos acostumbrado al mal aliento –le retruca, pero ella no le sigue el juego porque sintió la indirecta en la que hasta hace un par de meses acostumbraban a levantarse juntos pero después del descubrimiento de su relación con Benjamín, las cosas cambiaron un montón– ya me estaba pareciendo raro... −esboza cuando siente cuatro golpes continuos y particulares en la puerta de la habitación– ¡Quién es!

DESTIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora