Cap. 11

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Llegamos congelados a casa, mamá dijo que volvería a resfriarme pero nada de eso.
Tuve que contarle de la suspensión, ella me regaño pero logró entenderlo y aprovechó mis días en casa para ir a visitar a su hermana.
Mientras yo intentaba poner en orden mi vida.
El timbre sonó.
Era extraño tener a alguien por las mañanas.
Fui atender y me encontré con papá.
No lo veía hace algunas semanas, es porque sale muy temprano a trabajar.
—Blake, ¿donde esta tu madre? —preguntó.
Me quite de la puerta para que entrará.
—Se fue a visitar a la tía Dolly. —respondí.
—¿Vas a salir? —preguntó.
—Hmmm no... —respondí.
—¿Acaso no tienes clases? —Me miró serio.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
—Si... Pero...
—No me digas que hiciste algo estúpido y te suspendieron. —se acercó a mí.
—Papá escucha...
—¡Crees que yo pago la Universidad para que vayas a pelear con alguien!
Alzó su mano para golpearme.
—Tienes que escucharme papá... —le rogue.
—No puedo creerlo! Eres un fracaso.
Y me tiró una bofetada.
Me hizo girar la cara, una lágrima cayó por mi mejilla.
Lo miré, tenía enojo en sus ojos, pero también veía arrepentimiento.
Pero sobresalía más la molestia.
—Estoy harto de llegar a casa y encontrarme con más problemas, ¿acaso no puedo encontrar paz? —dijo saliendo de la casa.
Me senté en el piso a llorar.
Es inevitable no sentirme mal por el trato que me da mi propio padre.
Más que los golpes que me ha dado me duele su mirada tan fría y las palabras que me dice.

(...)
—Yo no lo voy a buscar hasta que él lo haga, además si te pones a pensar él fue quien me mintió... Yo no voy a estar como una arrastrada...
—Si...
Anne me sacó de la casa para contarme su discusión con Ismael.
Ella es así, a veces cree que a todos le importa lo que le sucede.
—Ósea no quiero que venga a buscarme ahora, solo que espere hasta que se me pase... Porque si viene ahora sé que lo rechazare... Y después no me rogara.
—Ah.
No puedo quitar de mi mente a mi padre, su mirada, su voz...
Odio cruzarme con él, porque siempre termina agrediendome, física y emocionalmente.
—Blake, ¿estas escuchando? —preguntó Anne.
Sacudi mi cabeza.
—Si claro...
—Bueno, ¿entonces que opinas? —volvió a preguntar.
—¿De que?
Suspiro.
—Ay Blake! No me estas prestando atención, yo me muero por estar con él y tú no sabes que aconsejarme. —se quejó.
—Anne recordé que tengo que ir hacer algo. —le dije.
—¿Justo ahora? —preguntó.
—Sí...
Volvió a suspirar.
—Bueno, entonces nos vemos mañana. —me dijo.
Asenti y salí de ahí.
Sólo quería estar sola, pensé que al salir con Anne me distraeria un poco, pero no funcionó.
Mi teléfono sonó en mi bolsillo.
Era mamá.
—Hola cariño, ¿como estas? —preguntó.
Ella es la única que se preocupa por mi.
—Bien, ¿como estas tú? ¿la tía Dolly?
—Bien, esta muy bien... Extraña verte.
—Mándale mis saludos. —dije secando mis lágrimas.
Después de salir de la casa de Anne me vine a un parque, a estar sola por unos momentos.
—Esta bien, cariño te llamaba para avisarte que me quedaré esta noche con ella ¿te parece?
—Si claro, disfruta de su compañía.
—Porque si me necesitas en casa, puedo volver.
—No, no mamá... Esta bien, la tía Dolly te debe necesitar más que yo. —Mentí.
Ahora más que nunca necesitaba a mi madre para echarme a llorar en sus piernas.
Para dejar salir toda mi alma destrozada en sus brazos y que con sus simples masajes en la cabeza una cada pedazito de mí.
—Entonces nos vemos mañana en la tarde. —me dijo.
—Si... —dije apenas audible.
No quiero que note mis sollozos.
—¿Amor estas bien? —preguntó.
—Si mamá, todo bien... Hablamos mañana ¿si? Cuidate.
—Cuidate cariño.
Colgué.
Mis lágrimas volvieron a salir.
Desde que Hannah se fue de la casa me ha sentido sola, sin mamá aún más.
Las discusiones y golpes con papá siempre existieron, no se que hice para que él me odie tanto.
Todos los días trato de ser una mejor hija para que él este orgulloso de mí, pero no puedo, todo lo que hago a él la molesta.
—Ven conmigo. —me dijo alguien.
Levanté mi rostro y me encontré con él.
Con el que siempre aparece en los momentos cuando más lo necesito.
Estiró su mano para ayudarme a levantar.
Lo recibí.
—Vámonos de aquí. —me dijo mirándome a los ojos.
Sólo lo miré.
Limpió las lágrimas de mis mejillas e intento sonreír para transmitirme paz.
Fuimos a su auto, antes de subir me dio su chaqueta.
Su perfume tenía un olor muy fuerte que entraban hasta mis pulmones.
Detuvo el auto en un establecimiento y bajó a comprar unas cosas.
Llegó y condujo nuevamente.
Cerca de un par de horas en el auto en silencio.
Al llegar a una carretera vacía me dio la bolsa que trajo.
Lo abrí y tenía chocolates y dulces.
Empecé a comer uno por uno.
—No preguntaré que paso, pero al menos dime que te sientes un poco mejor. —me dijo.
Asenti con la cabeza.
Sonrió.
—Eso es lo que quería. —dijo.
Lo miré.
—Apareces justo en el momento preciso, ¿como lo haces?
—Soy vidente.
Sonreí.
—Si claro. —me burle.
—Solo son coincidencias.
—Espero que sea eso, me asustaria pensar que andas siguiendome... Ya que eres experto en eso.
Cambió su mirada riendo.
—Ni deprimida se te va el sarcasmo ácido.
—Que te puedo decir, corre por mis venas. —me defendí.
—Hablando enserio... Estaba yendo a buscarte a tu casa... Hasta que te vi ahí... Como una alma en pena.
Cambie mi mirada.
—No te incomodare, pero si quieres hablarlo... Puedes confiar en mi.
—Dijiste que no confíe en nadie, ni en ti. —dije.
—Sé lo que dije... Pero ahora todo a cambiado.
—Yo sé.
—Sólo si quieres...
Asenti.
—Bueno, te decía que estaba buscandote porque tengo noticias que darte.
Lo miré.
—Encontraron a Ángela. —dijo
—¿Su familia? —pregunté
—Si! Y lo peor de todo es que no dieron ni un sólo centavo por ella... El jefe se molestó y pidió a otra víctima.
—Gonzalo... Tú piensas retirarte ¿verdad?
Cambió su mirada y suspiró.
Cogí su mano.
—Gonzalo...
—No tengo otra salida, tengo que permanecer con él. —dijo.
—Pero es muy peligroso... Algún día pueden caer.
—Mi jefe es muy cuidadoso te lo aseguro.
Suspire.
—Tranquila, si yo me quedo dentro tengo la certeza de que no hagan daño a nadie. No han golpeado a Ángela, yo le llevaba la comida y algunas veces me quedaba hablar con ella. El jefe me tiene confianza.
—Siento que es muy arriesgado.
—Estoy metido en esto más de lo que imaginas —dijo apretando mi mano— hace tiempo que no llevó una vida normal.
Una vida normal...
—Nadie lleva una vida normal. —le dije.
Me miró.
Aún sujetaba mi mano.
—Si me quedo, al menos tengo la seguridad de que no te harán nada.
Sonreí.
Sus palabras me daban tanta tranquilidad y sobre todo seguridad.
—Ni a ninguna otra chica. —agrege.
Asintió.
Dejó un beso en mi mejilla.
¿Que esta pasando en mi estómago?
—¿Ahora quien es la otra víctima? —pregunté.
—No lose...
—Gonzalo... Tengo miedo... —me miró— por ti.
—No te angusties...
—¿Ángela no hablará? —pregunté.
—No... Yo le pedi que no denunciará ni mucho menos dijera nada.
Suspire
Esto es tan complicado.

Soñando DespiertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora