Cap. 3

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Estoy al borde de la histeria, estoy empezando asustarme.
Me parezco a papá.
—Me parece un abuso venir a estudiar después de un desmadre tan intenso. —dijo Ismael con unos lentes negros puestos.
Traía café para todos.
—Es una masacre, encima tengo examen después de estas clases. —dijo Charlie.
—Yo tengo una entrevista después de esto. —dijo Connor sentándose en la mesa.
Era la única clase que nos tocaba juntos.
—¿Blake a donde fuiste anoche? —preguntó Anne.
—Si, estábamos buscandote por todos lados. —agregó Connor.
Si claro, después que me dejarán de lado.
—Chicos, tengo un anunció que hacer por favor tomen asiento. —entró el director.
—Ahora que habrá pasado. —dijo Charlie.
—Cooper, por favor bájate de la mesa —le dijo a Connor.
Connor obedeció y se sentó a mi lado.
—Esta mañana recibí una noticia muy trágica. —dijo.
Todos empezaban a murmurar
—Como saben ayer celebramos un año más de nuestra institución y estaba muy feliz por la fiesta y la unión entre facultades, pero resultó terminar en una tragedia.
—Por favor director, al punto, nos esta angustiando. —dijo un compañero.
—Esta mañana se acercó la mamá de Ángela, sé que la conocen, nos representó en un concurso de danza el año pasado.
—Es la amiga de Megan. —me susurró Connor.
—Ayer no llegó a su casa y su madre esta preocupada, recibió llamadas de un posible secuestro y esta muy angustiada, si ustedes saben algo de con quien se fue o estaba durante la fiesta es importante que lo digan, tal vez así podamos identificar al sospechoso.
—Oh Dios mío, Ángela. —una chica de atrás empezó a tener un ataque de pánico.
—Nosotros somos sus amigas. —Dijo la tal Megan.
—Es mejor que me acompañen, necesito hablar con ustedes.
Ellas se fueron con el director y me quede aún más pensativa.

(...)

Todos hablaban mientras yo intentaba buscar con la mirada al chico de intercambio, no lo veía por ninguna parte.
Tengo mucho miedo de él.
—Pingüino, ¿estas bien? —me preguntó Connor.
—¿Yo?
—Si, quien más!
Cambie mi mirada, vi al chico.
Al imbécil de ayer quien metía a una chica a su auto.
¿Que habrán echo con ella?
Ella debe ser Ángela.
—Te lo dice porque estas muy callada. —dijo Ismael.
—Y eso es raro en ti. —agregó Charlie.
Aquel Castaño estaba buscando a alguien con la mirada.
¿Acaso planeaba a quien secuestrar otra vez?
—Tengo que irme. —les dije.
—¿Porque...? —preguntó Anne.
Cogí mi mochila y me fui al baño.
Me lave mi cara, aún no me cabe en la cabeza lo que vi anoche, un mounstro como él no debería existir.
—Espera! —dijo alguien desde muy atrás.
Seguí mi camino más acelerado con el miedo de que fuera a mi a quien se esta dirigiendo.
Entre a mi salón de clase, donde por cierto no pegue ni un sólo ojo a la pizarra donde el profesor explicaba detalladamente una teoría.
Las imágenes de mi mente no salían, no encuentro una explicación para lo que hicieron.
Es que no lo encuentro.
—Hey! —me llamó Charlie cuando salía de clases.
—¿Estas bien? —preguntó.
Asenti.
—¿Porque te fuiste en la mañana? —preguntó.
—Charlie, no quiero nada de cuestionamientos ahora por favor.
—Pero Blake —suspiró— puedes confiar en mi ¿ok?
Asenti.
—Me tengo que ir.
—No, hay que esperar a los chicos para ir a comer.
Rayos. Ahora más que nunca no quiero preguntas y sé que ellos lo harán durante todo el camino.
—Esta bien. —acepté y fuimos al estacionamiento.
—Espera aquí, iré a ver a Connor, dice Megan que esta vomitando en el baño. —dijo leyendo su teléfono.
Suspire.
Connor siempre tuvo el estómago sensible.
—¿Blake? —preguntó alguien detrás mío— Así es tu nombre ¿verdad?
Giré a verlo.
Sentí tanto miedo y rabia a la vez.
—¿Puedo hablar contigo? —preguntó.
Yo sólo lo miraba, como puede ser tan frío para hacer esas cosas.
—¿De que? —pregunté.
—Sobre lo que viste anoche... —puso su mano en su nuca— mira yo...
—Como puedes hacer una cosa así! —le dije.
—Escucha, no es lo que te hayas estado imaginando. Sólo... Escucha.
—No! No quiero escucharte, alejate de mí, no me vuelvas hablar! —le pedí.
—Blake por favor, no armes un escándalo aquí.
—Ah! ¿No quieres que nadie se enteré de lo que hiciste? ¿que secuestraste a una chica? —pregunté.
—Por favor, no me hagas hacer lo que no quiero.
—¿Que vas hacerme? —pregunté— ¿también me vas a secuestrar?
Tapó su rostro con sus manos, en modo de frustración.
—Estoy a un paso de ir con el director y decirle lo que vi.
—Precisamente eso quiero evitar, sólo déjame explicarte.
—No creo que haya una explicación concreta para esa maldad.
—No quiero hacer esto, pero... ven conmigo. —me dijo acercándose.
—Contigo no voy ni a la esquina.
—Te lo estoy pidiendo por las buenas.
—¿Piensas llevarme a la fuerza?
—Vamos.
—Déjame en paz, vete.
Dio un paso más y me alzó, me puso sobre su hombro y me subió a su auto.
No el negro de anoche, era otro.
—Déjame ir! —le pedí.
Puso el seguro para niños impidiendo que abra por adentro.
Subió de piloto y se puso el cinturón.
—Ponte el cinturón. —me dijo
—Déjame bajar.
—No. Primero tienes que escucharme.
—¡No tengo nada que escucharte! ¡DÉJAME SALIR! —le grité.
—¿No lo entiendes verdad? —preguntó.
—¿Entender que?
Suspiró.
Parece que se hubiera arrepentido de lo que iba decirme.
Encendió el auto y salimos del estacionamiento.
Por el espejo logré ver a mis amigos salir, riendo entre ellos.
Ahora tengo que explicarle lo que paso.
Pero tengo miedo de estar con este tipo aquí.
Cogí mi teléfono e intente enviar un mensaje a alguien para que me ayude.
Accidentalmente se resbaló de mis manos cayendo debajo del asiento.
Tal vez esta secuestrandome como lo hizo con Ángela, sólo Dios sabe que hicieron con ella.
Pero si salgo viva de esto, prometo ir al director y contarle todo.
Detuvo el auto en un lugar vacío, sólo pasaban trailers pesados.
Tengo mucho miedo.
Soy una testigo que puede undirlo y lo más probable es que él se deshaga de mí.
Apagó el auto.
—¿Que vas hacerme? —pregunté.
Una lágrima cayó por mi mejilla.
Sólo miraba mis manos, no podía mirarlo a los ojos.
—No soy lo que crees que soy. —me dijo.
—¡QUE VAS HACERME! —le grité.
—Mirame, no tengas miedo. —me dijo
Como si fuera tan fácil.
Se acercó e hizo girar mi rostro para verlo.
—No soy un mounstro. —me dijo.
—¿Donde esta Ángela? —pregunté.
Suspiró y cambio su mirada.
—Sólo te pido que no digas nada por favor.
—¿Quedarme callada? ¿Tienes una idea de cuanto esta sufriendo su madre?
—No puedo contarte nada por más que quisiera, solo te estoy pidiendo que no digas nada.
—No voy a ser una estúpida que se queda callada mientras ve el sufrimiento de una madre.
—Te prometo que ella aparecerá, estará bien... Sólo es cuestión de tiempo. Pero si hablas, le harán daño y a ti también.
—¿Quien realmente eres? —pregunté incrédula.
—Eso no importa, tienes que estar callada.
Cambie mi mirada.
Se formó un silencio vacío, con muchas preguntas en el aire, muchas dudas de por medio.
—¿Le has contado a alguien sobre esto? —preguntó.
—No. —respondí fría.
—¿A tus amigos? —insistió.
—Te dije que no. A nadie.
—Es mejor así...
—¿Porque haces eso? ¿para quien trabajas? ¡A que te dedicas maldita sea!
—No entenderias nada de lo que te diga, estoy evitando una tragedia aún más grande.
—Te parece poco que hayas secuestrado a una chica.
—Yo no la secuestre.
—¡Yo te vi!
Suspiró.
Encendió el auto.
—¿Porque Ángela? —le pregunté
Él volvió a suspirar.
—Hizo algo que no debía.
—¿Algo como que? ¿que pudo haber echo para que la doparan y la metieran en un auto a largas horas de la noche?
—Por favor, no hagas más preguntas.
Suspire.
—Quiero irme a casa. —le dije.
—Te llevaré.
—Déjame aquí, me iré sola.
—Yo te traje y yo te llevo.
Suspire.
Intente sacar mi teléfono debajo del asiento, con dificultad logré tomarlo.
Y lo guarde en mi bolsillo.

—Baja aquí. —me dijo.
El sonido de su voz me hizo dar un salto del susto.
No lo miré.
—Baja por favor. —me pidió.
Lo miré.
¿Acaso esta burlándose de mi?
—Lo hubiera echo hace horas si no hubieras puesto el seguro de niños.
—Oh, si. Que tonto. —bajó del auto y me abrió la puerta.
Estaba a una cuadra de mi casa.
—Apartir de aquí puedes ir tranquila a tu casa. —dijo.
Bajé del auto para mirarlo a los ojos.
—¿Como conoces mi casa? —pregunté.
Bajó la mirada.
—Ten cuidado, no andes sola en las calles, no confíes en nadie.
—Ni en ti. —afirme.
Me miró.
—En nadie. —dijo.
Suspire.
—Adiós.
—Espera! —me tomó del brazo— Soy Gonzalo.
Sus ojos eran casi verdes. Una combinación de marrones miel con rasgos verdes.
—¿Ese es tu nombre real? —pregunté con sarcasmo.
Sonrió sin mostrar los dientes.
—No quiero que me tengas miedo.
—Sólo te pido que no te acerques a mí, no hablaré ya te lo dije, pero no quiero volver a verte.
—Vamos a la misma Universidad, será casi imposible.
—Adiós.
Me safe de su agarre y camine hasta llegar a casa.
Ahora... Más confundida que nunca.

Soñando DespiertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora