Capitulo 4

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Yo solo rió por lo bajo, sé que me dará miles de regaños. Si, ahí está el hombre posesivo que quería ver. Ese que se siente humillado al darse cuenta de que todos los hombres pueden apreciar mi cuerpo mientras él no puede hacer nada al respecto.

El chico se va sin decir nada más, solo agachó la cabeza y se perdió entre las personas.

No crees que tu vestido deja poco a la imaginación de estos degenerados. — Su tono de voz es audible pero muy bajo. Se perfectamente que tiene todos sus músculos contraídos y su mandíbula apretada.

— Quiero vino. — Hago que no le doy importancia a lo que dice.

Me suelto de su agarre y voy a donde un joven que sostiene una bandeja en sus manos con diferentes tipos de bebidas. Cuando veo a Aurelio que esta al lado mío se ve muy bien. Trae un traje negro el cual se ajusta muy bien a su cuerpo trabajado y su corbata también es negra. Las venas de sus manos de ven aleguas, su pelo perfectamente peinado como siempre y ese perfume que me encanta. 

— Me dejaras hablando solo. — Aurelio acerca su boca a mi oído y me susurra estas palabras. 

— Eso creo...

— No juegues conmigo Lilith.

— No juego contigo amor. — El nombre por el cual lo llame parece gustarle, pero no dice nada. 

— Vamos a la mesa. — Me toma de la mano y casi me lleva a jalones a la mesa. 

Llegamos a la mesa y tomamos asiento. En la mesa hay 4 personas.

— Amigos, les presentó a mi esposa, Lilith. — Todos se levantan de sus asientos y me saludan con un asentimiento de cabeza y unas pequeñas sonrisas. Yo hago lo mismo.

— Este es Augusto, Mauricio, Jorge y Amelia su esposa. — Aurelio menciona sus nombres mientras los señala.

— Un placer conocerlos. — Les muestro mi mejor sonrisa y todos tomamos asiento.

— Tienes una mujer hermosa y aparte muy carismática. — Augusto es el que habla, es joven de unos 29 o 30 años, su pelo es rubio y lacio, su piel es un poco bronceada y es grande y tosco.

Veo que Aurelio le incomoda los comentarios de su amigo, le molesta que otros hombres me vean y opinen cosas sobre mí.

— Ya nos vamos.

— ¿Qué? — Dice Augusto levantándose de golpe de su asiento, sorprendido. Al igual que todos los demás. — Apenas acaban de llegar.

— Si, pero ya nos vamos. — Se levanta y yo lo imitó. Todos nos miran preocupados, pero nadie dice nada, todos nos ven salir del lugar. No le dirijo la mirada a nadie solo sigo a mi ''esposo''.

Salimos del lugar y nos dirigimos al auto. Pero antes de llegar Aurelio dice

— ¿Que carajos crees que haces? — Grita, sus ojos arden y su mandíbula esta tensa. Puedo ver como las venas de su cuello se brotan levemente, esto gracias al enojo que tiene.

Aurelio espera una respuesta que no le doy, solo lo miro a los ojos. Observo cada uno de sus gestos y movimientos. 

Pero ninguna palabra se pronuncia por mi parte.

— Solo a ti se te ocurre ponerte ese traje. —Camina de un lado a otro mientras mira en todas direcciones tratando de tranquilizarse de alguna manera.

— Puedo ponerme lo que yo quiera, además tú mismo dejaste que fuera de tiendas a escoger un vestido. 

— Cállate, no te quiero escuchar. — Levanta uno de sus dedos y me señala, esto lo consideró como una amenaza, pero no me importa lo que él diga yo puedo hacer lo que quiera.

Solo dime Acepto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora