Capitulo 11

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Me comenzaba a faltar un poco el aire, sentía que me abrazaban fuertemente. Que tomaban mi espacio personal, abrazan mi pequeño cuerpo. Cuando abro mis ojos Aurelio me está rodeando con sus fuertes brazos, esos brazos de los que nunca me quisiera separar y en los que me siento tan protegida.

Nuestros rostros están frente a frente. El sigue dormido, mantiene sus ojos cerrados, su cara libre de preocupaciones. Como una persona de su edad. Me encanta verlo dormir, es uno de los pocos momentos en los que se ve como es él realmente, un hombre joven. Cuando se enoja parece de más edad, pareciendo más un hombre amargado y con pocas ganas de vivir y mucho daño que hacer.

¿Por qué será tan impulsivo? ¿Qué tanto daño le provocaron?

Son preguntas que nunca tendrán sus respuestas. Él no es abierto con nadie, no le cuenta sus cosas a nadie. Es un hombre muy cerrado y así nunca sabré que le pasa ni cómo se siente.

Un mechón de su largo pelo esta sobre su rostro impidiendo que vea su cara completamente. Con una de mis manos intento acomodar sus suaves hebras y oscuras, pero Aurelio abre sus ojos de momento. Asustándome. Su respiración está detenida, sus ojos muy abiertos mientras me observa desconcertado. No pensé que fuera a despertar.

-¿Qué haces?- Pregunta, yo me separo un poco del, pero aun me rodea con sus brazos.

-Nada.- Respondo rápidamente.

-Me estabas viendo. -Afirma.- ¿Por qué? - Me cuestiona mientras levanta una de sus cejas y una sonrisa aparece, una sonrisa coqueta y bonita.

-Ya es hora de levantarnos. -Intento deshacerme de la cárcel que hizo con sus brazos para mí, pero él me aprieta más a su cuerpo, no me deja escapar.

-Es muy temprano, duerme más. -Cierra sus ojos retomando su sueño, pero no deja de abrazarme.

Dicen que es difícil comprender a una mujer, pero los hombres son peores. Se perfecto que horita me estará gritando y peleando.

Intento dormir de nuevo. Deben ser las seis de la mañana. Al parecer hoy no va a trabajar.

Al rato el sueño vuelve apoderarse de mí.

(......)

No siento que nadie me abraza, no siento su aroma. Ya puedo respirar bien. Abro los ojos y el sol golpea mi rostro cuando pasa atravez de las ventanas llegando a mí, bridandome luz. Busco a Aurelio con la mirada, pero no lo veo. ¿Dónde estará? Cuando me voy a levantar para buscarlo llega por la puerta de la sala con una bandeja repleta de comida. ¡Ya tengo hambre!

Llega a la cama y coloca la bandeja, yo me incorporo y me recuesto sobre el espaldal de la cama. La cama se unde un poco cuando es se sienta. Comienza a comer, mientras se deleita, pero no ofrece.

-¿Acaso quieres? -Pregunta y lleva una fresa a mi boca, pero no me la da, yo hago un puchero y me cruzo de brazos.

-Como no voy a querer si ya es tarde y mi estómago comienza a regañarme.

-¿Acaso no es para mí?- Pongo una mano sibre mi pecho, hago una cara de sorpresa. El solo sonrie y niega con su cabeza.

-Depende...

-¿Depende de qué?

-Si siempre que abra los ojos y te encuentras a mi lado, siempre te daré todo lo que tenga.-Con su mano acaricia mi mejilla, y yo busco de su caricia. -Quiero seguir levantándome a tu lado.-¿Qué acaba de decir? ¿Le gusto dormir a mi lado? Muy en el fondo eso me emociona, me da esperanzas.

-Lo hare, siempre me levantaré a tu lado. Pero... Ahora dame de eso, tengo hambre.- Miro mi barriga y luego a él. Hoy se ve radiante, hay un brillo distinto en él, de alguna manera se ve más tranquila, relajado, hasta podría decir que feliz. Y esas ya son palabras mayores.

Solo dime Acepto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora