Capitulo 19

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Lilith se separa bruscamente de mí, dejándome sorprendido por su acto. Esta muy enojada.

—No vuelvas hacer eso.— Me amenaza cuando intento tocarla de nuevo, pero su expresión de enojo lo único que provoca es que una carcajada salga de mis labios. Se ve muy tierna así.

—No es un chiste Aurelio. No estoy jugando. —El enojo es palpable en sus grandes ojos. Hasta enojada se ve muy bonita.

—Yo tampoco estoy jugando. Volverás conmigo, eres mi esposa. —Le recuerdo señalando nuestras alianzas. — No podrás escapar de mí, nunca.

—No quiero volver. —Menciona a gritos. Retrocede buscando distancia entre nosotros. — Porque mejor no me dejas aquí, a mi suerte y listo.

—Eso no sucederá, no lo permitiría. — La última palabra no estoy seguro si la pudo escuchar, mi voz descendió poco a poco al decirla, como si realmente no esperar pronunciar eso algún día.

—Quiero ser libre por una sola vez... déjame aquí...— Una solitaria y débil lagrima resbala por su mejilla, dejando ver en esa simple lagrima todo lo que ah sufrido, y todo lo que la hago sufrir con mis acciones.

Pero no. No la puedo dejar a su suerte. Me preocupa que algo que le pueda llegar a pasar. Si ella no quiere volver conmigo tendré que obligarla, aunque cada vez que la obligue hacer caso ella me vea con más odio y que sienta más desprecio hacia mí. Pero eso es lo que menos me importa, me preocupa más que algo le pueda suceder. Si algo le pasa no me lo perdonaría, nunca.

—No. Y si no aceptas volver conmigo por las buenas, tendrás que soportar las cosas a la mala... a mi modo. —Levanto una de mis cejas y una sonrisa mezquina hace aparición. Quiero dejarle ver lo malo que podría llegar hacer si me lo propongo.

—No haré nada de lo que digas. —Su mirada es furia total.

—Bien. —Sin que ella pueda hacer oficio de su fuerza la tomo por las caderas y la llevo en mi hombro como si cargara a una niña pequeña. —Te llevare a las malas.

Lilith patalea y grita pero yo no hago caso. En la entrada del hotel todos nos miran pero es irrelevante para mí lo que puedan pensar, total ella es mi esposa.

Llegamos al auto y tiro bruscamente su cuerpo al asiento, ella suelta un pequeño gemido lastimero. Cierro la puerta y mis hombres se suben en otros autos. Yo conduciré esta vez.

Pero sin previo aviso una guagua impacta nuestro vehículo con mucha fuerza.

Cuando abro mis ojos veo como se llevan a Lilith, la alejan de mi... Y yo no pude hacer nada. No reaccionó lo suficientemente rápido, la veo cada vez más lejos. Esto no puede estar pasando.

Narra Lilith

Abro mis ojos asustada al sentir unas manos sobre mi cuerpo, tengo los ojos vendados, una mordaza en la boca. No veo nada.

Intento gritar para que me quiten esto de los ojos, muevo mi cuerpo bruscamente y la persona detiene sus caricias.

—Me gusta tu cuerpo. — Me quita la venda de los ojos y me encuentro con sus oscuros ojos. Es un señor de unos 45 o 47 años, su pelo tiene algunas canas y su piel comienza arrugarse.

No lo conozco de ninguna parte.

—Bienvenida a casa hermosa. Posees un cuerpo delicioso, exquisito. Pronto todos esos hombres podrán disfrutar de tu cuerpo.

—Suéltame. No me toques. —Lo amenazo mientras sigo removiéndome para liberarme.

—Quiero que te acoples a mis reglas, mis órdenes solo se cumplen sin pensarlo dos veces.

—¿Qué hago aquí? ¿Quién es usted?

—Yo soy tu nuevo jefe. Tu esposo me debe muchas y eh venido a cobrárselas.

Y sin más que decir se dio la vuelta y salió con ese olor particular que tiene. Ese olor a superioridad, ese ego que indica que solo debemos acachar la cabeza cuando el camina al rededor de nuestro entorno.

Mire a mí alrededor mientras tuve el privilegio, estaba en un sótano. El olor a humedad persistía, solo había oscuridad, algunas cajas y nada más. Solo eso.

Solo tenía una puerta, una salida y por supuesto debía estar rodeada de gorilas, de hombres fuertes y sin miedo a jalar un gatillo de un arma.

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—Quiero que termines la comida, pronto viajaras y no puedes estar débil y mucho menos quiero que te enfermes. —Levanto la cabeza para encontrarme con su rostro.

Debo llevar algunos días aquí encerrada por que han traído comida unas 6 o 7 veces desde que llegué. Pero ninguno de esos platos lo eh probado.

Ya no sé si es de día o de noche. Las horas aquí parecen interminables, mi cuerpo está destruido. Dormir en esa cama vieja y sucia no es el mejor lugar para dormir. No eh probado nada de comida desde que llegue. Tengo mucha hambre y me dan fuertes dolores de cabeza ay de estomago pero no probare nada.

—Necesito hablar con tu jefe. Cando puedo hablar con él. —Le pregunto al muchacho que me trae la comida.

—Ay mi reina creo que eso no sucederá, el jefe se ha ido y no creo que vuelva en mucho tiempo.

—Por alguna razón no te creo exijo hablar con ese señor, con tu jefe.

—Créeme princesa, que el también es tu jefe y le debes respeto. Es la verdad si te digo que no está es porque realmente no está así que no hagas preguntas estúpidas y come no quiero que luego me traigas problemas, debes estar sana para ese viaje.

—No comeré, no hare lo que dices. No tengo que seguir tus instrucciones.

—Aquí es mejor seguir las cosas por las buenas por que por las malas no creo que te guste, no te gustara ver cómo te obligó a comer.

—Volveré mas tarde y si no has terminado de comer te las verás conmigo.

Y antes de que salga le hare una preguntar que realmente creo que no podrá responder.

—Está bien comer pero sólo con una condición.

—Veremos si puedo cumplir tu condición.

—Mi condición es una pregunta. ¿A dónde voy a viajar? ¿Qué quieren hacer conmigo? ¿Que necesitan de mí?

Lo pienso un poco antes de hablar pero al final responde

—Princesa el jefe va hacer de todo contigo. Créeme que tu esposo pronto se estará arrepintiendo de lo que le hizo a mi jefe. Las cosas se pagan y a tu esposo le ha llegado la hora.

— ¿Que tengo que ver yo? No tengo nada que ver con sus negocios o sus problemas.

—Tienes razón pero eres la debilidad de tu esposo. Y mi jefe le gusta saber que teniéndote aquí haremos sufrir mucho más a tu esposo de lo que otra cosa podría hacerlo.

Y sin más que decir, se va dejándome con muchas otras dudas. El sale del cuarto, bueno si esto se podría llamar un cuarto porque realmente para mí es el infierno.

Aquí sentada tengo mucho tiempo para pensar y unas cosa en la que pienso es en la débil y vulnerable mirada de Aurelio que aprecié antes de que me secuestraran, al ver que me separaban de su lado. No sé realmente si esa mirada era más de preocupación por saber que ahora no tendría una esposa perfecta para presentarla a la sociedad, con quien ir a las fiestas o alguna que otra reunión del trabajo, o si realmente su mirada se debía a que ahora no estaría conmigo, y que no sabían al daño que me podrían ocasionar estas personas.

Tenía miedo, tenía miedo de que no me encontraran en esta pocilga, este lugar tan desagradable. Mi ropa se encontraba sucia y mi pelo debía estar revuelto. Debajo de mis ojos debían haber unas grandes ojeras y si me soltaban justo ahora caería al suelo por estar tanto tiempo en la misma posición.


Solo dime Acepto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora