15: •••Broken•••

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–Pero Allison...– balbuceó casi en tono desesperado un moreno de ojos azules, en una pequeña heladería.

–Lo siento, Jon, no puedo seguir mintiéndote... Ya no te amo– sentenció la muchacha de cabello castaño claro, y sin más se retiró del casi vacío lugar.

   ¡CRASH! Un sonido como de cristales cayendo al suelo atravesó el aire de repente. Jonathan, envuelto en un indescriptible dolor, vio a través de la vidriera a quien fue su novia durante los últimos cuatro meses. La chica caminaba rápido, alejándose de él, en todas las formas en que puedes alejarte de una persona.

   Cuando la muchacha desapareció de la vista, él se fue corriendo al baño de la heladería. Ya frente al espejo, desabotonó la parte de arriba de su camisa. Seguidamente, contó.

–Uno, dos... Tres... Cuatro, cinco... Son cinco– contaba en voz baja las marcas que veía sobre su pecho.

   Lo que tenía Jonathan era una especie de tatuaje de corazón, dividido en 23 piezas, de las cuales 18 estaban vacías y 5 llenas.

   Sucedía que cada ser humano nacía con el corazon dividido en 23 piezas. ¿Por qué esa cantidad exactamente? Bueno, muchas cosas en el cuerpo humano tornan en ese número. Cada persona tiene 23 pares de cromosomas en el ADN. También tiene 23 discos vertebrales. La sangre tarda unos 23 segundos en recorrer todo el cuerpo. Una cabellera humana puede sostener un peso de hasta 23 toneladas. El ciclo físico de los biorritmos es de 23 días. En fin, el número tiene sentido viéndolo desde ese punto.

   La cantidad y distribución de las piezas de corazón podía verse en una especie de tatuaje en el pecho de cada uno. Si una persona se enamoraba, y la relación no funcionaba o no era correspondido, una de la piezas se quebraba por dentro, y el cambio se veía también en la marca del pecho.

   Lo más triste y trágico de esto era que si una persona perdía sus 23 piezas de corazón, no era capaz de volver a amar a nadie.

   Jonathan acababa de tener su desamor número 18. Suspiró, se abotonó la camisa de nuevo y salió del lugar.

   Caminó por la fría acera, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón, pensando en que debería haber una solución a esto. Con tantos avances de la ciencia, ¿Por qué no se crearía aún una forma de evitar perder el corazón para siempre? ¿No se podían transplantar las piezas restantes de una persona fallecida? ¿No se podía crear una especie de protesis artificial para reemplazar las piezas faltantes?

   Jonathan suspiró, porque sabía que la solución... Era dejar de enamorarse tan rápido. ¡Sólo tenía quince años! Quizás el verdadero amor de su vida llegaría mucho después, en la universidad, o siendo un adulto. Decidió que a partir de ese momento sería mas cuidadoso y observador, y no tan pasional. Tarde o temprano llegaría la persona indicada, que lo haría sentir el más afortunado y feliz del mundo.

   Tan metido estaba en sus pensamientos, que se chocó casi violentamente con una persona.

–Aaagh...– Jon se sujetó la cabeza, en el área donde se produjo el impacto, doblándose hacia adelante. Se irguió y alzó la vista.

   Y fue nuevamente impactado, por el rostro más adorable que había visto en su corta vida.

   Era un muchacho de alborotado cabello pelirrojo, con piel de aspecto cremoso, salpicado por un universo de pecas. Llevaba una camiseta blanca de cuello alto, y mangas largas. No se veía golpeado por el choque, pero sí se podía apreciar que estaba sorprendido y hasta un poco asustado. Se cubría la boca con ambas manos y sus ojos avellana estaban tan abiertos que podrían haberse salido de sus cuencas.

Sherwithan One Shots (español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora