39: Behind the wheel

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   Casi medianoche en la casa David. Un pecoso muchacho contemplaba el techo en su oscurecida habitación, totalmente agotado por la jornada, pero sin lograr conciliar el sueño aún. El pequeño Shirley retozaba perezosamente cerca de la cama, por estar despierto su dueño. Ajeno a todo eso, un joven moreno dormía profundamente a su lado, acostado boca abajo. Su frente estaba cubierta por sus oscuros cabellos, y su respiración era lenta y tranquila. Él se giró a verlo durmiendo tan apaciblemente, sonrió y luego volvió a mirar un punto cualquiera en el techo.

   Había una idea girando en su linda cabecita pelirroja. Había algo nuevo que quería intentar.

   El asunto era que faltaba poco para que cumpliera dieciseis años, y esa era la edad legal para conducir un automóvil en Estados Unidos. Él estaba pensando en asistir a clases de manejo, para tener un permiso de conducir, y así ayudar a su mamá cuando hubiera que ir a hacer las compras, o para su mudanza semanal, o lo que hiciera falta. Quería quitarle un peso de encima a su madre y ayudarla en eso. Además, debería tener un permiso tarde o temprano, ¿Por qué no hacerlo temprano?

   De repente, su atención se centró en Shirley, y en la cansada expresión que tenía aquel adorable órgano vital. Pensó que no era buena idea hacer que ambos perdieran horas de sueño, así que se acomodó junto a su novio y trató de dormir. Le comunicaría su idea en la mañana.

–Me parece fabuloso– dijo un recién levantado Jonathan, sonriendo con orgullo, y terminando de acordonar sus zapatos –Si quieres podemos hablarle a papá en la tarde, cuando volvemos de la Prepa. Él puede enseñarte los tips básicos, para que llegues más confiado a tu primera lección.

–No es mala idea– sonrió Sherwin, guardando sus libros en su mochila. Shirley ya conocía de memoria su lugar en el bolsillo lateral de la misma, y flotó obedientemente hacia ahí.

   Fueron a desayunar, y a cumplir con sus obligaciones en la escuela preparatoria. En la tarde estaban otra vez en casa de Sher, el pecoso hablando por videollamada con Esteban sobre aquel asunto que les competía.

–Coincido con Jonny, es muy bueno que quieras tener tu permiso. La verdad, eso habla muy bien de ti, y de que estás madurando– sonrió el hombre en la videollamada. Se podía escuchar que estaba accionando la lavadora y luego de eso fue a sentarse a la sala –Mira, tengo toda esta semana libre desde las 5 pm, así qué dime cuándo puedes tú.

–Yo estoy libre mañana mismo. Jon tiene su entrenamiento de béisbol a esa hora, y vuelve a las 6 pm– respondió el pelirrojo, sentado en la sala de su casa. Jonathan estaba arriba dándose una ducha.

–Perfecto. Paso a recogerte cuando sales de clases.

   Y así fue. Al otro día Esteban conducía su automóvil, con un adorable muchacho pelirrojo en el asiento de acompañante. Aparcó en el frente de su casa y apagó el vehículo.

   Todo quedó silencioso luego de extinguirse el sonido del motor. El hombre le dio un rápido vistazo a su yerno.

–¿Listo, muchachito?– sonrió, y salió del auto, dando dos golpes en su asiento una vez que estuvo afuera –Cámbiate.

   Sher se cambió al asiento del conductor, mientras Esteban rodeaba el vehículo, e iba a sentarse al asiento del acompañante.

   El joven simplemente estaba sentado, con sus manos en un volante, dentro de un auto apagado, pero su expresión era radiante. Esteban cerró su puerta y trató de contener una risa al ver esa cara de feliz cumpleaños.

–Se siente bien estar ahí, ¿Verdad?– asintió un par de veces.

–Pues... Sí, se siente genial– Sher sonreía, y miraba el volante y todos aquellos, hasta el momento, desconocidos botones y medidores. De pronto, su sonrisa decayó –¿Pero qué tal si choco tu auto?

Sherwithan One Shots (español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora