Infestado de Vampiros

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Infestado de Vampiros

-Bueno, ¿Qué tal si nos ponemos manos a la obra y arreglamos a Ceci para su cita de hoy?- Em había aparecido en la puerta del baño. En seguida, el mal humor de la habitación se esfumó y Mel volvió a tener su buena onda.

-¡Cierto! ¡Alto ahí! ¡No te vas a escapar!- Me dijo Mel mientras yo trataba de escapar de aquella habitación saliendo por la puerta.

-Tengo toda mi ropa allá.

-Agarrá tu bolso, Em. Ésta no se nos va a escapar.- Salí corriendo a mi habitación que estaba en frente, para bromearlas.

Cuando entraron en mi cuarto, me sentaron en la silla del tocador y empezaron a discutir sobre el estilo que iba a llevar y otras cosas que preferí ignorar.

-No nos olvidamos de tu cita y trajimos algunas cosillas.- Dijo Em.

-Pero si no sabían qué iba a tener una cita hasta que nos vimos.

-Hicimos magia, tontita.- Dijo Mel. Claro, magia, me había olvidado de eso. Traté de parecer desentendida, pero no fue necesario porque volvieron a su conversación. Me probaba todo lo que ellas me daban y dejaba que me maquillaran. Cuando terminaron y me vi al espejo, no creí que la imagen que el espejo me devolvía era la misma que estaba parada allí, mirándose.

-Guau, hicieron un gran trabajo.

Tenía puesta una pollera blanca ajustada, unos tacones plateados con tiras alrededor del tobillo, una remera azul con tiras en la espalda y mi campera de cuero blanca. Me hacía alta y más flaca de lo que era (me sobran algunos quilos, pero me importa poco jajaja). No estaba muy maquillada, tenía un labial que me hacían los labios solo un poco más rojos y le daban brillo, rímel y delineador y nada más.

-Estoy hermosa.- Dije sin poder creerlo. Me miraba en el espejo tratando de quitar el glamour, pero no había ninguno.

-Bueno, eso sonó un poco creída.- Dijo Em mientras me admiraba.

-Cuánta modestia.- Dijo Mel sarcásticamente.

-Sí, pero hay que admitir que hicimos un gran trabajo. Pero falta algo. Si te vas a poner una remera con tiritas tan finitas y ese escote, necesitas esto.- Dijo Mel sacando una cadenita de detrás de su espalda y poniéndomela.- Te la hicimos para vos. Em tiene una pulsera, yo una tobillera y vos un collar.- El collar era un gorrito de bruja que se abría en tres y en cada pliego había una foto de cada una de nosotras. La tobillera de Mel tenía tres dijes con las mismas fotos y el brazalete de Em tenía las fotos como si estuvieran pegadas y con algo que lo protegía para que no se salieran.

-Están llenos de magia.- Me explicó Em.- Si alguna vez nos necesitas, eso nos va a mantener unidas. Ya vas a aprender a usarlo, pero espero que nunca haya una emergencia muy grave.- Sonrió con tristeza. Mel chequeó su reloj y se alarmó.

-Bueno, basta de cháchara que ya son las cinco menos diez.- Cuando salimos del baño, no pude evitar echarle un vistazo a mi habitación.

-Esto es un lío.- Em hizo un gesto con la mano quitándole importancia y de un momento a otro, las cosas estaban en su lugar. Mis amigas tenían cada una su bolso en la mano y salieron enfiladas de la habitación.

-Mel tiene razón, tenemos que apurarnos.- Dijo Em mientras me tomaba del brazo y me sacaba a toda velocidad de allí. Nos metimos en el auto y después de un par de despedidas y alientos, me dirigí hacia la plaza. Sentí que la mirada de Stephen me analizaba y sonreía, aprobando la ropa que traía. Rio estilo suspiro y sacudió la cabezanegativamente, entendía lo que estaba pensando: “por Dios, estas chicas”. Miré mi celular que lo tenía en el bolsillo de mi campera. ¡Seis menos diez! Habíamos tardado un montón, estaba segura de que a estas alturas Alexander ya se hubiera ido. Estuve medio intranquila en el viaje, deseando que llegáramos rápido y solo haciéndome creer que el recorrido duraba más de lo que en realidad tardaba. Pero me equivoqué, y para mi sorpresa Alexander estaba sentado en un banco, de espaldas a donde estaba yo. Con los codos sobre las rodillas y la cabeza apoyada en las manos, parecía realmente decepcionado. Por alguna razón del universo, no me moví ni hice nada como para que se diera cuenta de que estaba allí. Alexander se fijó una vez más en su reloj de muñeca, suspiró y se levantó. Realmente estaba triste, pero cuando se volteó y me vio, allí parada con las manos en los bolsillos de mi campera blanca, sus ojos se encendieron y su sonrisa se ensanchó. Parecía un niño que había recibido el regalo que él quería para navidad. El corazón me empezó a latir más fuerte, pero no dejé que él lo descubriera. Le sonreí y él se me acercó lentamente.

Peleas Por SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora