Imposible separarme de él

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Imposible separarme de él

Abajo, la cosa sí estaba tensa. Nunca en la vida había sentido los ojos en mí de aquella manera. Siempre me miraban con aprobación y deseo, pero ahora parecía que me querían ahorcar. Desde Jannie hasta Sam, pasando por Alec, cosa que me entristeció (pero no dejé que se me notara). Cuando Joan bajó y vio a Alec se las agarró con él.

-Esto es culpa de tu brujita. Te está hechizando. Está poniendo a los de su propia especie unos contra otros.- Mientras decía esto le golpeaba el pecho con un dedo haciendo que Alec retrocediera. Se le hubiera arrojado encima al terminar de hablar de no ser porque Sam los detuvo antes.

-¡Te estás poniendo contra tu hermano! ¿Lo vas a matar?- Le preguntó a Joan con un tono acusador. Joan se calmó y Sam se volvió a mí.

-Todo esto es tu culpa, si no hubieras venido acá, esto no hubiera pasado.- Empezó a acercarse demasiado para mi gusto.

Instintivamente saqué un cuchillo de plata mojado con agua bendita de mi cinturón. Todos los vampiros contuvieron el aliento, sabían lo que era. Y Will, a mi lado, también lo hizo.

-Mejor que no me toques ni un pelo. Si salgo lastimada de acá, la culpa la vas a tener vos. Y no te va a gustar como me las voy a cobrar.- Sam dio unos pasos hacia atrás y Will y yo salimos del hotel para subirnos a nuestras motos.

Will salió un segundo antes que yo, pero hizo la diferencia. Cuando estaba por arrancar, algo me tomó por el cuello. Voltee y  millones de lobos se me arrojaron encima. Saqué lo más rápido que pude mis cuchillos y traté de pelear. Dejé a algunos heridos de muerte, pero siempre aparecían más y más. Grité, solo para que alguien supiera que acá estaba pasando algo. Me ataron las manos y los pies y me golpearon varias veces la cabeza para desmayarme, pero quería seguir consiente. Finalmente, fingí desmayarme para que dejaran de golpearme. Me llevaron a un lugar muy parecido al que estaba Joan cuando lo salvé. Me ataron a la pared con cadenas de hierro y grilletes en las manos y los pies. Seguía con los ojos cerrados cuando me encadenaron, hasta que salieron de allí, cerrando tras ellos la puerta de un fuerte golpe.

Eso parecía una mazmorra, paredes, suelos y techos impresionantemente altos, todo de piedra. Los grilletes estaban un poco flojos, la habitación era de cuatro metros por cuatro metros de ancho y largo y medía como cinco o seis de alto. Estaba completamente oscuro excepto por una pequeña ventanita que también tenía barrotes de hierro. No, eran de plata. Para que los vampiros no intentaran escapar. Qué miedo. Mi mente empezó a funcionar a toda velocidad, pensando en cómo podría escapar. En ese momento, alguien entró por la puerta e inmediatamente mis ojos se cerraron y mi cuerpo se relajó. Escuché pasos acercándose hasta que se detuvieron. No escuché nada hasta que ese lobo (lo sé por lógica) em pegó una cachetada. Dejé que mi cuerpo se balanceara con el golpe. El lobo siguió golpeándome hasta que abrí los ojos despacio. Era un hombre que tenía los colmillos afuera y sus ojos estaban de un amarillo brilloso. Era rubio, de ojos celestes y tenía la tez un poco pálida. Típico de allí. Me volvió a golpear, una y otra vez. Suspiré y me relajé, no vaya a ser que mis poderes estallaran porque me enojé. El tipo siguió golpeándome y yo traté de quedarme tranquila.

-¡Cambia! ¡Vamos, cambia!- ¿Cambiar? ¿De qué hablaba? Me miré las manos. Pálidas, mi pelo estaba rubio… ¡Sí! ¡No me había cambiado desde que le mostré a Sandra a Joan! Una sola vez que me había despistado y no pasó nada, al contrario, ¡no me iban a descubrir!

-¡¿Cambiar a qué?!- Le grité con furia fingida.

-No te hagas la tontita, sé que sos una bruja. ¡Quiero que cambies!

-No sé qué me estás diciendo. Pará, ¿Sos otro de esos tontos de las ferias? ¿Y de qué te disfrazaste vos?- Dije recordando el hada con la que me encontré.

Peleas Por SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora