Capítulo 9
Narra Eduardo
El café ya está acabado pero no puedo moverme de mi asiento o despegar la mirada del celular. Llevo minutos mirando las fotos, preguntándome si esa mujer es Daniela, aun cuando la reconocí desde el primer instante. No me molesta ver que tiene un amigo, lo que pasa es que no la entiendo. ¿Por qué ella sí puede hacerlo?
Deslizo el dedo por la pantalla y compruebo que solo la fotografiaron saliendo del hotel y subiendo al coche del tipo. La destinación rumbo a la que partieron parece ser un misterio. Quizá los paparazzi no pudieron seguirlos. Quizá sorprenderla dejando un hotel en la compañía de un hombre fue todo lo que necesitaron para sacar conclusiones. El artículo deja entender que me puede estar engañando pero no hay pruebas contundentes así que no se atreven afirmarlo con certeza. No hay besos, ni siquiera están llevados de la mano.
Admito que de no haber reconocido el hotel —en el que trabaja como recepcionista—, habría tenido mis dudas. Confío plenamente en ella pero los hoteles sirven para muy pocas cosas...
—Ya estoy lista—avisa mi esposa, al volver a la sala de estar—. Supongo que nos vemos en la noche.
Tiene que irse a trabajar, por lo tanto no es momento de pedir explicaciones pero me cuesta posponer esto.
—Oye, deja eso —pide mientras avanza en mi dirección—. Necesito mi beso de despedida.
Pasa detrás de la silla en la que estoy y coloca sus manos en mis hombros. Cuando su cabello hace cosquillas en mi cuello, constato que se está inclinando hacia delante. Su mejilla rozando la mía me lo confirma.
— ¿Qué tanto miras?
Sigo sosteniendo el móvil, sólo tiene que mirarlo para comprobarlo ella misma. A cabo de unos segundos, sus manos se retiran de mis hombros y hasta la oigo retroceder un paso. Sus tacones golpean con torpeza la madera.
—Ayer saliste con alguien y te sacaron estas fotos. Son de ayer, juzgando por la ropa.
— ¿¡Y a mí por qué me persiguen!? ¡Yo no soy la estrella!
Esto ya lo hemos hablado, así que guardo silencio. Igual, hablándolo no lograré que dejen a un lado ese interés ilógico por todo lo que tiene que ver conmigo. Será su trabajo perseguir gente pero eso no me conmueve, odio que se metan en mi vida privada. Sin embargo... gracias a ellos acabo de descubrir algo sobre mi esposa.
—No pierdas tu tiempo con sus tonterías. Salí con alguien y porque es hombre, empiezan a inventar quién sabe qué. Ignóralos.
—Después de esto, tenemos una conversación pendiente. Pero la dejaremos para la noche. No quiero que llegues tarde.
Mis palabras son seguidas por sus pasos. De pronto la tengo delante y me sorprende su actitud. Está nerviosa. Bueno, también está molesta pero viniendo de ella, eso no es una sorpresa.
— ¿De qué se supone que debemos platicar?
—No me malinterpretes, no pienso preguntarte si tienes un amante. Lo que pasa es que mi amistad con Jacqueline causó tantos escándalos... y resulta que tú tienes un amigo hombre.
— ¿O sea que no estás celoso?
¿¡Por qué suena como un reclamo!? Y encima es lo único que escuchó de todo lo que acabo de decir... Si otra vez está de mal humor, mejor así la dejamos. Las peleas me agotan. Y ni me apetece iniciar el día de esta manera.
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Llámalo infierno © |COMPLETA|
Aktuelle LiteraturEn cuanto Eduardo ya no es capaz de distinguir los comportamientos normales de los dañinos, está en peligro de quedar atrapado en una relación tóxica, una relación que muy bien podría ser llamada infierno. ¿Podrán Daniela y él entender que los supue...