Capítulo 32

1K 107 5
                                    

Capítulo 32

Narra Daniela

Me seco las manos con una toalla y salgo de la cocina. Tengo que ir a ver quién toca en la puerta, no tengo ni la menor idea quién podría estar buscándome. Quizá estén buscando a Eduardo, pues ésta sigue y seguirá siendo su casa. En algún momento tendremos que hablar de ello, lo justo es que él viva aquí, no yo.

Al ver a Viviana, me quedo petrificada. No es que haya creído que nunca más volveríamos a encontrarnos pero ocurrió cuando menos me lo esperaba. No sé cómo actuar. No he tomado una decisión con respecto a ella.

—Hola —pronuncia con timidez—. He venido... por las cosas que no alcancé empacar la otra vez. ¿Puedo?

De pronto recuerdo el día que se mudó aquí, las veces que estuvo a mi lado, las veces que me consoló, las veces que reímos juntas, las veces me ayudó en todo lo que pudo... Desde que vivo sola, apreció más ese periodo. Por más que lo intento, no tengo nada que reclamarle. No hizo más que brindarme su apoyo, incluso cuando yo la trataba mal. Pero luego se enamoró de mi marido y todo se echó a perder.

—Daniela...

—Claro, claro. Pasa. —balbuceo mientras me hago a un lado

Me agradece e ingresa a la casa. Se dirige a los dormitorios pero yo no voy tras de ella. Sigo estancada al lado de la entrada, dudando, analizando. Se me hace que tenemos una conversación pendiente.

Con esa idea en mente, yo también me dirijo al dormitorio. La encuentro explorando el cuarto con la mirada para luego dirigirse hacia el armario y abrirlo. De ahí saca la ropa que le quedaba y la lleva a la cama. Se detiene al percatarse de mi presencia. Parece nerviosa. Parece no saber qué hacer con su mirada y sus manos.

— ¿Y ahora? —le pregunto

—Si te refieres a nuestra amistad, creo que no queda nada por hacer —dice mientras contempla la cama en vez de mirarme a mí—. Yo no sé cuánto me voy a tardar en sacar fuera estos sentimientos... Y mientras, ¿qué? ¿Pretendemos que podemos ser amigas y actuar como si nada estuviera pasando? ¿Ignoramos la realidad pensando que va a desaparecer? No... No es nada sano.

Odio que tenga razón. Además, aunque me quede claro que no pudo controlar su corazón, sigo sin digerir la noticia. Sigue costándome trabajo tenerla delante y no pensar en...

—Las dos nos hicimos daño —añade—. No es que de pronto me quiera hacer la víctima pero tenemos que ser honestas. Quizá ésta es la última vez que nos vemos y no quiero que nos guardemos nada. Así que...

Las palabras se desvanecen y un pesado silencio las reemplaza. Pero en mi mente no hay silencio, una frase suya no deja de repetirse. Me molesta pero es tan cierta. Las dos nos hicimos daño. Yo fui una pésima amiga. Cuántas escenas le hice, cuántas cosas horribles salieron por mi boca... Y no hay que olvidar que también la agredí físicamente. Tal vez no tanto como a Eduardo pero sí la empujé, fui grosera y brusca. Supongo que no la consuela pensar en que no era mi intención lastimarla, en que yo tengo ese maldito problema.

—Mira... Tengo que admitir que... Desde antes de que me enamorara... Pues que ya estaba considerando la posibilidad de renunciar a esta amistad.

¿Qué? Esto no lo veía llegar...

— ¿Y por qué no lo hiciste? —escupo visiblemente decepcionada— ¿Por lástima? ¿Por miedo a que terminara matándome?

Al ver que no dice nada en su defensa, empiezo creer que estoy en lo cierto. Bueno, ya me había confesado que se había mudado para evitar que pusiera en práctica mis amenazas pero no creí que fuera la única razón por la que me aguantó.

Llámalo infierno © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora