Capítulo 8
Narra Daniela
Estuvimos aquí tantas veces que ya perdí la cuenta. Los paseos en la playa eran nuestros favoritos cuando apenas empezábamos a salir. Aunque bueno, él los disfrutaba —y creo que aún los disfruta— por ser un romántico incurable mientras que para mí era el lugar perfecto para conversar durante horas, para conocernos, para descifrar ese enigma que me atrajo desde el primer instante. Desde la primera vez que vi a este hombre, supe que tenía que ser parte de mi vida y eso no tenía nada que ver con su carrera, que quizá podría atraer a muchas. Ni siquiera sabía que era actor. Simplemente me atraía él y llegar más allá de esa apariencia perfecta se había convertido en mi reto favorito.
El tiempo me enseñó que somos distintos y aun así terminé amándolo. Tanto que casarme con él surgió más pronto de lo que esperaba y fue mi objetivo durante muchos meses. Por desgracia, después de conseguirlo, empezamos chocar. Nuestras diferencias se hicieron tan visibles. A veces quisiera que él no fuera así, a veces me pregunto por qué lo amo y por qué me ama. A veces quisiera irme. A veces me pregunto si el amor basta. No sé si lo hace o no pero me queda claro que me ata a él, que me hace casi detestarlo pero necesitarlo. Que por más que vayamos a pelear, siempre termino deseando que nos reconciliemos. Y por lo tanto, una separación no podría estar entre mis planes.
— ¿Nos sentamos?
Vuelvo a la realidad y lo observo algo confundida. Sonríe divertido, adivinando que estaba pensativa y que no le hacía caso, luego vuelve a hablar:
— ¿Nos sentamos?
Asiento de inmediato, pues ya llevamos ratos paseando. Sin soltarme la mano, da unos pasos hasta asegurarse que el agua no podría mojarnos la ropa y me anima a acomodarme a su lado, en la cálida arena. Se apoya en el brazo izquierdo y gira un poco el torso, permitiéndome colocar la cabeza en su hombro.
Cierro los párpados, buscando disfrutar su compañía, disfrutar la brisa que choca contra mi piel, intentando despejar mi mente de todas las ideas conflictivas y dañinas. Noto que Eduardo sigue callado, lo estuvo todo el día pero por suerte hoy comparto su deseo de evitar conversaciones. No sé, quiero intentar disfrutar el tiempo que podemos pasar juntos. O será que por ahora no tengo nada importante que decir.
A medida que transcurren los minutos, me parece que la posición deja de ser cómoda para él, así que me aparto un poco, no muy segura de tener una alternativa. Lo claro es que quiero abrazarlo. El haberme apartado lo hace voltear a verme y su rostro se gana toda mi atención. No me muevo, no suelto sonido alguno, sólo observo. Y mientras más observo, más grande el deseo de... Éste no es el lugar más íntimo, él es una persona pública, así que sería una locura. Pero tomando en cuenta que lo hicimos en el pasado, es una locura que él también disfruta. Ya ni me sorprende, sólo me alegra que no le molestan las muestran de afecto en público. Según él, no tiene nada que ocultar. Claro, tampoco exageramos con ellas.
Voy despojándome de la distancia hasta que su respiración se entrelaza con la mía y me detengo para gozar la sensación por unos instantes. Mis ojos se cierran casi por instinto y las ansias por más me ganan, de modo que termino besándolo. Lo hago tan despacio y Eduardo se adapta a mi ritmo, sin ningún problema. Será porque es su manera favorita de hacer esto pero para mí siempre se vuelve una tortura. Sentir sus labios rozando los míos con tanta suavidad es increíble y a la vez insoportable.
Mudo ambas manos en su nuca y lo jalo, mientras que renuncio a la ternura a favor del indomable afán de devorar su boca. Nada de simples roces. Sólo que al conseguir lo que quiero, él se aleja.
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Llámalo infierno © |COMPLETA|
Ficción GeneralEn cuanto Eduardo ya no es capaz de distinguir los comportamientos normales de los dañinos, está en peligro de quedar atrapado en una relación tóxica, una relación que muy bien podría ser llamada infierno. ¿Podrán Daniela y él entender que los supue...